Cultura

El largo viaje de Carme Elías

La actriz catalana cuenta sus vivencias entre Caracas y La Gran Sabana en el rodaje de La distancia más larga, y su posterior encuentro transcontinental con dos películas que marcaron hito en el cine venezolano

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Carmé Elías
Arnaldo Espinoza | Fotos: Fabiola Ferrero

Desde la entrada, el sonido del agua domina el ambiente. Una cascada, que cae de unos tres metros, luce imponente en la entrada del recinto. Allí, con un acento licuado entre el español y el venezolano, Claudia Pinto saluda. La directora de La distancia más larga (2014) sonríe y camina al ascensor. En la puerta, está Carmé Elías (Barcelona, 1951). Casi veinte años han pasado desde que fue “Chica Almodóvar”, en La flor de mi secreto (1995), pero su sonrisa no pierde la jovialidad.

Dieciocho pisos más arriba, el silencio de una sala de estar es el lugar elegido para conversar. No frente a sol, no. Así no puede ver los ojos de su entrevistador. Cambia dos veces de silla y se instala en medio del espacio, con Chacao de fondo. Caracas es la última parada de un viaje que comenzó con un contacto de su representante y se concretó en un aeropuerto de Ibiza. “Yo estaba pasando unas vacaciones allí y ella (Claudia Pinto) iba de paso a Formentera, donde quería pasar unos días de descanso. Tuvimos una charla larguísima, que tuvimos que interrumpir porque llegaba su vuelo. Bueno, yo ya quedé rendida con el guion, porque encontré un personaje que me removía por dentro, y quería saber por qué tanto. Cuando lees un guion y te pasa eso sabes que tienes que estar allí porque sí, porque hay algo que te atrae, que te atrapa”.

Ese por qué llevó a la ganadora del Goya del año 2008 a la capital venezolana, ciudad que confesó no conocer, “porque vivíamos encerrados trabajando con los actores”. El trabajo con Pinto lo único que hizo fue hacer crecer su confianza y admiración por la novel directora. “Claudia es una mujer muy inteligente, técnicamente muy preparada. Tiene una emocionalidad con el actor que resulta fácil, pues sabe contactar de una forma muy delicada, muy íntima, lo que viven los personajes”.

-La energía de los tepuyes-

La distancia más larga cuenta dos historias paralelas en los polos norte y sur del territorio venezolano. De la “agresiva y caótica” Caracas, a una de las formaciones geológicas más antiguas del planeta: La Gran Sabana. También cuenta dos aventuras de dos personajes que transitan el mismo camino en distintas etapas de su vida: una abuela (Elías) y su nieto (Omar Moya).

Las laderas del Paraitepui fueron más que un escenario de rodaje. Elías descubrió en ellas parte de lo que está viviendo. “Yo estoy en una etapa de la vida donde muchas cosas han pasado y muchas cosas quedan por pasar, pero uno empieza a reflexionar sobre el pasado y el futuro, y había algo en Martina que me movía todo ese caudal emocional”.

Martina es esa mujer que tiene que decidir ir a reencontrarse con un pasado en donde fue feliz para ir a buscar un futuro y, de alguna forma, limpiarse a sí misma y limpiar todas las deudas pendientes.

Pero quizás el más revelador fue la mística esencia que envuelve a estas montañas. “Debo decir que era mágico. Estar allí, con el Paraitepuy al frente y esa comunidad indígena tan cerca, el cansancio físico, tiene algo de místico todo. Es una energía distinta. El primero de cámara no me hablaba de metros o centímetros, me hablaba de energía y me decía ‘tu energía acá es como distinta, quizás si te acercas un poco más, hacemos una mejor toma”. Pero al subir a la cima encontró el silencio. “Y yo me quedé paralizada porque nunca en mi vida había sentido un silencio tan maravilloso”.

A pesar de lo enriquecedora, la experiencia fue físicamente extenuante. Sin embargo, Elías utilizó la fatiga como recurso para enriquecer su interpretación. “El personaje la necesitaba, de esa especie de extenuación, de no dormir, de saltar todos los obstáculos”. La selva aledaña también puso a prueba la asertividad del equipo de rodaje, en múltiples oportunidades. Una le viene a la cabeza, luego de un diluvio amazónico. “Yo estaba a en lo mío, intentando no influenciarme por lo que sucedía y de repente empiezan a moverse una hojas y yo digo, ‘pero si acá no hay viento’. Y veo que habían entrelazado cantidad de hilos entre los árboles, que hacían del efecto de ese viento que sacudía todas las ramas. Yo no me di cuenta de cómo lo prepararon. La gente es muy entregada y con una gran capacidad técnica. Sin grandes medios, yo creo que la película se ha hecho con mucha imaginación, con muchas ganas”.

-En tres continentes-

Carme Elías

Carme Elías ha viajado por el circuito de festivales del mundo con La distancia más larga, que ha sido premiada en Montreal, Cleveland y Huelva, además de ser parte de la selección oficial en La Habana y Gijón. En ese otro viaje, se topó con dos cintas venezolanas que han sido aclamadas: Pelo Malo y Azul y No Tan Rosa.

La primera la vio en San Sebastián, de donde emergió con la Concha de Plata. “Yo era parte del jurado de los premios de Televisión Española. Pelo Malo estuvo casi finalista de esta terna, debo confesar”. El galardón se lo llevó, en ese apartado, la francesa Jeune et Jolie.

Con Azul y No Tan Rosa se encontró en Montreal, donde presenció “a una sala, a un público entregado a la película, como lo vi en los pases de la nuestra”. En ambos casos, destaca la naturalidad de las historias como la clave del reciente éxito del cine nacional. “Me parece que son historias interesantes por lo que cuentan, que están narradas con una gran técnica y que son frescas y vivas. Y esa vitalidad, yo creo que es lo que me interesa y me emociona del cine venezolano”.

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