La noche del lunes ocurrió una tragedia de esas silentes —desde el punto de vista mediático— pero dolorosas, como una bomba que explota bajo el agua y destruye ecosistemas. La muerte repentina de Soraya Rojas, ex gerente en compañías como Evenpro y Water Brothers y manager de C4 Trío, ensombreció al mundillo de la producción de espectáculos en Venezuela.
“Estamos absolutamente devastados”, manifestaron a través de sus redes sociales los integrantes de C4. Y tras ellos, más músicos, compañeros de labores, periodistas, amigos y gente del medio dejaron una catarata 2.0 de condolencias, lamentos y mensajes de los que destilan dos rasgos fundamentales del personaje: el profesionalismo y la bondad.
Como gerente de producción de Evenpro, Rojas estuvo detrás de megaproducciones de artistas extranjeros en Venezuela, Panamá y Ecuador. Solía recordar, como la mayor proeza, el segundo Caracas Pop Festival (2002), en el que el ex Pink Floyd Roger Waters ofreció un concierto apoteósico que tuvo como utilería incluso un helicóptero sobrevolando a la multitud.
Soraya, que se conectó con la música desde su paso por las oficinas administrativas del antiguo Iudem (Instituto Universitario de Estudios Musicales), ahora Universidad Nacional de Las Artes, perteneció a las primeras generaciones responsables del Festival Nuevas Bandas. Una vez que dio el giro hacia la producción de eventos musicales, avanzó a punta de perfeccionismo hasta asumir un rol fundamental en compañías productoras de espectáculos masivos. Pero —me decía a mediados de junio— a pesar de lo ambicioso y glamoroso de involucrarse en montajes a gran escala de artistas extranjeros, nada le produjo tanta satisfacción como sus aportes al movimiento artístico venezolano.
La Brian Epstein de C4
Algo mutó drásticamente en C4 Trío a partir de aquel memorable concierto del 18 de noviembre de 2012 junto a Gualberto Ibarreto en la Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño. Los cuatristas Edward Ramírez, Jorge Glem y Héctor Molina comenzaron a tocar de pie. Cuidaron su vestuario, pulieron sus discursos entre canciones y dejaron la improvisación exclusivamente para sus frenéticos solos. Algo cambió en aquella presentación, que por primera vez en su historia —cosa nada habitual en proyectos de raíz tradicional—, se apoyó en material visual, con una gran pantalla, efectos de iluminación y un escenario decorado con círculos bicolores. Ese algo que cambió tiene nombre y apellido: Soraya Rojas.
Con C4, Soraya fue lejos. Fue su Brian Epstein (el manager que “hizo” a los Beatles). El ensamble de cuatristas ya era exitoso, pero con ella subió varios peldaños. Ofreció un memorable show con el Pollo Brito e invitados en el Centro Sambil, como colofón de una gira nacional. Ganó un Latin Grammy, cumplió una gira europea de tres meses y grabó un documental con gente como Cheo Hurtado, Horacio Blanco, Guaco y Oscar D’León, producido en formato de DVD para celebrar sus 10 años de recorrido. “Ella tenía claros los pasos que teníamos que dar para posicionarnos de otra manera en el mercado, partiendo de que hacemos música instrumental y con cuatros —dice Edward Ramírez— Era un mujer con un empuje, una alegría, unas ganas extraordinarias de hacer las cosas bien”.
Primero estaban reacios a los cambios —lo comenta Glem, con una sonrisa melancólica— pero ella los persuadió. Se involucró tanto en sus asuntos que la llamaban mamánager. Al mismo tiempo que los mandaba a afeitarse o pulir los zapatos, conseguía que el modista Eduardo Kano les confeccionara los trajes para presentarse en los Latin Grammy en Las Vegas.
Era enérgica, detallista, omnipresente. Podía pasearse por cada aspecto técnico y hasta emocional del negocio. Molina, afectado, escribió: “Estaba pendiente de nuestros proyectos personales, se hizo amiga de nuestras esposas, consentidora de nuestros hijos, amiga de nuestras mamás… Tomaba las fotos, vendía los discos, se metía en temas de iluminación, sonido, escenografía, música… ¡No me quiero imaginar si hubiese sabido tocar cuatro!”
“Yo me enamoré de C4 —así lo afirmaba Soraya no hace mucho—, el corazón se me regocija al ver a la gente parada aplaudiendo cuando se oyen esas cuatro cuerdas sonar en su máxima expresión”.
World music en traje de gala
En 2013 la plataforma Guataca, dirigida por el guitarrista Aquiles Báez y el empresario Ernesto Rangel, decidió dar un giro de timón e inventarse el Festival Caracas en Contratiempo como una gala que llevara al primerísimo primer plano de la ciudad lo que venía ocurriendo en ciclos de recitales que se realizaban —y siguen— en Trasnocho Cultural. Y, para hacerlo bien, decidieron reunirse con ella.
“Los convencí de que tenía que ser algo diferente —relató la propia Soraya. Que no fuera simplemente un escenario más grande pero con lo mismo que se hacía en Trasnocho. Hicimos un trabajo de investigación sobre las agrupaciones que se iban a presentar, sobre el género, lo que iban a tocar, y trabajamos los videos e iluminación tomando como base las letras y los ritmos”.
Ese simple cambio de mentalidad, analiza Ernesto Rangel, llevó la cita a otro nivel: “Apenas se incorporó, todo mejoró. Ella se empeñó en realzar el aspecto visual de lo que se proponía con la música. Hizo que los artistas hicieran cosas a las que no estaban acostumbrados. La música venezolana no suele estar vestida de esa manera tan elegante, tan hermosa”.
Rangel agrega que Rojas estaba comprometida con las manifestaciones cívicas en Venezuela: “Ella sentía que todos teníamos que ayudar para que el país cambiara. En 2014 —en el marco de las protestas antigubernamentales— cuando hicimos la canción y el video con el video Los estudiantes (volver tus sueños realidad), ayudó en todo lo que pudo”. “Sueño con que parte de la reconstrucción de Venezuela genere también oportunidades para la música —me comentaba Rojas este año. Que hagamos grandes conciertos aquí. Que nuestros muchachos no se tengan que ir a otra parte del mundo buscando oportunidades porque la verdad es que los vamos a necesitar aquí para reconstruir”. Gunilla Álvarez, su colega y amiga, la define así: “Una combinación de ambiciosa por la excelencia con humana y cercana. Muy competitiva, pero generosa y solidaria al mismo tiempo”.
Soraya Rojas, madre de dos y abuela de una, era una mujer elegante, proactiva, sana. 54 años de edad y un espíritu joven. El fin de semana pasado acusó malestares estomacales. Los dolores abdominales se agudizaron y la obligaron a ir a emergencias este fatídico lunes, cuando los médicos dieron con un diagnóstico alarmante: una sepsis, como se le llama a la respuesta inflamatoria de un organismo inmunológicamente inestable ante una grave infección producida, generalmente, por una bacteria. Pasó a terapia intensiva, siguió luchando y, en pocas horas, su corazón se detuvo.
Los restos de Soraya están siendo velados en el Cementerio del Este, La Guairita, en su natal Caracas, donde será sepultada.