¿Y si perdemos?

La posibilidad cierta de "ganar" las elecciones parlamentarias del 6-D y sentir por primera vez el fresquito del triunfo frente al poder estatal pintado de rojo, abriga la esperanza de comenzar a sentir vientos de cambio, aunque el país que amanezca el 7 de diciembre aún será uno marcado por el bachaqueo. Después de todo, ya no había más nada que perder

Composición Fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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 Dado lo que dicen las encuestas, el título de este escrito confunde, pero la verdad es que yo estoy desacostumbrado a ganar en las elecciones. ¡Y miren que ha habido una hemorragia de contiendas en los últimos 16 años! Eso de que la señora Tibisay, con su look de Dora la Votadora, descienda cual astronauta en Armagedón por la rampa del Consejo Nacional Electoral y anuncie que ganó el candidato por el cual yo voté, no se me ha dado desde aquella vez que gané el referéndum constitucional, que después Hugo Chávez se pasó por el forro.

Perder es horrible y siempre ha sido un golpe duro. Mi papá tiene una botella de champaña que compró hace cinco elecciones la cual pone a enfriar desde la mañana del domingo de la elección de turno “porque vamos a arrasar… Me lo dijo tu padrino que está dateado”. ¿Qué pasa con los padrinos de este país que todos tienen una fuente chimbisima en la sala de totalizaciones del CNE? Peor que ver cómo una botella sin abrir se vuelve a guardar en su cajita porque no hay nada que celebrar, es ver a un padre desmoralizado por los resultados. ¿Cómo se sentirá verlo ganar?

Por años yo he querido que mi familia se sienta representada en la Asamblea Nacional. Lo logré con María Corina Machado, diputada por la cual voté, pero miren como salió ella: botada y con la nariz rota. Yo no voté por eso; yo la elegí para que fuera una voz en el parlamento que permitiera la creación de leyes que me hicieran sentir seguro como ciudadano y orgulloso de ser venezolano. ¿Qué orgullo me puede traer que a los diputados de la oposición les hayan dado una paliza a puñetazos por cinco años porque la Asamblea de Diosdado Cabello resultó ser peor que la junta de condominio de la vecindad del Chavo del Ocho?

Esta vez, los candidatos de la Mesa de la Unidad se perfilan como los grandes ganadores de estas elecciones. Más que un susto, me da una emoción increíble pensar en la posibilidad de ganar porque significaría que los venezolanos respondimos ¡al fin! ante la necesidad de cambio. Venezuela necesita entrar al siglo XXI y los diputados electos pueden redactar valiosas leyes que le permitan a la ciudadanía transitar de un fracaso vendido como la tapa del frasco a un modelo de país que les ofrezca a sus ciudadanos una vida ni siquiera extraordinaria, sino simplemente normal. Es decir, una vida donde no te maten en la cola para comprar dos potes de leche de una marca genérica porque se te ocurrió sacar un celular con la pantalla quebrada, porque no hay repuesto, para ver si tenías saldo.

Estoy absolutamente consciente de que Venezuela no cambia de manera inmediata con esta elección. Al día siguiente Nicolás Maduro es el Presidente de la República, el bachaquero saldrá a la calle a emprender su oficio y los guapos y apoyados esperarán que diez escoltas frenen el tráfico para que pase su camioneta blindada. Pero no es menos cierto que también despertarán millones de venezolanos con una victoria política sobre sus hombros que respirarán con los vientos de cambio que a esos escoltas están por frenar.

Esa victoria política será necesaria para lograr una Asamblea que interpele a funcionarios públicos que por años no han rendido cuentas claras, libere a nuestros presos políticos, y regularice una moneda que no se esfume con tan solo abrir la billetera. Esa victoria permitirá que la decencia le gane a la anarquía, que la inmoralidad no sea el valor preponderante y que el venezolano sea venezolano no porque sea “rojo rojito”, sino porque así lo dice su cédula de identidad.

Por eso es inútil preguntarme si perdemos la Asamblea. A fin de cuentas, gracias a la ineficiencia y corrupción de este gobierno, donde, según aseveran sus más altos funcionarios, los narcosobrinos los hay en cada familia, hacer cola es “sabroso” y el control de cambio “no es una medida económica sino política”, ¿no lo habíamos perdido todo ya?

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