En 1858 se establecen las piezas que, en conjunto, formarían el nuevo uniforme oficial de los marineros franceses. Un pantalón de bota ancha, una camisa blanca de cuello azul y un pullover de rayas que facilitaba su localización en alta mar. Su concepción, lejos de ser glamorosa, se basó en la estricta funcionalidad del diseño. Veintiún rayas en el pecho y catorce en las mangas. Ni más ni menos.
Esta prenda absolutamente tosca y masculina estaba a punto de llegar a los guardarropas de las mujeres de la burguesía francesa. La culpable fue Gabrielle “Coco” Chanel, quien adoptó el estilo navy al confeccionar, en 1917, la blusa marinière, una versión femenina de aquel uniforme de los mares, de quien tomó prestada la inspiración. Quizás esta innovadora hazaña hubiese sido imposible en otro tiempo histórico, pero en plena guerra existía poco material para el diseño y las mujeres buscaban un estilo fresco y casual.
Sin embargo, es Yves Saint Laurent quien lleva las rayas a las pasarelas de la alta costura, en 1966, con su colección Matelot. Una selección de vestidos rayados con divertidos y variados colores.
El relajado estilo de líneas horizontales fue adoptado por íconos de las artes como Pablo Picasso, Andy Warhol, Jean Cocteau y Brigitte Bardot. Todavía, este siempre versionado modelo, sigue siendo exprimido por diferentes casas de moda.