Cine

La locura y la cultura pop, de Atrapado sin salida a Joker

Joaquín Phoenix ha alzado el Oscar como Mejor Actor por su interpretación de Arthur Fleck. El personaje, alcanzado por la violencia, lidia con un trastorno psiquiátrico que no puede controlar del todo y presiona su comportamiento. Como Joker, otros productos audiovisuales han buscado abordar el tema y sumar a una discusión en desarrollo

Joker
AP y Archivo
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Jack Nicholson mira a la pantalla, con ojos vidriosos y el rostro sin expresión: acaba de ser lobotomizado en medio de un agresivo tratamiento psiquiátrico. La escena es uno de los primeros acercamientos reales de la pantalla grande a los padecimientos psiquiátricos: la película de 1975 Atrapado sin salida recorre con una extraña dureza la concepción sobre el sufrimiento mental, y lo hace gracias a la capacidad del director Milos Forman, de analizar el alineamiento y la forma en que la sociedad analiza los trastornos psiquiátricos. El tema vuelve a estar en la palestra luego de que la exitosa Joker de Todd Phillips recurriera a la figura de Arthur Fleck (Joaquín Phoenix), como una mirada al aislamiento, tabú y estigma de las enfermedades mentales en nuestra época.

Joker

Pero más allá de eso, Joker elabora un retrato complicado sobre las aristas de la salud mental y la forma en que los medios masivos lo interpretan, ya sea por cómo contempla a quien los sufre o la forma en que se medita acerca del trastorno en un medio más amplio. Joker —que jamás muestra el diagnóstico real del personaje— sí hace un inteligente hincapié en la forma en que la sociedad invisibiliza maltrata y analiza de manera negligente la importancia y el peso de padecimientos psiquiátricos.

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Joker y la fragilidad

Arthur, quien recibe apoyo y soporte deficiente de la salud pública, debe lidiar con el hecho de que su trastorno psiquiátrico es, también, un monstruo invisible que no puede controlar del todo y presiona su comportamiento de formas inquietantes y angustiosas. Y aunque el argumento de Joker puede ser interpretado de muchas maneras distintas, la noción sobre la fragilidad mental de Arthur y la forma en que su caída en el horror tiene un vínculo definitivo con la violencia que mostrará después, lo evidente es que se trata de una versión descarnada de la forma en que los trastornos psiquiátricos se perciben en nuestra cultura.

El Joker de Phoenix es un marginado que, además, lleva el estigma de encontrarse aislado en mitad de una situación insostenible, una percepción sobre el dolor emocional que pocas veces llega a la pantalla grande.

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Pequeños temores secretos

Cuando la película Avengers: Endgame (Hermanos Russo, 2019) se estrenó, una de las críticas más frecuentes que recibió fue acerca del comportamiento de Thor (Chris Hemsworth). La figura robusta y fuera de forma, los estallidos emocionales y, al final, la fragilidad mental del personaje fue interpretados por la mayoría de los fanáticos como una “debilidad innecesaria”.

Hubo discusiones sobre lo incómodo que resultaba que Thor de Asgard llorara o estuviera aterrorizado durante la mayor parte del metraje e, incluso, se llegó a insistir en que el argumento, utilizaba la “gordofobia” como un elemento paródico que convertía al personaje en el alivio cómico del film. Nadie parecía entender demasiado el motivo por el cual el vientre prominente, la risa nerviosa, la inquietud y el nerviosismo del personaje les resultaba “irritante”.

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No es la primera vez que un personaje de la cultura pop se convierte en una forma de mostrar -como en Joker– los trastornos psiquiátricos, pero sí fue el primer acercamiento colectivo a los síntomas clásicos de la depresión, la ansiedad y el estrés postraumático. Mientras Tony Stark (Robert Downey Jr.) abandona su ego para ser un amoroso padre de familia, Steve Rogers (Chris Evans) acude a grupos de terapia y trata de consolar a otros, Natasha Romanoff (Scarlett Johansson) llora en silencio y Clint Barton (Jeremy Renner) se convierte en un asesino sanguinario, Thor lidia con un rostro del dolor y el duelo más incómodo.

El hijo de Asgard tomó el extremo contrario y recorrió el nada deseable trayecto de la autodestrucción, autocompasión y, al final, un tipo de dolor mental insoportable. Al final, “Fat Thor” abrió una amplia discusión sobre la salud mental que visibilizó de manera inédita los síntomas de cuadros psiquiátricos que suelen ser caricaturizados en la pantalla grande y chica. Su miedo es conmovedor y también lo es, la manera en que el resto de los sobrevivientes reaccionan a este nuevo rostro de un miembro del equipo. Mientras Bruce Banner (Mark Ruffalo) se muestra empático y cercano, Rocket Raccoon (Bradley Cooper) intenta ayudarle por medio de cierto lenguaje procaz y la burla gratuita. Pero es la incomodidad del equipo en general —incapaz de lidiar con el duelo de Thor, como del propio— el mejor reflejo de lo que realmente ocurre en medio de una situación semejante.

Un recorrido por el dolor y el silencio

En la última temporada de la clásica serie Breaking Bad, el personaje Hank Schrader (Dean Norris) sufre una violenta crisis de ansiedad luego de descubrir la verdadera identidad de Walter White (Bryan Craston). No fue la única ocasión en la que la serie mostró con propiedad el sufrimiento mental de sus personajes. El equipo de guionistas, ya había elaborado una cuidadosa reflexión sobre el estrés, el sufrimiento y la forma en que afecta la psiquis en varias de sus escenas más memorables: la forma en que Skyler White (Anna Gunn) se desmorona poco a poco bajo el peso de los secretos de su marido o la forma en que su hermana Marie (Betsy Brand) lidia con el miedo y el duelo luego que su esposo es herido de bala.

Ya antes, The Sopranos había mostrado de manera muy directa la forma en que la ansiedad puede afectar la vida corriente de los personajes, al brindar a Tony Soprano (James Gandolfini) de un cuadro de ansiedad que desencadena las principales líneas argumentales de la serie. Cabeza visible de una familia de mafioso, asesino e involucrado en múltiples actos delictivos, se lleva la mano al pecho y se derrumba al suelo, mientras la cámara le contempla con una despiadada fijeza. Esa única escena, fue un meditado y doloroso recorrido por un estado mental que, además, dotó al personaje de una humanidad inesperada y a la serie, en una extraña combinación de géneros que la convirtió en un clásico televisivo

Algo semejante ocurre con Barry (Bill Hader) en la serie del mismo nombre, en la que el personaje —un asesino a sueldo que en sus ratos libres también forma parte de un grupo de actores al personaje— sufre de un cuadro de ansiedad tan severo como evidente, tanto como para que le permita al seriado cuestionarse la naturaleza de la culpa y el dolor que le afligen.

En la segunda temporada de la exitosa Mindhunter, Holden Ford (Jonathan Groff) sufre un complicado caso de trastorno de ansiedad generalizada, que la serie no sólo muestra de forma detallada, sino que además incorpora como parte de los hilos argumentales que sostienen la historia. Por su parte, Lena Dunham intentó analizar la ansiedad desde la óptica femenina con el personaje Hannah Horvath, que la actriz y directora interpretó en Girls, en la que su personaje admite que “la neurosis le hace complicada la vida”, además de un durísimo cuadro de ansiedad que la aspirante a escritora trata de sobrellevar en la serie sin lograrlo nunca. Otro tanto ocurre con la superheroína Jessica Jones en la serie homónima de Marvel, que pasa buena parte de la primera temporada lidiando abiertamente con el estrés postraumático luego de ser abusada sexualmente.

Otro personaje cuyo sufrimiento mental se explora de forma profunda y descarnada al igual que en Joker es el de Camille Preaker (Amy Adams) en la serie Sharp Objects de HBO. El guion toma la arriesgada decisión de asumir el hecho tridimensional de su protagonista desde lo psiquiátrico y confronta al espectador con que el padecimiento de los personajes es en el centro motriz de todos sus pesares y también de sus decisiones. Se trata de una durísima mirada al sufrimiento, el veneno de lazos familiares rotos y al miedo convertido en una forma de agresión mental.

Un escenario semejante, atraviesa el angustiado BoJack Horseman, lo que convierte a la serie animada del mismo nombre en una mirada brillante sobre la percepción del peso de los trastornos mentales y el dolor emocional en nuestra época. Agobiado por la depresión, el abuso del alcohol y las drogas, BoJack se transforma casi de manera involuntaria en el símbolo de un proceso emocional tan doloroso como detallado sobre la depresión y la ansiedad.

Una mirada al miedo

El 10 de octubre de 2019, HBO difundió su iniciativa It’s Ok para, a través de micros y soporte de una línea especializada, difundir información y promover el debate sobre la salud mental, luego de recibir algunas críticas por la forma en que varios de sus programas emblemáticos muestran diversos trastornos psiquiátricos. Las intenciones del canal son incluir cortos antes de episodios seleccionados de sus shows insignes cuyos personajes padezcan cuadros mentales complicados.

¿Se trata del paso definitivo hacia un análisis más directo sobre la salud emocional y psiquiátrica en nuestra época? La escritora Flannery O’Connor, que además de sufrir de varios padecimientos físicos también sufría de ansiedad y depresión, solía decir que los trastornos psiquiátricos en el arte debían ser analizados con “el ojo no sentimental” para comprender su extensión y el sufrimiento que pueden provocar.

¿La pantalla grande y chica lo ha hecho de forma adecuada? Todavía es una pregunta sin respuesta y un debate que necesita profundizarse. ¿Puede ser Joker una puerta abierta al debate? Sólo queda esperar.

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