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Carlos Andrés Pérez, de “asesino” a Presidente

Entre innovaciones y prejuicios, Carlos Andrés Pérez supo posicionarse en el gusto del electorado venezolano hasta alcanzar la Presidencia de la República por primera vez en 1973. Fue el mercadeo de "el gocho", en su primera campaña, lo que modernizó la política venezolana sin marcha atrás

Fotografía de portada: AP / Fotografías dentro del texto: AP, Fundación Fotografía Urbana y Archivo Ángel Echeverría
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Ni él, ni Venezuela lo sabían, pero los 16 meses que duró la primera campaña presidencial de Carlos Andrés Pérez, nacido el 27 de octubre de 1922 y fallecido el 25 de diciembre de 2010, marcaron un punto de no retorno en la política venezolana. Su estrategia, innovadora y osada, lo catapultó a la silla presidencial en las elecciones del 9 de diciembre de 1973 con 2.130.743 votos (48,7%), sobre el candidato copeyano Lorenzo Fernández que obtuvo 1.605.628 (36,7%). Se consideró un éxito para la democracia del país, aún naciente, lograda con una participación del electorado criollo de casi 97% y labrada a pie, con sonrisas y mucha cabeza.

A pesar de ser acusado por malversación de fondos a finales de su segundo mandato –hecho que consideró su muerte temprana–, Pérez pasó a la historia como un hombre enérgico y sonriente. El magnetismo que irradiaba en su campaña se palpaba en sus fotografías de campaña o sus cuñas televisivas. Desde comprar raspados hasta besar bebés, Carlos Andrés se proyectó como un hombre accesible para los venezolanos y hay quienes comparan este halo con el del también fallecido expresidente Hugo Chávez. “Es difícil hacer las comparaciones. Sí, ambos eran oradores, aunque decían cosas muy distintas. Pérez tenía un compromiso con Venezuela y otra visión política. Chávez no recorrió el país como Pérez. Incluso, puedes comparar a Pérez con Capriles y hay una diferencia del cielo a la Tierra”, dice Diego Arria, diplomático y político venezolano, quien fue parte del equipo de campaña de su primera candidatura presidencial.

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La clave del éxito

No todo le vino como anillo al dedo de comienzo a fin. El Pérez que se presentó al electorado en 1972 tenía un reto: cambiar la imagen de policía implacable que se ganó cuando fue el ministro de Relaciones Interiores de Rómulo Betancourt. La dureza de sus políticas contra la guerrilla o cualquier conspiración contra la recién nacida democracia venezolana le aseguró la fama de “policía asesino”. Ángel Echeverría, quien fue uno de sus fotógrafos de campaña, recuerda haber escuchado la acusación más de una vez cuando Pérez iba de gira por el país. “Le decían asesino en su cara, o ‘yo no saludo asesinos’, cuando se le acercaba a cierta gente. No pasaba con frecuencia, pero a medida que la campaña avanzaba lo veían con otra cara. El contacto con el pueblo lo ayudó a humanizarse un poco. Es muy diferente estar detrás de un escritorio a pateando calle”.

Las asesorías políticas fueron el punto y aparte de la campaña. Contó con el apoyo de expertos internacionales como Joe Napolitan, considerado el padre de la consultoría política de Estados Unidos al asesorar a más de 100 políticos en su carrera; y Clifford White, quien aconsejó a presidentes estadounidenses como Harry S. Truman, John F. Kennedy, y Jimmy Carter. El encuestador George Gaither y el productor Robert Squire también se unieron a la campaña de Pérez.

Johan Perozo, periodista y consultor político, destaca la capacidad que tuvo el candidato de transformarse gracias a las recomendaciones criollas y extranjeras: “Pérez pasó de tener fama de hombre duro, radical ante el extremismo de izquierda y la guerrilla, a ser un hombre con mucha capacidad para ejercer cargo, muy alegre, innovador en campaña y con una buena construcción del mensaje”.

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Diego Arria, Simón Alberto Consalvi, Héctor Alonso López, Alberto Federico Ravell, José Enrique “Chelique” Sarabia eran solo algunos de los asesores criollos que conformaban el equipo de Pérez en el 73, con David Morales Bello a la cabeza como jefe de campaña. Arria aún recuerda cuando se trazaban planes de acción en el despacho de Pérez y su incidencia en el guardarropa del futuro Presidente: “No había nada que inventáramos de él. Esa era la característica central de la campaña. Me echaban la culpa de que le cambiaba las corbatas, pero eso era por los colores que eran horribles”.

La recopilación del material audiovisual de la época lo atestigua. Pérez tuvo un antes y un después en su imagen, aunque su esencia se mantuvo intacta. “Definitivamente tenía una madera de líder que no se había desarrollado. Por algo era el jefe de fracción parlamentaria de AD (Acción Democrática) y la mano derecha de Rómulo Betancourt en su momento. Se notaba que era un hombre con cierto liderazgo, solo no había tenido la oportunidad de sacarlo a flote. Su trabajo había sido desde dentro”, explica Carlos Oteyza, director del documental CAP 2 intentos.

Desde mítines hasta caminatas, Pérez se mostró vibrante. “Ya no era un andino sesentoso con su flux tradicional. Era alguien que tocaba un sector social no tradicional de AD y eso se reflejó en su vestimenta y en su manera de tratar a la gente”, dice Oteyza, lejano a los hechos, pero crítico ante lo que los medios captaron hace cuarenta años. Desde dentro, Arria enfatiza los esfuerzos inusitados del candidato presidencial para la época: “Venezuela nunca había visto algo parecido. Nunca había presenciado una movilización tan intensa por el país. Nunca un candidato había estado tanto en radio y en televisión opinando, contestando. Además de la naturalidad, de que nada era preparado, de que era una cosa realmente democrática”.

A Pérez no le importaba ensuciarse los zapatos mientras recorría el país, “eso era tierra pa’cá y tierra pa’llá”, rememora Echeverría: “Un día estábamos en Guárico de gira, en el pueblo de Simón Díaz, y unos caballos empezaron a ir delante de la marcha. En una de esas, uno de los caballos reventó de cansancio y quedó tendido de largo a largo. Pérez casi se cae encima de él, pero del tiro dio un salto y siguió echándole bolas. Así era”.

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La energía que desbordaba sobre el asfalto le acreditó uno de sus slogans de campaña. Echeverría, quien siempre tenía que caminar –más– rápido para tomar las mejores fotos del gocho, asegura haber presenciado cómo la frase que lo definiría hasta la actualidad surgió de un simple comentario en un recorrido por San Cristóbal, mientras dos campesinos se sorprendían de su vitalidad. “Ese hombre sí camina’, le dijo un viejito campesino a otro, con un tono cantadito. Eso nos llamó la atención a Miguel de Los Santos Reyero, un periodista que me acompañaba, y a mí. Tomó su libreta y lo anotó. Nos quedamos repitiendo la frase. ¡Era genial! Tenía que trabajarse rápido. Al día siguiente estaba en la prensa y se convirtió en uno de sus mejores slogans”.

Aunque la autoría de la frase se la disputan dentro del equipo de campaña, el compositor Chelique Sarabia se encargó de masificarla con acordes musicales. “Ese hombre sí camina, va de frente y da la cara: ¡Carlos Andrés!”, se coreaba en la canción. Los jingles electorales de Pérez fueron una de las tantas innovaciones de su campaña.

De acuerdo con Perozo, “no solo dio pie al elemento musical como clave de psicología política y motivación para electorado, sino para las cuñas de televisión, que comenzaban a ser una herramienta fundamental. La combinación del plano musical junto a asesores como Arria o Napolitan generaron una simbiosis que permitía ver su energía”. Pérez se convirtió en producto y su política se hizo digerible gracias a las también novedosas investigaciones de opinión pública. Además, el Pérez del 73 ofrecía una imagen diametralmente opuesta a la de su principal contrincante por Copei, Lorenzo Fernández, proyectado como un apacible hombre de familia.

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Más de lo mismo

Las urnas dieron fe de la seguridad que transmitió hasta el final de su campaña. Pérez se convirtió en presidente de la República aquel diciembre para el período 1974-1979, y volvería a serlo en un segundo mandato, entre 1989 y 1993, cuando un escándalo de corrupción daría por culminadas sus funciones. Sin embargo, la seguridad que lo caracterizó en la primera campaña no se perdió en la segunda. “En la primera era un riesgo, se las estaba jugando. En la segunda ya tenía la experiencia. Lo que tuvo que hacer fue ejecutar la estrategia. Ya el personaje estaba hecho, se sentía como pez en el agua. No hacían falta las caminatas, cruzar charcos, esa etapa ya había pasado, pero igual se mostró  muy activo”, explica Oteyza.

Perozo aclara que el elemento más importante de su retorno electoral fue él mismo: “Proyectó la imagen de cuando era el presidente, era el gran relanzamiento del país. Evocaba el recuerdo de la gente, invitaba a que recordaran su gobierno en comparación con la decadencia que se vivió en los mandatos que le siguieron”.

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Para el consultor político Edgard Gutiérrez, el marketing político de Venezuela nunca volvió a ser el mismo después de Pérez. “Mezcló técnicas de mercadeo político audiovisual con estilos de campaña venezolano, enfocadas en las grandes concentraciones. Fue pionero en la norteamericanización de las campañas en América Latina. Muchas de las cosas que se hacen hoy comenzaron hace 43 años con Pérez”. Tanto funcionó la estrategia que ganó la Presidencia no una, sino dos veces. Ese hombre sí caminó.

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