Crónica

Caracas Comic Con, un oasis de sueños en medio de la guerra

¿Se realizaría el evento Caracas Comic Con pautado en abril de 2017? Venezuela, en un déjà vu a lo vivido en 2014, estalló en protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro. Esta vez, las técnicas de represión oficialista serían más ofensivas. El Comic Con, organizado en el Urban Couplé del CCCT, quedó como un oasis de sueños en medio de la guerra

Composición fotográfica: Iván Zambrano / Fotografías: Andrew Parababi
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Luego de horas de silencio en la cuenta oficial de Twitter del Comic Con, se anunció, el viernes siete de abril, que lo pautado seguía en pie. Con casi toda la Línea 1 del Metro cerrada y una marcha que partiría desde la av. Francisco de Miranda, el evento abrió sus puertas el sábado ocho.
El Urban Couplé es una burbuja. Nada de lo que sucedía en el exterior permeaba las paredes. Solo quienes estaban atentos a sus smartphones se enteraban de que la oposición pretendía llegar a la Defensoría del Pueblo, mientras la Policía Nacional Bolivariana (PNB) repartía bombas lacrimógenas como un crupier entregando cartas del destino.
A la 1:00 pm, Comics AMT presentó, en la tarima principal, Revancha Vinotinto, el primer cómic venezolano sobre fútbol, creado por Anthony Alvis e ilustrado por Alexa Guzmán. Comics AMT es la única editorial de cómics venezolana. Dirigida por Andrés Madrid, tiene más aires de proyecto que de realidad. La crisis, contra la que protestaban a esa hora miles de venezolanos, ha puesto trabas a su ambición.
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Pasadas las 2:00 pm, los marchantes fueron emboscados por la PNB. La Libertador, los alrededores de El Recreo, Bello Monte, Chacaíto… por todos lados había gas lacrimógeno. Más de uno huyó sorteando las aguas putrefactas del Guaire. Un grupo de protestantes, a las afueras del Centro Comercial Ciudad tamanaco (CCCT), insultó a los represores. Estos respondieron como sabían: violencia, odio y más bombas. Las personas corrieron hacia el centro comercial. Quienes ya estaban dentro se alarmaron. El CCCT devino hipódromo.
Muchos trataron de entrar al Urban Couplé. La seguridad lo impidió y prohibió tanto la salida como la entrada de aficionados durante dos horas. Las agresiones habían sucedido fuera del centro comercial, pero el miedo se había regado dentro.
A las 5:00 pm, llegó la calma. La mayoría de quienes asistieron a la inauguración del evento decidieron irse. Afuera les esperaban imágenes posapocalípticas: escombros, barricadas, heridos. Según El Estímulo, 51 personas fueron detenidas ese sábado, en todo el país, por protestar.
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Un evento importante
Daniela Paolillo estudió animación por computadora en Estados Unidos. De regreso a Venezuela, trabajó en una agencia de publicidad. Aburrida, se vio acorralada por una inquietud: comprar cómics en un país dónde casi no los distribuían. Así abrió DPX Cómics, una tienda con la que importaba publicaciones. “Empecé a ganar más dinero vendiendo cómics que haciendo animación y dije: yo voy a dedicarme a esto y trabajo desde mi casa en pijama. Después, surgió la idea de este evento. Y esto es a lo que me dedico ahorita 100%, 365 días al año, 24 horas al día”, explica la fundadora de esta cita donde la comunidad geek es protagonista.
De caminar erguido y sonrisa de medio lado, Daniela maneja la diplomacia con astucia. “Esta edición de abril ha coincidido con muchas protestas, lo cual le ha dificultado a las personas venir al CCCT —ha afectado la asistencia. Y posponer este evento no es tan fácil. El salón tiene mucho tiempo reservado, hay muchas cosas que han sido planificadas y pagadas desde hace mucho. También hay expositores que están contando con ese ingreso, de vender en eventos. Mover la fecha les afectaría. Esto es un pequeño universo en el que muchas personas se benefician. Somos como una microeconomía”, explicó, antes de asegurar que la organización tenía la fuerza para aguantar un golpe como ese.
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“Acá la economía no nos ha permitido crecer como hubiese sido normal, pero sí hemos crecido comparado a otros eventos. No sé, estoy esperando que el país mejore, para hacer cosas chéveres: tenemos la capacidad, pero la situación es complicada. Además, no hay nada: no hay editoriales de cómic, no hacen casi películas y si las hacen no son de los temas que tocamos en el evento, hay muy pocos estudios de animación que están haciendo proyectos y también las personas han perdido poder adquisitivo. Tenemos todo en contra, pero sigue habiendo el deseo de los fanáticos de reunirse, que eso es el espíritu de estas convenciones: compartir juntos los que nos gusta”.
La convención de los sueños
Aunque parece un freack parede, el Comic Con es en realidad una feria de sueños. Cada stand está montado por alguien que disfruta lo que hace. Era el caso de Christian Castells y Rubén García, fundadores de OSD. Tres paredes delimitaban el área para disfrutar de Vive, un hardware de realidad virtual. Unos lentes te trasportaban a otro mundo —un planeta de Star Wars o un taller mecánico, por ejemplo—, mientras dos joysticks pasaban a ser manos.
Alrededor, había varios puestos de videojuegos. La oferta iba desde FIFA hasta Just Dance. Pero lo que llamaba la atención era un PS4 con lentes de realidad virtual. Ahí estaba Óscar Martínez, de 4Ever, empresa familiar dueña de la mayoría de los stands de videojuegos. Las personas se amontonaban frente al televisor, para ver cómo un usuario se sentaba en un puff, sostenía dos controles que se convertían en pistolas, y era teletransportado a una montaña rusa del terror: decenas de payasos asesinos aparecían blandiendo hachas.
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En el mismo piso estaba Potter fans magic collection. Richard Santana, de 22 años, fue marcado por Harry Potter. Por eso construyó escenografía alusiva a la película. Su madre, Linda Texeira, patrocinó su pasión: hoy día viven de las exhibiciones. Cerca de ellos, se ubicaron los chicos del Palacio de las Orquídeas, una comunidad que difunde la moda japonesa de Lolitas: un look victoriano o rococó. Nada que ver con las ropas diminutas y sencillas de la nínfula de Nabocov. Elibereth Rojas y Eliana Centeno parecían tiernas muñequitas sonrientes, que podían pasar horas hablando de lo que —y lo dejaban bien claro— no era un disfraz, sino una forma de vestir.
Un piso más arriba, Calabozo Criollo celebraba que el domingo nueve logró tener más de 60 personas en un juego de rol. Estuvieron hasta las 7:00 pm. Luis Fernández, internacionalista, repetía lo anterior con orgullo. Daba la cara por la comunidad que promueve los wargames, miniaturas, juegos de mesa y de rol. Lo apoyaba Eleonora Silva, periodista de El Nacional: “Para mí, los juegos son una forma de evadir todo lo que está pasando”. Cada quien encuentra su manera de no enloquecer, la de ella es pintar miniaturas. Luis salió al paso: “Para mí no es un escape. Es un complemento, porque es algo que me motiva”.
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Con emoción similar habló Carlos Rocca, en el primer piso, quien fue un niño con problemas para expresarse. Dibujó personajes ovalados, que tenían un semblante similar al que su propio ánimo exigiera. Las niñitas, comentó, le decían a esos dibujos “bichitos”, con dicción infantil. De ahí derivó el nombre de su marca: Güichos. Vende desde hace dos años personajes hechos de resina, con extremidades de cable. Tiene en mente, dijo, una serie animada y un libro infantil.
Por ahí cerca, resaltaban también los cuadros de César Augusto González. Economista e ingeniero, se aburrió de la oficina. Se convirtió full time en artista plástico y digital. Un cuadro de Gokú y otro de Wolverine obligaban a dirigir la vista hacia su puesto. “Sí, claro”, respondió, como si fuera una obviedad, cuando se inquirió si de verdad le compraban cuadros que podían costar hasta diez salarios mínimo.
Un día con poco público
Para quien creció en los 90, escuchar a Rafael Monsalve decir: “Holaaaaaaaa, enfermera”, era recordar tardes de diversión. Monsalve fue la voz en español de Yakko Warner, en Animaniacs. El jueves 13, se subió a la tarima principal a hablar de su trabajo. Fue el día de las 27 estaciones del Metro cerradas. En el Urban se podía caminar sin tropezarse.
“Estamos viviendo situaciones muy duras. Me asombra que haya más gente de la que yo esperaba. Acabo de salir a la terraza del CCCT y vi la marcha que va desde el Márquez para la Iglesia de San Pedro. Eso me emociona”, el talente serio de Monsalve contrastaba con los ademanes infantiles que exhibió sobre tarima. Con más de 30 años en el mundo del doblaje, sigue haciendo su oficio para AE, History Channel, Discovery Channel y Discovery Kids. Lo compagina con su pasión primogénita: el teatro. También organiza el Festival de la voz de El Hatillo y produjo su primera película: Hijos de la sal. “Mi cuota por el país es estar aquí, seguir haciendo teatro aquí, asistiendo a estas actividades. Creo mucho en la gente joven. En la gente que está aquí vendiendo sus sueños, que se maquillan y vienen. Como la gente que se levanta y le echa pichón todos los días. Como la gente que conocí en el festival de jóvenes directores. Apuesto por esa gente”, dijo.
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Laura Hernández, alias Drop Cris, fue otra de las concurrentes especiales. Mientras descansaba en el stand de invitados, varias personas le solicitaban una foto a la cosplayer —persona que se disfraza para interpretar un rol— que hacía de D.gray-man. En 2015, ganó un concurso de Cosplay en Colombia, en la modalidad de parejas: ella y su compañero hicieron las veces de Sakura y Shaoran. El Cosplay o Costume Play, como su segundo nombre lo indica, es un juego de disfraz: los interesados o fanáticos se embuten en los atavíos de sus personajes favoritos para encarnar un papel de ficción incluso fuera de escenarios y tablas. Unos lo consideran moda y otros una forma de vivir ensayando una idea propia o imaginaria.
Laura y su partner se habían inscrito mandando una foto tres semanas antes del evento. Los aceptaron y en 15 días debían preparar los atuendos. Luego de comprar los materiales necesarios, tocó la parte difícil. “Pasamos 38 horas sin dormir, pintando los trajes. Fue horrible”. Una vez en Colombia, se sentían inferiores a los otros intérpretes, con trajes confeccionados en países donde no hay escasez. Pero Laura y su compañero quedaron de primer lugar: “Cuando llegas al evento y haces lo que te propusiste hacer, ahí dices que valió la pena”.
Con más de 50 interpretaciones hechas, destacan su predilección por Sakura y Naruto. Laura tiene 23 años. Entró a ese mundo a los 15. La niña reservada de Barinas hizo amigos por todo el país. En esta edición del Comic Con, lamentó no poder compartir con todos. Muchos no pudieron viajar por las protestas. “Una muy mala suerte. Porque estaba muy emocionada y me tocó un momento bastante chimbo. La participación del público no está cómo se esperaba. Por lo menos en mi caso, es difícil que tú estés disfrutando y que al mismo tiempo, al lado, haya gente sufriendo. No es que uno sea desconsiderado, pero esto es una cosa que se planificó con tanto tiempo, que no puedo faltar. Pero es muy complicado, porque tú te sientes mal por lo que está pasando: ves en la calle que hay protestas. Te afecta psicológicamente”. Cual premonición, ese jueves, Los Teques viviría una larga noche de disparos y saqueos.
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El gran día
El sábado 15 apenas se podía caminar entre los abarrotados stands de cómic. La mitad de los asistentes imitaba a diversos personajes. Era como si la ficción invadiera la realidad. Ese sábado, no hubo grandes protestas ni estaciones de Metro cerradas. Se celebraría una eliminatoria de la Yamato Cospley Cup, el campeonato de cosplay más grande de Latinoamérica. El primer y segundo lugar clasificarían a la ronda final, a celebrarse en noviembre, para determinar al representante de Venezuela. Uno de los de los jueces sería Isabella Lillo, alias “Mao”, que ha sido jurado tres veces en concursos en Ecuador y Colombia.
De 27 años, es diseñadora e ilustradora. Vestida de Bayoneta II, atendía a las decenas de personas que hacían cola para retratarse junto a ella. Su novio, mientras tanto, vendía las fotos que él mismo le tomó. Ambos, eso sí, estaban pendientes de las manifestaciones. “Yo he marchado desde chamita. Me pesa no poder estar marchando ahorita, pero esto son compromisos”, dijo Isabella.
Más tarde, en el teatro del Urban, hasta había espectadores parados. Andrés Arévalo, el showman, apareció sobre el escenario con una capa y una corbata roja de moño. Presentó a los miembros del jurado de la Yamato: Dairo Piñeres, director de teatro; Yosuke Sasaki, agregado cultural de Japón; Isabella Lillo; Laura Hérnandez; y el también cosplayer, Erik Santiago. Ellos, previamente, evaluaron los trajes de los participantes. Luego, ante el público, los concursantes escenificaron a sus personajes. Para esta eliminatoria había ocho personas inscritas, pero solo pudieron viajar a Caracas cuatro.
El tercer lugar fue para un Power Ranger rojo, Gabriel Galindez, quien se “transformó” in situ valiéndose de los asistentes de escenografía: luego de que él hiciese los gestos adecuados, le arrancaron la ropa cual striper. El segundo lugar fue para Lisbeth Guaregua, que interpretó a Azura, paseando con gestos de diva. Y el primer lugar fue para Edwin Chávez, vestido de King Kong. Su escenografía incluyó una barbie, para simular a Ann Darrow. Cuando se supo ganador, golpeó su pecho y gruñó a todo gañote. Quizá así sea la parte de Venezuela que se mantiene en pie: un gorila que huye de la tiranía de un mercenario y escala hasta la cima de una torre, para desahogarse en un rugido mientras decenas de avionetas le disparan.]]>

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