Luis Pérez se asustó cuando empezó a sangrar cada vez que iba al baño. Por su cabeza pasaron varias hipótesis, para volver a conciliar el sueño decidió que lo evaluara un médico y hacerse exámenes. El resultado fue un diagnóstico de hiperplasia prostática, una inflamación benigna de la próstata que de no ser tratada, puede volverse maligna y generar un cáncer. Poco sabía de la espera que le tocaría hasta que los médicos del Hospital Dr. Domingo Luciani le dieran el visto bueno.
No solo se topó, semana tras semana, con lo que sintió como desdén de quienes lo atendían sino que hizo frente a una petición que le pareció ilógica: encontrar la sangre que usarían para su operación. Los doctores reunieron en una sala a más de tres pacientes que tenían semanas anotándose en una lista para ser operados y les informaron que la única forma de llevar adelante el procedimiento era si ellos mismos procuraban la sangre. “Nos dijeron ‘miren señores, tenemos un problema. El banco de sangre no tiene sangre. Si quieren operarse, tráiganla’”.
El escenario no es exclusivo del Luciani. Las denuncias de pacientes que deben buscar bolsas del fluido sanguíneo para sus procedimientos aumentan a medida que los laboratorios y bancos de sangre en el país se quedan sin reactivos para evaluarla y descartar la presencia de enfermedades como hepatitis B, C, VIH, sífilis, el virus linfotrópico humano y el mal de chagas. La última Encuesta Nacional de Hospitales, un estudio elaborado por la ONG Médicos por la salud y publicada en marzo, indica que el “100% de laboratorios presenta fallas o servicios intermitentes debido a la escasez de químicos para realizar los estudios determinados”.
Judith León, presidente de la Federación de Colegios de Bioanalistas, cuenta que en marzo de este año el Estado venezolano hizo una compra de reactivos bajo el fondo chino que “no duró ni 15 días y eran de dudosa calidad”. La adquisición fue especialmente para la prueba de chagas porque la médico asegura que los “enviados para la de hepatitis eran de segunda generación, no adecuados”.
La ecuación es simple: sin reactivos, los médicos no pueden diagnosticar enfermedades ni verificar la calidad de la sangre y, por tanto, usarla en quienes la requieran. Pero para un paciente desesperado, los criterios de calidad e higiene pasan a un segundo plano cuando lo prioritario es conseguirla.
Si la sangre se obtiene del Banco Municipal de Sangre en Caracas estará apta para transfusiones, lo que puede entorpecer la pureza del fluido es transportarla de un centro a otro, pues la cadena de frío que necesita el fluido para mantener la temperatura necesaria puede romperse.
Luis fue al banco de sangre en San José cerca del Hospital Vargas, allí le dijeron que el producto no se podía comprar cuando preguntó directamente y sin cortapisas. Entonces, la solicitud de los médicos le causó más extrañeza. ¿Cómo conseguirla si no se vende? ¿En dónde?
Necesitaba respuestas y pidió una audiencia con el director del Luciani, Alexis Parra. “Le pregunté por qué me habían mandado a comprar sangre. Lo único que hizo fue preguntarme quién me había dicho eso y le respondí ‘los médicos del piso 7’”. Ese mismo día, antes de salir del hospital, le tocaron el hombro para decirle que la secretaria del doctor Parra lo buscaba. El cirujano y también militar coordinó que la operación por la que Luis esperó más de seis meses se realizara esa misma semana. No hubo necesidad de procurar sangre.
Luis se sabe privilegiado. Hasta lograr el cometido estuvo en trámites desde agosto de 2016 hasta julio de 2017 cuando fue intervenido y por tanto sacado de la lista de espera en la que, confirma, había más de 200 personas, incluyendo quienes tenían de dos a tres años esperando.
La presidente de la Sociedad Venezolana de Hematología, Maribel Mélendez, habla de un “mercado negro” que opera dentro de los hospitales del país. “Hemos recibido denuncias que llegan y al final no se formalizan porque los pacientes tienen miedo. Sabemos de bancos de sangre y hospitales que tienen denuncias y personal suspendido por eso, pero no pasa de allí”.
La venta de sangre es ilegal según el artículo 39 de la Ley de Transfusión y Bancos de Sangre y quien la use con fines de lucro podría pasar de 4 a 8 años en una prisión. Según Mélendez, existe un mismo modus operandi para quienes deciden tomar el riesgo: se acercan al paciente y le ofrecen una bolsa. “En una clínica, el precio oscila entre 25 y 30 millones de bolívares, mientras que quienes la venden directamente en los hospitales pueden llegar a cobrarla en 20 (millones)”, dijo el pasado miércoles 23 de mayo. Pero con una hiperinflación que rondará un optimista 13.000% al cerrar el año, según cálculos del Fondo Monetario Internacional, esos montos cambian rápidamente.
La red hospitalaria pública depende del Estado. En los centros privados, deben procurarse sus insumos y materiales. Pero hay una traba fundamental: el acceso a divisas para importación. Desde 2013 se ha agravado el procedimiento, especialmente en los casos pendientes de liquidación de las divisas aprobadas anteriormente. Todo ello empuja más los precios.
Eso sí, si es tratado en una clínica el paciente consigue sangre sin necesidad de comprarla por fuera, pues en el presupuesto previo a la operación quirúrgica se incluye el trabajo de laboratorio. La historia cambia cuando no está siendo tratado dentro del recinto, pues la persona se ve obligada a llevar donantes que puedan suplir la cantidad de linfa que deba ser retirada del banco de sangre privado y pagar por los exámenes necesarios para verificar la calidad del plasma.
No dan las cuentas
Según la compañía de marketing, Internacional Marketing System (IMS) el sector farmacéutico venezolano sufrió una contracción desde 2013 y hasta 2016; una caída de 21%.
De la Memoria y Cuenta del Ministerio Popular para la Salud de 2015 –la última hecha pública–, el Programa Nacional de Banco de Sangre fortaleció 106 bancos de sangre adscritos al ente, de un total de 337 a escala nacional.
El documento especifica que al país entraron 1.430.062 unidades de insumos, 13.370 kits de reactivos de serología que equivalen a 114.600 pacientes atendidos y 41.147 frascos de suero hemoclasificadores. No detalla cómo fue la distribución ni los alcances de tal procura.
La Federación de Colegios de Bioanalistas de Venezuela (Fecobiove) puntualiza que solamente 306 bancos de sangre están operativos en 2018, incluyendo 95 del Ministerio de la Salud -de los cuales solo 58 hacen serología a las unidades de sangre donadas. Los demás deben enviar las bolsas a otros laboratorios para procesarlas. Y el resto está “prácticamente paralizado” por la falta de reactivos para trabajar
La estrategia previa a las presidenciales
Las denuncias de pacientes que compraban sangre de dudosa procedencia bajaron considerablemente luego de que el gobierno importara una cantidad de materiales que abastecieron a los centros médicos para estudiar y analizar la sangre antes de ser transferida a otro ser humano, entre ellos reactivos, a través de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) a dos semanas de las elecciones presidenciales del 20 de mayo.
León, explica que los insumos llegaron únicamente para los servicios de análisis en los bancos de sangre y desconocen en qué cantidad fueron enviados.
La distribución no fue idónea porque los ubicaron en un solo centro por Estado. En el Distrito Capital el afortunado fue el Banco Municipal de Caracas y desde el ente no se informa cuántos insumos les llegaron. “Fui a solicitar información pero no nos las dieron porque dijeron que era confidencial”, sigue la doctora. Pero aún hay más. “El ministro no importó todos los reactivos porque no compraron toda la serología y muchos hospitales siguen sin poder administrar la sangre por falta de reactivos”, detalla la especialista.
Jaime Lorenzo, director ejecutivo de Médicos Unidos de Venezuela, asegura que es ahora que están empezando a faltar reactivos de nuevo luego del último lote que llegó al país. “Hay que esperar a que se acaben. Cuando hay mucha demanda y poca oferta es que se abre la posibilidad de mercados negros. Por ahora no tenemos denuncias ni rumores”.
Una cuestión de suerte
A Laura la hospitalizaron en el Hospital Clínico Universitario (HCU) el 25 de mayo por una recaída. Sufre de anemia drepanocítica, una malformación en los glóbulos rojos que le ocasiona baja hemoglobina, y cada mes tiene que hacerse una transfusión de sangre. Sin embargo, desde el final del año pasado, conseguir la sangre que necesita es cada vez más complicado.
Al HCU no han llegado serologías por falta de reactivos que permitan hacer las pruebas necesarias y los que llegan se terminan rápido por la alta demanda. Por eso Laura agradece a su suerte. Cada vez que ha necesitado una trasfusión, le han dicho hay reactivos para ello, a excepción de esa única vez en la hospitalización. “Me pidieron que hablara con otro hospital público que sí tuviese reactivos y hacer un trueque: yo solicitar desde aquí que me colaboren y la licenciada del servicio de allá pediría el favor de que me donaran un concentrado globular. Es todo un proceso”.
La mujer tuvo dos opciones más: ir a una clínica o buscar donantes, pero ambas salían de lo que puede costear. “Si alguien quiere donarme sangre, tiene que ir a una clínica, hacerse exámenes, volver al hospital y donarme directamente, pero hacerlo así serían como 9 o 10 millones. Es algo cuesta arriba”.
Julia vino de Chile –país en donde reside desde hace dos años- a operarse en el Hospital Vargas. Sufrió un accidente y tuvieron que retirarle un sistema espino pélvico. Sus doctores le advirtieron desde el primer momento de las dificultades que tenían para operar por falta de sangre. “Me recomendaron comprarla en una clínica si no conseguía en el hospital. Entré en crisis pensando en cuánto me iba a salir”.
Para entonces, cada bolsa costaba cinco millones de bolívares y ella necesitaba cuatro. Pensó entonces en conseguir donantes para que la clínica le diera el fluido que necesitaba. Pero la buena fortuna le tocó la puerta. “Llegué de nuevo al Vargas, expliqué el caso y me dijeron que estaban llegando los reactivos al hospital. Lo bueno es que no pagué por sangre, pues ya había gastado suficiente con los exámenes”.
Lo que sí le pidieron fue donantes y al salir de su operación le dijeron que estaba descompensada con hemoglobinas bajas. A pesar de haber conseguido 18 personas que ofrecieran sus venas, los médicos no usaron la sangre. “Al parecer yo no recibí transfusiones y lo que me parece raro es que los doctores me pedían y no se usó la sangre. No sé qué pasó con eso”. El destino de la sangre que no se usó en ella pudo ser el banco de sangre del Vargas para usarla en otro paciente que la necesite.
*Los nombres de los pacientes fueron cambiados por su seguridad