Sociedad

Niños superdotados: inadaptados y no entendidos

Tener un alto nivel de razonamiento cognitivo puede ser un defecto en Venezuela. En un país donde el sistema educativo es deficiente hasta para los alumnos regulares, se suma el hecho de que los docentes no siempre están capacitados para lidiar con la diversidad intelectual 

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El alumno inquieto de la clase, el tremendo, el irreverente, el desobediente, no siempre se comporta así porque quiere, por molestar a la maestra o porque adolezca de déficit de atención, no. La hiperactividad y la curiosidad son algunas características de niños con altas capacidades intelectuales. Se manifiestan como señales de sus sorprendentes niveles de aprendizaje con respecto a las personas promedio. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 2,3% de la población mundial cuenta con talento superior. Parece que ser superdotado es una analogía a ganarse un boleto de lotería. Sin embargo, la inteligencia también se puede convertir en un martirio para quienes la detentan. Cuando todavía están en el colegio, sus padres ignoran estos guiños, descuidando sus necesidades en materia escolar.

“No es un problema de contenido. Hoy en día la evolución del uso del cerebro es diferente. El sistema educativo está cojeando detrás de los avances. No se les puede pedir a los niños superdotados que aprendan de forma tradicional cuando prácticamente están escaneando la información. Hay que darles herramientas para que sean sujetos activos del conocimiento. Enseñarles a investigar y cambiar el rol del docente. Este debe ser un guía ético”, explica Inés Araujo, psicólogo social.

La inadaptabilidad de algunos educadores ante la diversidad frena las destrezas de los estudiantes con talento superior. Los padres, siguiendo su instinto protector, no tienen más remedio que buscar alternativas extraescolares que suplan las necesidades académicas e intelectuales de sus hijos. Leonardo Izaguirre tiene nueve años, cursa cuarto grado de primaria y posee un coeficiente intelectual de 131 en la escala de David Wechsler-CI –de 130 en adelante se considera una inteligencia “muy superior”. Es uno de los 150 participantes de Órbita CI 130, un programa de la Fundación Motores por la Paz que se encarga de brindarles asesoramiento a jóvenes con altas capacidades intelectuales.

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Los fines de semana, Leonardo se siente a gusto recibiendo clases de matemática avanzada, pensamiento abstracto y lógica matemática con los tutores de Órbita CI 130. Su realidad en el colegio, sin embargo, no lo reta. Las 30 horas semanales que pasa en la institución devienen casi tomento para él. “Mi nueva maestra me trata diferente. Me siento incómodo porque me grita y me baja mi locomotora. Me desmotiva”. De esa manera él explica que la figura que debiera ser un modelo a seguir, le hace sentir como si su condición fuese algo negativo.

Araujo considera que se les hace daño a los niños, cuenten o no con altas capacidades, al carecer de docentes o instituciones preparadas para manejar estos casos. Aunque el Estado garantiza atención especial, en el capítulo 5 del reglamento de la Ley Orgánica de Educación (LOE), a quienes “tienen aptitudes superiores y capacidad para destacarse en una o más áreas del desenvolvimiento humano”, en la práctica son escasas las políticas públicas orientadas a favorecer a los talentosos. “Para el gobierno se ha vuelto más prioritario la ideologización de la educación que proporcionarles recursos de investigación a los chicos”, opina Jorge Portilla, director del proyecto Órbita CI 130.

El programa educativo de Motores por la Paz procura identificar, diagnosticar y asistir a los jóvenes entre 4 y 19 años de edad que tengan altas capacidades intelectuales. El Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) les presta colaboración en algunas actividades, pero son las empresas privadas quienes financian el proyecto Órbita CI 130.El propósito es desarrollar un experimento que pueda ser enviado al espacio y recuperado para su posterior análisis. Esta es una oportunidad para optar por becas. “La idea es que los muchachos tengan en su haber, en su currículo, un experimento montado en el espacio, asumido su gerencia, desarrollado metodológicamente y además haber hecho una contribución a la ciencia. Así, no solo es alguien con altas capacidades, sino que las demostró”, declara Gerardo García, presidente de Motores por la Paz.

Una inclusión excluyente

La resolución 2.005 del Ministerio de Educación del año 1996 contempla que tanto los planteles públicos como privados deben garantizar la inscripción de niños y jóvenes con necesidades educativas especiales. Este lineamiento hace ahínco en aquellos que cuentan con discapacidades de aprendizaje y queda en deuda con los que tienen altas potencialidades. Así el Estado, mediante omisiones, es multiplicador del desconocimiento; porque en el marco legal ha brindado más apoyo al grupo cuyas capacidades son inferiores a las del promedio y ni hablar a los que están por encima.

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No resulta extraño entonces que gran cantidad de profesores sean escépticos ante la posibilidad de que un niño cuente con un razonamiento cognitivo avanzado. Carlos Padrón tiene 12 años, la edad mínima requerida para pertenecer al Conservatorio de Música Simón Bolívar, pero él ingresó teniendo siete años de edad. En 2010, se convirtió en el músico más joven del conservatorio luego de contar con tan solo seis meses de educación en la materia. Ya sabía leer con tres años y al iniciarse como trombonista, aprendió en una hora lo que se dicta en dos meses.

Orquestas de Francia, Italia, México y Austria lo han invitado a conciertos, en algunas oportunidades como solista. Pese a acumular logros internacionales, sus docentes se han mostrado incrédulos antes de aceptar su alta competencia. Los agresores del bullying, que ha enfrentado en su corta vida, se extienden hasta el escalafón más alto de la autoridad. En quinto grado, corrió riesgo cuando un compañero intentó ahorcarlo en una actividad deportiva en la que Carlos intentaba destacar. El ataque ocurrió bajo la mirada cómplice del maestro de Educación Física, quien siempre lo excluía en las actividades.

Carlos no protestaba porque su maestra se hacía de oídos sordos ante sus quejas. La figura del docente es un ejemplo a seguir desde la infancia, pero ¿qué pasa cuando la jerarquía pisotea a quien lo necesita? “La mayoría de los maestros no saben cómo interactuar con alumnos que tienen altas capacidades intelectuales y, lo que es peor, no saben identificarlos”, de acuerdo con la opinión de Araujo.

Éxito en pausa

—Tú no sabes jugar fútbol.

—Yo estoy aprendiendo ciencia. El fútbol no va a cambiar el mundo, solo entretiene.

—La gente se ríe.

—Sí. Se ríe, pero la gente sigue muriendo. Yo quiero salvarlos.

Con ese tipo de respuestas, Leonardo ha construido una coraza para no dejarse afligir ante las burlas de sus compañeros. No tiene muchos amigos, pero sí un gran compromiso con la humanidad. Desea hallar la cura a enfermedades como el cáncer.

David Eduardo Oviedo, tiene 15 años y a los 13 descubrió un asteroide. Acaba de ingresar a la Universidad de Los Andes para estudiar Física y ya vislumbra realizar estudios en el extranjero. Toda la preparación académica tiene pasaje de retorno. Quiere volver a Venezuela para compartir su conocimiento. “En el país ya hay profesionales pero falta la plataforma. Con eso es que se desarrolla la nación”, asegura el apodado “niño astrofísico”, que en diciembre coordinará un equipo de trabajo para la reducción astronómica en la Asociación Larense de Astronomía.

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Leonardo, David y Carlos apenas son tres casos de los 200 que ha logrado diagnosticar Motores por la Paz en cinco años. Se estima que en Venezuela hay 160.000 personas con superdotación cognitiva. La impericia de algunos docentes para identificar a alumnos con altas capacidades intelectuales conlleva a una pérdida de talento venezolano.

La incomprensión no se justifica, pero los errores se pueden colar en el aula cuando las bases no funcionan. “El docente se ve obligado a laborar en dos o tres turnos para tener una cierta condición de vida. Además, aceptar grupos de 40 estudiantes es una limitación porque amerita tiempo e inclusión de nuevas tecnologías que no hay. Es complicado atender necesidades individuales. No se puede cambiar el contenido, pero sí flexibilizarlo”, indica Doris Pérez, vicerrectora de Docencia de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).

Además de la dignificación del educador, señala que es necesario incorporar equipos multidisciplinarios donde varios expertos trabajen en conjunto para desarrollar el máximo potencial de los alumnos con diversidad intelectual, estén por debajo o por encima de la capacidad promedio.

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