
Caracas en New York
La Sala Mendoza, junto a sus artistas, vuelve a enlazar a Venezuela con otras fronteras. En esta oportunidad con la primera edición de Art Motion: una exposición organizada con el apoyo de Pop Up Mob y Subject —que tienen sede en Nueva York. La muestra, que se celebrará del 13 a 16 de mayo, reúne a más de 20 artistas de diversas trayectorias y que residen dentro y fuera de Venezuela.
En un momento tan convulso en el país es importante destacar esta iniciativa de la Sala Mendoza. Art Motion no solo es praxis artística sino también voz de un país que detona desde el arte. En otras palabras, es Venezuela dándose a escuchar y es Venezuela escuchada por el trabajo de cada uno de estos creadores, también representantes, escogidos.

La propuesta trasluce la herencia constructivista y la abstracción del arte venezolano, lo mismo que el paisaje: referencia recurrente en las bellas artes criollas. “También hay estudios sobre la luz y el color, amén de las obras que hacen referencia a códigos urbanos, políticos, sociales y que reflexionan sobre acontecimientos locales y globales”, comenta Patricia Velasco Directora de la Sala Mendoza, entrevista.
Hay que agregar que el interés de la Sala Mendoza no es reciente. “La institución siempre ha mantenido nexos con el exterior, bien sea trayendo gente de afuera a la Sala —artistas, conferencistas, curadores, etc. —o bien llevando desde Venezuela proyectos expositivos de nuestros creadores a otros escenarios”, agrega Velasco. Así pues, el intercambio entre los artistas contemporáneos hace de la exhibición una sólida experiencia que, seguramente, tendrá espacio en investigaciones futuras sobre arte contemporáneo.

Otra de las apuestas de Art Motion, no menos importante, es recaudar fondos para seguir levantando y sosteniendo los proyectos de formación. “Incluye, por ejemplo, dar a conocer el espacio educativo que mantiene la Sala como uno de sus ejes y que se hará manifiesto con la visita guiada de un grupo de niños norteamericanos con el propósito de realizar un trabajo plástico”, dice Velasco.
II
Ruptura y pensamiento
Los artistas que participarán no solo son los ya consagrados —como es el caso de Juan Iribaren— sino también emergentes con muy buen rumbo plástico dentro y fuera del país de manera activa y consecuente. Ángel Marcano, Arnoll Cardales, Aureliano Parra, Carmela Fenice, Cipriano Martínez, Deborah Castillo, Diana Rangel, Emilio Narciso, Esperanza Mayobre, Hayfer Brea, José Vívenes, Juan Iribarren, Leonardo Nieves, Lucia Pizzani, María Virginia Pineda, Marianela Pérez, Muu Blanco, Nelson Ponce, Paul Parrella, Pedro Cruz, Rafael Rangel, Sergio Barrios, Starsky Brines, Violette Bule y Yuri Liscano son los 25 seleccionados. Cada uno expresa un imaginario de las investigaciones visuales y técnicas que han desarrollado en sus cuerpos de trabajo.

Caracas será vista, por ejemplo, desde distintos lugares: la hegemonía del poder y sus consecuencias; lo urbano que responde a una estética y da cuenta de una mirada social que deviene espacio indispensable para la confrontación y la revisión de un país y la ciudad que emerge como un cuerpo frágil, reestructurado y vuelto a quebrar, una residencia del olvido y de la memoria, pero también a la que se le suma una suerte evasión colectiva que convoca a muchos ante lo que se tiene al frente.
III
El cuerpo, la mirada, la obra
En principio hay que hacer la aclaratoria de que en esta muestra no hay una figura curatorial propiamente dicha, sino más bien unas líneas curatoriales que ha seguido la Sala y que responden a lo institucional. Sin embargo, es innegable el impulso que esta muestra les da a los participantes en la difusión de sus trabajos.
Los cuerpos temáticos de las obras son tan heterogéneos como las colores de sus hacedores. “Alopecia” de Cipriano Martínez, “consiste en trazados que son una suerte de mapas mentales que de algún modo dan cuenta de lo complejo que resulta la trama urbana” y esto se vincula o funge como capital de un territorio trazado por Lucia Pizani y su obra Gracias. Representa a una Venezuela que se desdibuja, utilizando telas de organza, para insistir en alguna forma de transparencia.Esta aparente invisibilidad hace aparecer entonces al misterio —que es posible si parte de ese algo oculto.

Tal y como se titula la obra de Emilio Narciso, “¿Es Caracas una ciudad contemporánea?”, emergen una forma, un lugar y tiempo que ocupan y que podrían penetrar luego los investigadores artísticos. Pero lo más importante es la enunciado hecho pregunta que implica la re-visión de la palabra “contemporáneo”, incluso el mismo hecho nominal —artista contemporáneo— corre el riesgo de reducir las representaciones verbales, quizá y entonces haya que preguntarse de manera tangencial: ¿Y cuando el objeto y la imagen son contemporáneos qué tenemos? ¿La máxima correspondencia? como lo hace Salvo en su texto De la Pintura. En el estilo de Wittgenstein.

Esto no es arte contemporáneo, serie de collages de María Virginia Pineda retoma con fuerza la discusión entre lo qué es y no es arte contemporáneo. Recurre a pensar en los gestos, los rasgos de la contemporaneidad. Finalmente, Art Motion dará cuenta de la amplitud en la que convergen no solo miradas e investigaciones, sino también el pensamiento contemporáneo como un discurso indeterminado, trasladado a la palabra y “extraído de la oscuridad del inconsciente”, como diría Hans-Georg Gadamer en ¿Quién soy yo y quién eres tú?