Íconos

El tumbao inmortal de Celia Cruz

Celia Cruz cumpliría 90 años este 21 de octubre si un cáncer en el cerebro no le hubiese apagado el son. La Reina de la Salsa, con su tumbao y nunca caminando de lado, elevó su raíces cubanas hasta los rincones más recónditos y las almas más frías con su cantar. Grammys, dúos, bendiciones y colores. Su vida fue un verdadero carnaval

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En la Cuba de comienzos de siglo pasado, la del General Machado y su dictadura, de las tabacaleras y la vida en blanco y negro, nació Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso el 21 de octubre de 1925 – aunque se le conozca comúnmente por su tercer nombre y su primer apellido.

Todo comenzó con shows de talento para aficionados en los que participaba desde los 14 años. El corazón de la isla del Caribe, con ínfulas de democracia general tras general, también presenció el crecimiento de la que sería una de las salseras más reconocidas en todo el mundo. Su voz potente e inquebrantable, sus pelucas de colores y maquillajes estridentes trascenderían aquella Cuba atrapada en el tiempo. Celia revolucionó hasta a los más demócratas.

Que sea reconocida como “La Reina de la Salsa” no es de gratis. Celia estudió teoría musical, piano y voz en el Conservatorio Nacional de Música de la isla. Desde ese momento empezaron los aplausos y los encores. Su vida fue un carnaval de géneros, de altibajos, de colores y emociones provocadas con sus letras caribeñas. Oye cómo va su ritmo, con el que su energía se hizo sentir: salsas, guarachas, boleros, guajiras y el son cubano inundaron su repertorio musical. Perteneció a La Sonora Matancera por 15 años, de los que surgieron lazos imborrables y hits que la pegaron del techo. Con “Burundanga”, “Caramelos”, “Yerbero moderno” se hizo dio a conocer cada vez más. Fue entonces cuando el amor la tomó por sorpresa, con una trompeta en la mano y su mismo gentilicio. La eterna enamorada contrajo nupcias con Pedro Knight, uno de los dos músicos de instrumentos de viento de la agrupación y su manager, el 14 de julio de 1962. Celia y Pedro, de esos que hacen cumplir sus votos matrimoniales, de los que mantienen su unión hasta que la muerte los separe, hasta el adiós terrenal de la cantante.

Para los años 60 ya vivía en Estados Unidos –luego de salir vía México para nunca volver a las orillas de Fidel Castro- y para los 70 dejó volar su creatividad de la mano del compositor Tito Puente. Miles de ensayos, canciones y conciertos a dúo le siguieron, como si el éxito fuese tangible y se detectara a distancia, persiguiéndola. Su tumbao acompañó voces de distintas latitudes, todas con ansias de su sabor, entre ellas Johnny Pacheco, Willie Colón, Pete «Conde» Rodríguez, Ray Barretto, la Sonora Ponceña, Fania All Stars, Dionne Warwick, Patti Labelle, David Byrne, Gloria Estefan y Wyclef Jean. Incluso, “La Guarachera de Cuba” grabó “Vasos vacíos” junto con la banda argentina de rock Los Fabulosos Cadillacs. Entre sus canciones más conocidas están: “Carnaval”, “Yo viviré”, “La negra tiene tumbao”, “Ríe y llora”, “Oye cómo va”, “Quimbara”, «Cucala», «Usted abusó», «Toro mata», «Vamos a guarachar», «Vieja Luna», «No aguanto más», «La sopa», «Dos días en la vida», «Contrapunto musical», «La pachanga» y pare de contar. Hubo Celia para rato.

Y, en efecto, el éxito la persiguió: una estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood en 1987, cinco Premios Grammy y hasta una “Celia Cruz Way”, como fue bautizada la Calle Ocho de Miami en su honor, un premio Éxito de Vida, de la institución Smithsonian, la Medalla Presidencial en las Artes de la República de Colombia, el Premio Éxito de Vida de los Hispanic Heritage Awards, y Celia: Mi vida, biografía con más de 500 horas de entrevistas con la periodista mexicana Ana Cristina Reymundo. Su impacto en el mundo de la música fue tal que desde 1997, todos los 25 de octubre se celebra el Día de Celia Cruz en la Ciudad de San Francisco, a pesar de haberse pautado cuatro días después de su fecha real de nacimiento.

Colorida en su vestir y sabrosona en su andar y bailar, Celia le brindaba a su público sonrisas, y sonrisas recibía. Su empatía fue contagiosa de principio a fin en cada concierto. Hasta en sus últimas presentaciones, cuando caminaba con paso lento y cuidadoso y un tumor maligno le carcomía su cerebro y sus años por vivir, Celia tenía tumbao. De La Habana al Bronx estadounidense, la cantante murió el 16 de julio de 2003 a sus 78 años en New Jersey. A pesar de haber fallecido en tierras norteamericanas, una gran bandera cubana cubrió su ataúd y miles de lágrimas latinas cayeron en su funeral. Más de cincuenta años de carrera musical resumidos en una palabra, que se convirtió en sentimiento: ¡Azúcar!.

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