Íconos

Susana Duijm, reina hasta el final

Con la caraqueña Susana Duijm nació el mito de que las mujeres más bellas del orbe están en Venezuela. Fue la primera latinoamericana en ser coronada Miss Mundo. Falleció en junio de 2016, pero su estrella no deja de fulgurar en la memoria cuando llega un nuevo concurso y una nueva camada de aspirantes

Texto: Orlando Suárez | Fotografía: Terry Fincher
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“Porque su personalidad mereció los más encendidos elogios y las más despiadadas críticas desde un principio. Porque su significación sociológica constituye todavía un fenómeno inagotable (…) Resulta ser uno de los personajes más atractivos de la Venezuela contemporánea, un monumento nacional o más bien un fenómeno auténtico que admite todos los comentarios y todos los estudios sociológicos (…) Es, en resumen, Susana Duijm, un monstruo sagrado sin discusión, de la que ya se ha dicho todo, o casi todo, y una auténtica reina del mundo. Es Susana de Venezuela”.

El párrafo anterior es un extracto de la introducción realizada por el hombre de medios Ricardo Tirado para el libro Amores públicos (Fundación para la Cultura Urbana, 2004), en el que recogió coloridas anécdotas de la vida de la primera latinoamericana en obtener el título de Miss Mundo, Susana Duijm, fallecida a los 79 años, en la clínica La Fe de la isla de Margarita el 18 de junio pasado.

El texto pretendía ser una aproximación a lo que se extendería hasta convertirse en la biografía oficial que ambos habían pactado, porque “se acordaba de cosas que ni yo me acordaba, tenía unas fotos fabulosas”, comentó la reina a este redactor en julio de 2013. La tarea quedó inconclusa por la desaparición física de Tirado.

El principio

Abraham Isaac, judío nacido en Suriname; y Carmen, oriunda de Aragua de Barcelona, formaron hogar en la quinta María de la avenida principal de El Paraíso (hoy avenida Páez), donde el 11 de agosto de 1936 nació Carmen Susana Duijm Zubillaga. Dos años después, el 28 de febrero, llegó al mundo Gioconda, quien completaría la familia, tras las muertes prematuras de dos pequeños que sólo vivieron nueve meses y tres años, respectivamente.

El trabajo del padre -técnico petrolero especializado en pozos- trasladó la residencia familiar a Aruba, donde permaneció hasta 1950. La experiencia permitió a las pequeñas tener algunas nociones de inglés, papiamento y holandés. De vuelta al país, ingresaron a la escuela de la Mene Grande Oil Company en San Tomé, para, un tiempo después, regresar a la capital.

Ya en edad de producir, Susana se desempeñó como dependienta en los Almacenes Hudson de El Silencio y, más tarde, como recepcionista de la Organización Ciudad Balneario Higuerote, donde laborada cuando comenzó sus andanzas en el mundo de las pasarelas. Su coronación como Miss Venezuela 1955 produjo la mudanza de la familia de Lídice al edificio Cleopatra, ubicado en la avenida Miguel Ángel de Colinas de Bello Monte. Allí vivió hasta 1961 cuando decidió crear su propia familia.

Siempre la primera

Susana Duijm incursionó en los certámenes de belleza al participar en la elección de Miss Distrito Federal 1955. Aunque finalmente la banda cruzó el pecho de Mireya Casas Robles, la insistencia y las diligencias de Héctor Briceño y Samuel McGill la convirtieron en Miss Miranda. Tenía en su haber un trabajo fotográfico con Alfredo Brandler, responsable de realizar un calendario para el Ministerio de Fomento.

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La noche del 9 de julio de 1955, Mireya y Susana volvieron a estar frente a frente en el salón Naiguatá del hotel Tamanaco, dividiendo la opinión del jurado integrado por Reinaldo Herrera Uslar, Héctor Briceño, Reinaldo Espinoza Hernández, Manuel Felipe Rugeles, Rodolfo Belloso, Wolfgang Larrazábal y Carola Reverón de Behrens. Tras minutos de discusión, se produjo un diálogo harto repetido por la propia protagonista y por los historiadores del concurso nacional. “Como único militar en el jurado, yo decido que la ganadora es Mireya Casas Robles”, dijo Larrazábal. Frente a esas palabras, Reverón de Behrens contestó: “Como única mujer en el jurado, propongo que la decisión se defina con aplausos del público”.

Fue así como Carmen Susana Duijm Zubillaga se convirtió en la primera y única Miss Venezuela electa por votación popular, directa y pública, en los 64 años que recién cumplió el certamen. Los premios brillaron por su ausencia: “Puras promesas. Ni maquillaje ni vestuario de Selemar ni carro”, contó.

El triunfo apenas le dejó tiempo para preparar las maletas, con el objetivo de viajar a Long Beach, sede californiana de Miss Universo 1955. Allá compartió habitación con Miss Nuevo México, Joan Schwartz, y el 22 de julio figuró como una de las cinco latinas en el grupo de semifinalistas que recorrió el Auditorio Municipal. La experiencia, no obstante, le depararía una sorpresa: en el lugar se encontraba el presidente de Miss Mundo, Eric Morley, quien la invitó a formar parte de la quinta edición del concurso londinense.

De regreso a Caracas, informó lo sucedido a Carola Reverón de Behrens, el hada madrina que la ayudó a conseguir los pasajes y a armar el ajuar con el que enfrentaría el nuevo compromiso. Todo parecía resuelto, pero un nuevo obstáculo apareció en el camino.

Confusión de fechas la llevó a aterrizar antes de tiempo en el aeropuerto de la capital británica. Sola y vulnerable, se sentó sobre las maletas y rompió a llorar. La imagen fue captada por un reportero del tabloide Daily Sketch, quien la abordó para conocer el motivo de su congoja. Al día siguiente, el diario publicó en su portada una gran fotografía titulada “Belleza suramericana perdida en la neblina londinense”. Hasta la redacción llegó Morley para rescatarla, ubicándola en la habitación que más tarde compartiría con Miss Cuba, Gilda Marín; y Miss Honduras, Pastora Pagán Valenzuela.

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Lo que parecía una fatalidad terminó jugando a favor de Susana: el periódico se encargó de hacerle seguimiento con la publicación de frecuentes notas, dirigiendo las miradas hacia su humanidad extendida en 174 centímetros y modelada por 86, 54 y 86 centímetros de busto, cintura y cadera, respectivamente.

Esa fue la antesala de lo que sucedería el 20 de octubre de 1955, en el Lyceum Theatre, donde se convirtió en la primera venezolana y primera latinoamericana en ser electa Miss Mundo, en un grupo en el que además destacó por ser la única con el cabello largo. También fue la primera triunfadora de este concurso en lucir corona, ya que sus predecesoras solo obtuvieron trofeos. La celebración ocurrió en el Café París.

Tras la decisión, dos miembros del jurado justificaron el veredicto. La actriz estadounidense Gloria Swanson dijo: “Merecía ser Miss Mundo por su figura y hermosas largas piernas”, y la diva sueca Anita Ekberg afirmó: “Ella posee el cabello y el color de piel más hermosos que haya visto en mi vida”.

Conocida la noticia, no tardó en llegar un telegrama del jefe de Estado: “Su triunfo es el triunfo de Venezuela. Compatriota y admirador, MPJ (Marcos Pérez Jiménez)”. Recibió 500 libras esterlinas, trofeo de plata (único recuerdo que conservaba) y un descapotable rojo valorado en 1.000 libras esterlinas que arribó por barco. “Papá lo chocó y sólo me quedó vender el motor”, relató después.

La reina de todos

El sentimiento de orgullo se extendió por todo el país y contó con inverosímiles expresiones. En su honor, Heriberto Álvarez, dueño de una lunchería en Plaza Venezuela, creó una arepa rellena con pollo, aguacate y mayonesa que llamó “reina pepiada”. Y una fotografía suya fue seleccionada para identificar el long play ¡Criollísima! del maestro Aldemaro Romero.

Durante su año de reinado visitó 19 países de tres continentes (Europa, Asia y América), eficaz terapia para perder el miedo a volar; fue objeto de tres o cuatro recibimientos en el país, donde presidió caravanas carnestolendas y se convirtió en la musa del diseñador ruso Oleg Cassini, quien la llevó a firmar contrato por un año con la prestigiosa agencia Barbizon de Nueva York. El hacedor de moda decidió divorciarse para proponerle matrimonio. Sin embargo, la única relación admitida por Susana fue su romance con el actor George Hamilton, quien siguió sus pasos hasta Venezuela.

Entre sus andanzas por el mundo destaca otra anécdota. Maquillada y peinada por un cotizado estilista parisino para una sesión fotográfica, quedó insatisfecha por el resultado, porque no se sentía ella. Entonces se soltó el cabello y se lavó la cara ante el asombro de unos y la furia de otros. Así se convirtió en la primera y única venezolana en aparecer en la portada de la sesentona revista París Match con el título “Carmen, la salvaje”.

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La proyección internacional lograda por Susana Duijm la hizo recibir ofertas para trabajar en México, Italia y España. Estudió actuación con Horacio Peterson y debutó en la televisión nacional con La isla de las perlas, junto al galán del momento, Héctor Hernández Vera. El productor azteca Valentín Pimstein la mantuvo seis meses en la cartelera del teatro-cabaret Terraza Casino con Las razones de Susana. Y la hispana Celia Gámez la colocó al frente de La dama sin camelias en el madrileño teatro Eslava, en lo que inicialmente sería una temporada de tres meses que se extendió por 10.

Además, fue seleccionada por los productores de la Metro Goldwyn Mayer como doble de la mítica Audrey Hepburn, para el rodaje de la película La flor que no murió realizado en territorio venezolano. Aunque no conoció a la estrella belga, mantuvo una buena relación con Anthony Perkins.

En pleno disfrute del éxito, decidió alejarse de los focos, para aceptar la propuesta matrimonial del publicista argentino Martín del Valle Cerruti, a quien conoció durante una carrera de automóviles. La historia sufrió un giro.

El después

Junto a Martín del Valle, Susana Duijm procreó tres hijos: Carolina del Valle (06/06/1962), madre de Andrea; Marianella del Valle (10/08/1964), madre de María Alejandra y Luis Armando; y José Martín (09/05/1966), padre de Susana Isabela.

Tras siete años de unión decidió solicitar el divorcio y tardó tres más en regresar al medio artístico. En la nueva etapa, acompañó a su hija Carolina durante su participación como Miss Apure en Miss Venezuela 1983. “Por ser mi mamá un ícono, no disfruté la experiencia tanto como las demás. Siempre había como ese saborcito en el ambiente. Había una actividad con los familiares y yo llegaba con mi mamá, lo que causaba ciertos comentarios, pero… ¡es mi mamá! Menos mal que ella es una mujer con los pies en la tierra, honesta, desinteresada y ayudaba a las demás, hablando con los maquilladores o con los diseñadores para hacerles sugerencias que las favorecían”, relató la primogénita en octubre de 2014.

El cuento es confirmado por el recuerdo de Miss Nueva Esparta 1983, Evelyn Luján, quien conversó con este redactor en junio de 2013: “Un día se me paró al lado (Susana) y me dijo, de una forma muy educada, ‘Estás caminando mal. Tienes que hacerlo como si tuvieras un medio metido entre las nalgas… ¡y no se te puede caer!’. Después de eso, cada vez que estaba en la pasarela, decía virtualmente: ‘El medio no se me puede caer’”.

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La experiencia compartida marcó otro hito: por primera vez una Miss Mundo vio participar a su hija en el mismo concurso.

La dupla llamó la atención de los ejecutivos de Venezolana de Televisión, colocándola al frente del programa Mujeres. Cerrado el ciclo, en 1994, la reina fijó residencia junto a su hermana en La Asunción, donde adquirió una casa que identificó con el año de su coronación: 1955. Más tarde, también acogería a José Martín.

En territorio neoespartano, condujo el programa ¡Qué tal!, transmitido por Telecaribe, y se desempeñó como relacionista de Rattan. Hizo un alto en sus actividades locales para intervenir en la telenovela Amor a palos de RCTV y, más tarde, en el reality “Bailando con las reinas” de Súper sábado sensacional.

Instalada definitivamente en el estado insular, mantuvo el espacio radial De tono a tono con Susana, por la señal de 98.1 FM, y jugaba al bingo con frecuencia: “¡Qué más se puede hacer en la isla!”, se le escuchaba.

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