Juan Guaidó, el vertiginoso ascenso de una esperanza
¿Juan Guaidó? Muchos venezolanos no sabían de ese nombre hasta hace pocos días, cuando el diputado asumió la presidencia de la Asamblea Nacional. Desde entonces, se ha ido ganando poco a poco, acción tras acción, la confianza de la gente. Despertó nuevamente la calle y la esperanza en los ciudadanos. Y el 23 de enero hizo historia: se juramentó como presidente encargado de Venezuela. Así se aseguró que de ahora en adelante, nadie olvide su nombre
Lourdes Figueredo ve el río correr frente a sus pies. El bullicioso caudal se desliza por la avenida Francisco de Miranda cargado de banderas, gorras y rostros pintados de amarillo, azul y rojo. Un río tricolor. Ella, ni corta ni perezosa, también está vestida para la ocasión: desempolvó su vieja franela de “Hay un camino”, se caló un sombrero con la palabra “Venezuela” y en sus manos ondea la bandera del país caribeño por el que salió a la calle el miércoles 23 de enero. Un día que quiere seguir siendo historia.
La mujer no deja de sonreír, vitorear y unirse al júbilo que resuena en el municipio Chacao de Caracas. Atendió el llamado a la concentración de la oposición venezolana para defender la democracia y honrar a los allegados que ha tenido que despedir por la crisis nacional. Lucha por ella, por los suyos, por su patria. A veces, también, grita el nombre que hasta hace unos días no sabía a qué persona correspondía: Juan Guaidó. Confiesa que jamás había escuchado del guaireño y se enteró quién era hace tan solo 15 días, cuando el diputado asumió la presidencia de la Asamblea Nacional el 5 de enero de 2019. Desde ese momento, Lourdes tiene toda su confianza puesta en él. “Era la única pieza que nos faltaba porque con todos los contratiempos que ha tenido la Mesa de la Unidad Democrática, él ha sido la salvación”. La sexagenaria considera que él pudo lograr en poco tiempo lo que muchos intentaron sin éxito: la unidad. Y para muestra, un botón. “Aquí está todo el mundo unido y no solamente nosotros el pueblo, los mismos políticos están aquí”, manifiesta al mirar una vez más el torrente ciudadano.
Guaidó, a su parecer, cumple con las características que debe tener un líder. “Es un hombre joven, profesional, inteligente”. Y no pierde tiempo en agregar: “Es buenmozo, ¿qué más quiere? Ese es el hombre”, expresa con emoción. “De verdad que estoy muy feliz de estar aquí”. Empatía en tiempo récord.
Unos metros más allá, en la misma calle de Chacao, Jorge Fermín acapara las miradas de los manifestantes con un pequeño cuadro hecho de cartón y papel que zarandea de un lado a otro con sus manos. En cada movimiento, dependiendo de la perspectiva, se revela una escena: el rostro de Juan Guaidó, luego el mapa de Venezuela para finalizar con la palabra “libertad”. Muchos lo graban, ellos también quieren registrar el arte que los unió a todos en el mismo lugar. Algunas semanas atrás no hubiese ni siquiera podido imaginar que dibujaría la cara de una persona que nunca había observado. Solo le hizo falta asistir a la convocatoria del cabildo abierto que se hiciera en días pasados en la plaza Los Palos Grandes para saber quién era el hombre que está en boca de todos, hasta de sus enemigos.
En ese encuentro el parlamentario se metió en el bolsillo al señor de 80 años. “Tengo confianza en que Guaidó va a ser las cosas bien, claro que sí”. Enterarse sobre la lucha que emprendiera el guaireño en su época universitaria en la llamada “Generación del 2007” como representante del movimiento estudiantil de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), es suficiente garantía para depositar su esperanza en un extraño. Y hasta le hace recordar su osadía juvenil de hace 61 años. “Yo he marchado toda la vida, desde la época de (Marcos) Pérez Jiménez. Tenía 18 años y tiré piedras desde la terraza del (liceo) Andrés Bello, recibí perdigonazos y bombas lacrimógenas”. Para él, salir y mostrar el descontento es la única manera de conseguir un cambio. “La lucha es así, luchando”, suelta como quien pronuncia una verdad absoluta. Las expectativas de Fermín son altas. “Estoy feliz porque lo que va a venir ahorita es tremendo”. Sin presión.
Julio Borges, Henrique Capriles Radonski, Leopoldo López, María Corina Machado. Esos son los nombres con los que María Paredes estaba familiarizada cuando de la oposición venezolana se trataba. En su lista no figuraba ningún Juan Guaidó. Ahora las cosas son distintas, luego de que llegase a la directiva del Parlamento. “Era primera vez que escuchaba el nombre, no sabía quién era él porque estamos acostumbrados a los mismos. No sé qué pasó con ellos, no hicieron nada”. Piensa que el diputado podría tomar las riendas del país y hacer algo mejor. “Juan Guaidó será la única salvación que nos mande Dios. El país está destruido y, ¿quién tiene la culpa? Chávez y Maduro”. El presidente de la Asamblea le gusta, el que no le agrada es otro. “No queremos a Maduro, a Maduro no lo quiere nadie. Que se vaya porque se me ha ido mi familia para el extranjero y todo lo que hemos llorado”. Y sus ojos, nuevamente, se llenaron de lágrimas.
No saber quién es Juan Guaidó no parece ser un desconocimiento generacional. Sabrina y Samanta tienen 20 años y solo habían visto el rostro del guaireño “por ahí en un video viejo” que mostraba cómo lo habían herido en las inmediaciones del Palacio Federal Legislativo. Del resto, admiten que no sabían más de él. “Yo había escuchado un poquito, pero no me imaginé que fuera a juramentarse” como presidente de la AN, asegura una de ellas. Y su hermana gemela agrega: “No pensamos que fuese llegar a más”. Las estudiantes de la Universidad Central de Venezuela (UCV) asistieron a la convocatoria porque la situación les parece insufrible. “Ya estamos cansadas de lo mismo, no nos parece la solución tener que irnos, ¿por qué? Que se vaya Maduro, no nos tenemos que ir nosotros”, confiesa Sabrina.
La joven señala que habían perdido las esperanzas en los políticos opositores “porque nos dan esperanzas y después no hacen nada”, pero Guaidó le da una vibra distinta. “Yo confío en él, de verdad que me da como un sentimiento diferente porque se ve seguro de lo que hace”. A su lado, Samanta añade que el diputado “es la esperanza, el pequeño futuro que le veo a Venezuela”.
Ana Alexandra Vera no confió en Guaidó a la primera. Dudó de su capacidad para reunir nuevamente a los venezolanos en la calle. Ahora confiesa que falló en su pronóstico. “Lo está haciendo bien, muy bien. Es algo distinto a los políticos que teníamos antes. Es alguien que le está echando y creo que despertó una gran cantidad del país”, comenta. Aunque tampoco había escuchado con anterioridad el nombre de quien se juramentara presidente de la AN los primeros días de enero, este 23 de enero salió por una razón: para ver la juramentación de Juan Guaidó, pero como presidente encargado de Venezuela.
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La gente esperaba por Juan Guaidó en los alrededores de la tarima en la plaza Juan Pablo II. Los opositores estaban llamados al cabildo abierto de este 23 de enero a lo largo y ancho de Venezuela, incluso en otras ciudades del mundo. En Caracas se concentraron desde temprano en los nueve puntos para caminar hasta el lugar de reunión acordado. A las dos horas, no había sitio para nadie más: la avenida Francisco de Miranda estaba repleta a la altura de la avenida Libertador y el gentío se extendía hasta Chacao, Altamira, Parque Cristal y Parque del Este. Los palcos VIP estaban reservados para los vecinos que se asomaban desde las ventanas de sus hogares para llenarse los ojos con la multitud. Pero el poco espacio era directamente proporcional a la cercanía con la tribuna en la que haría acto de presencia el hombre por el que todos aguantaban sin chistar bajo el inclemente sol, unos muy pegados a otros. Muchos se quedaron con la ganas de oír en vivo y directo al parlamentario.
La gente esperaba por el diputado y lo hacían saber. “¡Guaidó, Guaidó, Guaidó!”, soltaban con ímpetu de tanto en tanto. Mientras tanto, el oriundo del estado Vargas trataba de sortear la capital que se le iba encima cuando lo veían pasar. Todos querían verlo, tocarlo, tomarse una foto o, por lo menos, hacerle una. Él hacía lo que podía: saludaba a algunos, medio abrazaba a otros.
Juan Guaido pisó la tarima poco después del mediodía. Llevaba zapatos de vestir, un pantalón de jean, camisa blanca sin corbata y un saco azul marino. Entre casual y formal. Estaba rodeado de diputados, dirigentes, figuras políticas de oposición. Y el río tricolor seguía ahí: las banderas le servían de fondo, el escudo nacional adornaba el atril y sobre él, junto a su mano izquierda, la Constitución. Puso su mano en el pecho y vociferó un “Gritemos con brío”. El himno nacional sonó y la gente se unió al canto patriótico a voz en cuello.
El diputado de la Asamblea Nacional pidió a los manifestantes que levantaran su mano derecha. La gente lo imitó. Y Guaidó pronunció las palabras que algunos llevaban días queriendo escuchar: “Hoy 23 de enero de 2019 en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, invocando los artículos de la constitución bolivariana de la República de Venezuela, basado en nuestra constitución ante Dios todopoderoso, Venezuela, en respeto a mis compañeros diputados y miembros de la unidad, juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como Presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres”.
Las palabras fueron bien recibidas. La gente gritó, saltó, festejó. Muchos soltaron lágrimas de alegría, mientras otros se abrazaban para celebrar. También hubo sorpresa, arriba y abajo de la tarima. Y todos soltaron al unísono: “¡Guaidó, Guaidó, Guaidó!”.
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La noticia viajó a la velocidad de la luz. A cientos de kilómetros de la plaza Juan Pablo II, los manifestantes también aplaudieron, gritaron, saltaron. Festejaron, ondearon sus banderas, alzaron las manos. Los que no pudieron llegar, ya lo sabían gracias a los teléfonos y se encargaban de notificarlo en el boca a boca. Juan Guaidó se había juramentado como Presidente interino de Venezuela. “Tenemos presidente, tenemos presidente” era la consigna y le siguió el “Y ya cayó, y ya cayó, este Gobierno ya cayó”.
Daniela Jiménez confiesa que llevaba días muy pendiente de las declaraciones de Guaidó para ver cuando se juramentaría como presidente. Le seguía la pista en redes sociales y se devoraba las entrevistas que le hacían, en busca de una señal. Para ella, la decisión del dirigente del partido Voluntad Popular era “más que obvia”. “Era el siguiente paso que debía dar. Y él sabía que nosotros lo íbamos a apoyar”. Aunque la joven recuerda más los nombres de otros diputados de la AN, cuando surgió el nombre del guaireño le dio un “buen feeling”. La estudiante ucabista dice que Guaidó representa todo lo bueno del venezolano: “Es inteligente, comprometido, echado pa’ lante”.
Para otros, la juramentación fue una sorpresa. Fue el caso de Javier González. “No tenía ni idea, jamás lo pensé”, confiesa. Aunque agrega que “tiene sentido que intentara tomar una acción cada vez más contundente. Tiene un trasfondo muy grande que puede salir bien o muy mal. Es un intento distinto que podría funcionar”, expresa el estudiante de ingeniería de la UCV. Al pensar en adjetivos para Guaidó, se queda con una palabra: valentía. “Él representa la valentía por asumir la presidencia transitoria de un gobierno dictatorial por todo lo que eso puede representar o por las consecuencias. Él igual lo hizo”. Confía en que detrás de sus decisiones, exista un buen plan, una buena estrategia.
La juramentación de Juan Guaidó fue apoyada por el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro. Al poco tiempo, el gobierno de Estados Unidos reconoció al diputado y se unieron otros países como Colombia, Canadá, Argentina, Chile y Panamá. Y para que no queden dudas, como ocurriese hace semanas en un discurso pronunciado en el primero cabildo abierto en Caracas, el propio diputado lo dejó claro en su nueva biografía de Twitter: presidente (e) de la República Bolivariana de Venezuela.
Fundadora de Súmate, recolectó las firmas para el revocatorio de 2004 y fue recibida por George W. Bush en 2005. Hoy se posiciona como uno de los liderazgos más sólidos de la oposición: esta es la historia de María Corina Machado
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