Arte

El arte abierto, expuesto al vandalismo

La falta de conciencia colectiva y el vandalismo no discriminan cuando de arte se trata. Desde los majestuosos murales de Mateo Manaure -quien murió este 20 de marzo de 2018- en la Avenida Libertador hasta las esculturas de gran tamaño, como Esfera Caracas de Jesús Soto, es común que las creaciones artísticas pensadas para espacios abiertos presenten deterioro. La belleza sucumbe a la fealdad de la negligencia y el abandono

Fotografías: Cristian Hernández, Andrea Tosta y Dagne Cobo Buschbeck
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Más allá de las que se encuentran en espacios cerrados, Caracas reúne decenas de obras de arte que la convierten en un museo al aire libre. Desde murales cinéticos hasta esculturas a gran escala. El caraqueño se acostumbró a transitar entre creaciones de artistas reconocidos internacionalmente como Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto, Marisol Escobar, Alejandro Otero. La lista es larga, al igual que los daños que merman su impacto o propósito transformador. Para el año 2009 se contabilizaban 276 piezas ubicadas a cielo abierto y distribuidas en los cinco municipios de la capital: 112 en Libertador, 71 en Sucre, 45 en Chacao, 44 en Baruta y 4 en El Hatillo.

homenaje raul leoni

El arte que embellece los espacios públicos de la capital permanece sin mayores dolientes, ni responsables que lo reclamen como suyo. Los grandes murales son espejos del olvido. Conductores de Venezuela (1999) de Pedro León Zapata pareciera ser una de las obras afortunadas que reciben cariños. Se alza con todas sus baldosas en la fachada de la Ciudad Universitaria que colinda con la autopista Francisco Fajardo. Sin embargo, la avenida Libertador es reflejo de cómo el vandalismo y la desidia toman las piezas artísticas progresivamente.

El tramo correspondiente al municipio Libertador presenta la obra Uracoa (2012) del artista criollo Mateo Manaure, fallecido este 20 de marzo de 2018. A seis años de su creación, casi todas sus pequeñas baldosas azules y naranjas se mantienen en sus 2,5 metros. La obra entró en el Plan Siembra Petrolera de Pdvsa La Estancia y se le destinaron seis millones de bolívares, según El Universal. El contraste es evidente cuando las baldosas se convierten en pintura y los códigos postales cambian. La experiencia cinética de Módulos Cromáticos (2001) del también venezolano Juvenal Ravelo se torna un manchón grisáceo a medida que se avanza en el municipio Chacao.

Mateo Manaure

Solo quedan vestigios del remozamiento que tuvo en 2007: la pintura está desconchada y cubierta de graffitis, filtraciones y smog que ensucian el paisaje. “Ver mi mural en manos del vandalismo es de los dolores más profundos, los que más duelen, los dolores que no son físicos. ¿Cómo te vas a meter con una obra de arte?”, se lamenta Ravelo. Aunque el artista afirma haber entablado conversaciones con la alcaldía de Chacao para una nueva remodelación, le escalfa cada rayón y tramo desconchado que recubren su cinetismo

Igual sucede con el Jardín Lumínico I (2005) de la artista venezolana Patricia Van Dalen, que embellece 1,2 metros de la autopista Prados del Este con cerámicas multicolores. La policromía de Van Dalen se entrecorta con los espacios vacíos de baldosas caídas y con impactos de choques automovilísticos que la alejan de su geometría característica. Prácticamente oculto entre el monte, Muro de color aditivo (1975) de Cruz-Diez recorre a duras penas 1,3 metros de la ribera del río Guaire a la altura de Bello Monte. Las pinturas verde, azul, rojo y negro que se conjugan sobre acero ahora se confunden con la contaminación, los cuantiosos graffitis y la maleza, sin mayores espectadores que indigentes y fauna silvestre. Majestuosidad que se camufla con el caos.

cubo virtual soto

FISICROMIA DE CARLOS CRUZ DIEZ

Descuido en movimiento

“Lo que pasa es que uno no le encuentra la solución a esto. Eso es un problema eminentemente cultural, más nada”, dice Ravelo entre risas de resignación. Sus ojos se nublan al recordar la primera obra de arte que estuvo en un espacio público caraqueño: Prisma Tridimensional, ubicado en la plaza San Martín, detrás de la estación de metro Maternidad. “Lo peor de todo esto es que los delincuentes le han robado todos los tubulares de aluminio que cubren la obra tridimensional. Eso ocurrió y no se ha hablado de la restauración. Hace años, la gente de Fundapatrimonio se interesó en la obra, se tuvieron conversaciones, pero se quedaron en eso, en palabras”, explica su creador.

El daño que recuerda haber visto hace años se incrementó. Ahora comienza desde los cimientos de la pieza: declaraciones de amor se extienden sobre la base gris escarapelada y los espejos rectangulares que cubren las tres caras del prisma están rotos, desdibujando el paisaje que se refleja desde 1994, cuando fue realizada para el Metro de Caracas.

progresion amarilla

Los esfuerzos artísticos que se materializaron en la ciudad durante la “Cuarta República” se desvanecen de a poco en la “Quinta”. María Eugenia Bacci, exdirectora del Consejo de Preservación y Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (Copred), recuerda cómo los espacios públicos caraqueños se llenaron de arte entre los años 50 y 80 del siglo pasado. Estela en seis volúmenes fue una de las tantas piezas que se instalaron en la ciudad. La pieza de Francisco Narváez se plantó en El Cafetal en 1977, como homenaje al expresidente Raúl Leoni. Aún adorna el boulevard del municipio Baruta bautizado con el nombre del exmandatario, con la salvedad de que las piedras de cumarebo ahora son también expositoras de graffitis y demás rayones.

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Atrás quedó la inversión de 260.000 bolívares hecha por la alcaldía de Baruta y la Fundación Narváez en 2011 para su recuperación. “Ahorita el espectro de lo público se cierra por la inseguridad, se abandona. Por eso, hay más posibilidades de vandalismo y se entierra la experiencia del peatón o conductor con la obra. El arte es un eslabón que permite volver a retomar el culto a la belleza y en sitios públicos es una forma de reconectar al caraqueño con su ambiente fantástico”, explica Bacci, también especialista en patrimonio cultural.

altamarFISICROMIA DE CARLOS CRUZ DIEZ

Algunas obras emblemáticas corrieron la suerte de estar dentro de los planes de restauraciones de Pdvsa La Estancia. Inició en 2006 con la Esfera Caracas (1996) del artista Jesús Soto, en la autopista Francisco Fajardo, cuyas varillas fueron blanco de la delincuencia hasta el punto de su destrucción. Una inversión de 28 millones de bolívares hecha en 2014 le devolvió el brillo que se borraba con cada varilla robada. Fue reubicada a metros de su lugar original, incluso protegida con un sistema eléctrico.

Cubo virtual azul y negro (1983), también de Soto, no contó con la misma preservación. Ubicada en la plaza Brión y sobre la estación Chacaíto, fue el resultado del proyecto de ambientación cultural y artística del Metro de Caracas, cuando se inauguró la Línea 1. Más de 30 años después, la monumental obra sirve de banco para quienes no tienen vértigo de caer sobre la progresión amarilla que se erige metros abajo —y que se convirtió en un basurero para los más incultos. Su base de mármol también funciona como lienzo para graffiteros.

las tres gracias

Fisiocromía en honor a Andrés Bello (1982) de Cruz-Diez se alza en Plaza Venezuela con la premisa de estar intacta. También formó parte de las obras recuperadas por Pdvsa La Estancia, junto a Abra Solar (1981) de Alejandro Otero que, junto al reacomodo de la fuente y el paisajismo circundante, contó con 11.350.000 bolívares de inversión entre 2007 y 2009, según AVN. “Todas las piezas que se encuentran en Plaza Venezuela tuvieron una restauración muy efectiva, apegada a la pieza original y consultadas a los talleres de los artistas. Se tomaron todas las precauciones sin menoscabo calidad de materiales”, reconoce la arquitecta María Teresa Novoa.

Sin embargo, al acercarse al mural de Cruz-Diez se evidencian los huecos que dejan las cerámicas caídas en la obra de uno de los grandes expositores del arte cinético del país. Incluso, quienes frecuentan la plaza desconocen a su creador. “No sé. Por ahí debe decir, en la plaquita”, responde un hombre sexagenario a la pregunta ¿Quién es el artista de la obra? A metros de distancia, la estructura de Otero se mantiene intacta producto del remozamiento. “A la obra Abra Solar le despojaron distintas aletas y se descubrió que fue producto de unas redes recicladoras de metal que se robaban eso, también el aluminio y filamentos de cobre. Cuando se restauró, se hizo muy bien”, explica Novoa.

la hoyada

Abandono esculpido

El vandalismo no es el único mal de las obras de arte ubicadas en espacios públicos. La falta de mantenimiento hace que se empolven al punto de las telarañas y el cambio de color. Mira de altamar (1994), del artista Julio Pacheco Rivas, es un navío que, dentro de su abstracción, parece surcar la basura que lo circunda en un montículo a la entrada del distribuidor Altamira de la autopista Francisco Fajardo, donde se encuentra.

En sus partes cóncavas acumula sucio que la ennegrece. Incluso, puede verse cómo funciona de hogar ocasional para los menos afortunados. “En cierta manera me he ido curando. Son casi 20 años ya de vida azarosa. Al principio era muy angustiante ver el descuido. A veces no podía ni dormir. Hoy en día me estoy haciendo la vista gorda”, se lamenta su creador.

cruz diez guaire

La obra que no nació con vocación de gran escala es casi un estorbo. Del timbo al tambo, se movilizó dos veces hasta llegar a su ubicación actual en 2003. Allí ha parado desde choques hasta bombas lacrimógenas durante los disturbios de 2014. Pacheco Rivas asevera que se ha pintado solo tres veces, cuando debería remozarse cada tres años.

Por experiencia propia, no apoya que las esculturas se coloquen cerca de autopistas ni avenidas. “Deberían estar donde se pueda estar cerca de ella, no un sitio donde la gente tenga que esforzarse para verla”, aclara. Lo mismo ocurrió con la obra Ávila atravesando el fuego y saliendo airoso, de José Campos Biscardi, entregada en 1998 al municipio Baruta y ubicada en la plazoleta adyacente a la vieja sede de la Alcaldía en Colinas de Bello Monte pero luego trasladada a la avenida Río de Janeiro en Los Ruices Sur donde, rodeada de árboles, no puede ser vista.

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Al igual que la suya, las piezas del proyecto Viarte, realizado en 2014 por el Ministerio de Transporte Terrestre, se unen a la suciedad, como Flor Sideral de Rafael Martínez o Cayena de Luben Dianmianoff. Incluso, no muy lejos de Mira de altamar, en el mismo distribuidor, la estructura torcida de Alberto Cavalieri, Nudo, sirve de árbol que da sombra a indigentes que aprovechan la hora del burro.

La expresidente del Copred es de las que piensa que es mejor mantener lo ya existente antes de adornar con más obras la ciudad. “Puede tener sentido si cuenta con un mantenimiento constante; si no, se convierte en un sucio para la vista. Para qué cosas nueva si hay tanto que conservar. Es mejor invertir en las que tenemos y luego buscar otras obras”. De acuerdo con Bacci, debe existir una acción conjunta entre Estado y alcaldías “que sea realmente estructurante” para darle una mejor cara a la ciudad, en la que se esquematice la existencia de obras por municipio y se piense en conjunto de obras por artista para su mejor identificación por parte de la ciudadanía.

mural zapata

El esquema se tranca cuando los responsables se lavan las manos. En 2017, Zulma Bolívar, entonces presidenta del Instituto Metropolitano de Urbanismo, explicaba que el mantenimiento de las obras depende de su ubicación, pues no hay mandatos de ley que rijan su cuidado. Las alcaldías deberían velar por el buen estado del arte que se encuentra en su espacio público, siempre y cuando no correspondan al Metro de Caracas o estén bajo la jurisdicción del Ministerio de Transporte Terrestre (como Viarte), Pdvsa La Estancia, Fundapatrimonio —brazo patrimonial del municipio Libertador— o el Instituto de Patrimonio Cultural. “Lo que pasa es que hay un divorcio total entre los responsables de las obras, entre el Metro y las alcaldías y entre las alcaldías y Pdvsa La Estancia, por ejemplo. La fragmentación y la falta de comunicación entre las instancias naturales para su conservación hace que se genere confusión en todo y que haya zonas que terminen siendo tierra de nadie”. El arte que nadie reclama.

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