Ciencia

The Matrix sí existe

De acuerdo con las investigaciones de un grupo de científicos, subvenidos por el empresario de tecnología Elon Musk, la humanidad vive una realidad virtual. Para mayor estupefacción, un filósofo de la Universidad de Oxford desliza la probabilidad abrumadora de que estemos dentro de una simulación

Texto: Armando Coll | Composición fotográfica: Andrea Tosta
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La ciencia se apresura a imitar la ficción y es así como la fabulosa metáfora de una película de género de anticipación encuentra en el campo de las certezas de laboratorio, equivalente probable en la realidad o lo que nosotros, comunes mortales, tenemos por tal, a saber, esa minúscula porción del universo que recibimos a través de los cinco sentidos.

“Algunos físicos, cosmólogos y otros científicos no tienen problema hoy en día en contemplar la posibilidad de que todos estemos viviendo dentro de una simulación computarizada gigante, como en la famosa película de finales de los años 90, The Matrix”, se lee en un despacho de la acreditada BBC.

Es así que el yerro sangriento de 40.000 años de la existencia del homo sapiens es producto, según estos científicos ocurrentes, del ingenio de un adolescente adelantado en materia de informática, residente de uno de los tantos mundos proclamados por Bruno, que ha creado un video juego llamado Humanidad.

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La bien documentada nota del network británico sugiere, entre otras posibilidades, que todos los 6000 millones de habitantes de un peñón encharcado llamado Tierra gravitante del Big Bang, somos solo información: vale decir somos creaciones binarias a partir de la sucesión del 1 y el 0. “Somos sólo información”, se anima a comentar algún experto.

Opinar sobre asunto ya recorrido por sabios de la física cuántica no deja de arredrar al lego, pero interpela de forma tan decepcionante el sentido de la vida, que cualquier ser humano con dos dedos de frente se subleva ante la idea.

Se argumenta que si la ciencia de las súper computadoras simula el origen del Universo, pues por qué no podría ser el universo todo, nosotros y lo que nos circunda una simulación; la idea no deja de ser ingeniosa y los hermanos Wachowski lo demostraron con la desbordada taquilla de su espectacular realización cinematográfica.

Pero, película al fin, plantea una historia de sustrato romántico, metáfora de la opresión en la que viven las mayorías del globo, y el deseo de unos pocos de liberarla, vale decir, mostrarle al hombre común la luz de salida de la cueva de Platón.

El argumento de The Matrix desarrolla la singladura de una comunidad subversiva que alienta la lucha contra el omnímodo poder de una súper computadora: los héroes de la película son de carne y hueso, según se desprende de la ficción que, desde la realidad real, se infiltran en la realidad simulada para enfrentarla y derrotarla.

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En el mundo que vivimos, real o no, vale decir en el que se crearon los decorados y se rodó la producción de los Wachowski, un puñado de científicos con patrocinio de un excéntrico empresario se ha enamorado de la fábula y de sus lucubraciones basadas en certezas moleculares derivan los tres postulados del filósofo Nick Brostom, según reporta BBC:

1.- Las civilizaciones inteligentes nunca llegan a desarrollarse a un nivel tan elevado como para producir estas simulaciones, porque quizás se erradican a sí mismas de la faz de la tierra.

2.- Una civilización llegó a tener la capacidad para hacer estas simulaciones, pero por alguna razón decidió no realizarlas.

3.- Hay una probabilidad abrumadora de que estemos viviendo en una simulación.

De las tres, la más abrumadoramente probable, según Brostom, es la más desesperanzadora: la tercera.

Y así, el mundo, que junto a sus masas tanto abruma al individuo, no es sino una simulación, a su vez dentro de otra simulación, si visto está que el hombre supuestamente simulado es capaz de simulaciones propias, hasta el infinito. “La vida es sueño” enseña dramáticamente Calderón; vivimos en un sueño que a su vez es contenido por otro sueño como nos representa Inception, el maravilloso film de Christopher Nolan.

El financista de esta mise en scène científica es el empresario de tecnología Elon Musk, para quien las probabilidades de que estuviéramos viviendo en una realidad objetiva son «una en mil millones». Y no hay que ser un malicioso marxista para sospechar que si el tipo se embarcó en promover tan llamativa tesis fue porque visionó los millones de dólares que atraería: nuevas inversiones para la industria de la computación, mercadotécnica a gran escala, conferencias y foros mundiales…y por supuesto nuevas tramas para la industria del espectáculo, de las que Musk se proclamaría eventualmente propietario intelectual.

La ciencia imita la ficción y vende historias también.

Todo luce irrefutablemente lógico y desolador.

De modo, pues, conciudadano venezolano, no deje se le agote la paciencia en una morosa cola para comprar un alimento que con abrumadora probabilidad no encontrará al final de la línea. No se soliviante, solácese en la idea de que esa realidad infame que lo apabulla es resultado de ese gran programador de otra dimensión, una “inteligencia superior”. Y nada podemos hacer al respecto. Nuestros opresores son parte de un software diabólico.

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La ciencia se empeña en deshacer el misterio de la existencia y no es esa, tal vez, la respuesta mejor a la falta de sentido que padecen los millones del mundo, ese hombre solitario que cualquier día decide abrazar un credo difundido en la web y salir a asesinar al primer incauto en nombre de una idea azorada.

No hay respuestas, más bien. El misterio se antoja indestructible y habitarlo parece ser el único sentido.

A las desconsoladoras circunstancias de la existencia los sabios de los siglos han provisto del aforismo de fugaz destello o de la palabra redentora.

Lo más seguro es que quien estas líneas escribe se pierda de algo crucial de las teorías propaladas por Musk y sus investigadores y filósofos, tal vez, al final no entienda nada –y mejor así. Pero en todo ese encadenamiento lógico ¿acaso ha quedado fuera la idea de Dios? ¿O un dios es ese hacker de otra dimensión?

La ciencia desanda el camino hacia el origen sin la ambición definitiva de alcanzarlo. En el camino se le interponen esas emanaciones del alma humana formuladas en preceptos: ética y justicia. La ciencia, entonces, explica para sanar y preservar la vida humana y su amenazado hábitat.

La ciencia de un humanista como el doctor Viktor Frankl dio con algunas útiles nociones, al menos momentánea, para lidiar con la falta de sentido, pero sobre todo propuso un psicoanálisis para aliviar lo que llamó la neurosis noógena de masas; ese trauma global tras las catástrofes que apartaron al hombre de la dimensión de lo sagrado.

Las murmuraciones milenarias de Chuang Tzu, la palabra de Jesús, ¿fueron programadas por esa “inteligencia superior” sentada ante una consola fuera del tiempo humano? ¿Quién sabe? En todo caso, el negocio de Musk pone más sal al sinsentido.

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