Cultura

El pran Kong se hizo fuerte en la isla

Al Conejo, el Topo, el Picure y el Wilmito ahora se les unió El Gorila, que no es Franco. Se volvió fuerte en la isla, cada vez está más crecido y le mandaron una Operación para la Liberación de Pueblo con helicópteros, militares y todos los jugueticos, pero todavía no le ha llegado la hora de su funeral con tiros al aire. Ahora se prepara para la gran guerra de pranes: Godzilla vs. Kong, en las salas en el año 2020, fecha para la que, si siguen sin organizarse elecciones, nos llamaremos el Pranato Bolivariano de Venezuela. ¿Es Kong: la Isla Calavera, del joven y casi desconocido director Jordan Vogt-Roberts y en cartelera desde este fin de semana, la mejor versión de King Kong de todos los tiempos, al menos después de la película original de 1933? Por lo menos es la más malandra, o como dirían los gringos: badass. O sea, la más divertida. Los diálogos son cortantes.

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Foto: www.comingsoon.net

La chica ya no es una damisela indefensa que dice “¡Suéltame, gorila!”, sino una Über-Jevita endurecida. El poster es una clara referencia a Apocalypse Now y el filme está impregnado del espíritu de las visiones más ácidas de Hollywood sobre la guerra de Vietnam. Kong ahora es más grande (30 metros), no anda ridículamente infatuado por la jevita de otra especie a la que jamás podrá hacer suya, a menos que se invente una fantasía erórica inversa a la de Almodóvar en Átame  y, disculpe el spoiler, pero jamás lo sacan del lugar donde es el rey: un gorila empoderado, pues.

John C. Reilly, el soldado abandonado en una isla del que todo el mundo se olvidó después de la Segunda Guerra Mundial (el equivalente aliado del caso real de Shoichi Yokoi ), se convierte en una especie de oso polinesio armado con un sable de samurái que le lanza a Brie Larson uno de los piropos más bellos que pueda concebirse: “Eres más hermosa que una cerveza y un perro caliente en el juego inaugural de los Medias Rojas de Boston”.

¿Por qué una nueva versión de King Kong cuando hubo una hace relativamente poco, la del director Peter Jackson en 2005? En parte por lo que dijimos al principio: viene una secuela de King Kong contra Godzilla en 2020. En parte porque los estudios de Hollywood ya no tienen demasiado pudor: si a algo se le puede exprimir el jugo (ocurrió no hace mucho con Spider-Man), se le va a exprimir, y el mito del gran gorila es demasiado imperecedero porque no se trata de cualquier animal gigante: es nuestro primo cercano, no un extraterrestre o un reptil de sangre fría. Además, la película de Peter Jackson de 2005 ganó tres premios Oscar y era una recreación impecable, pero no demasiado memorable. Empezando porque Jack Black hacía un villano que no daba risa, y Adrien Brody, un galán más bien melancólico.

La introducción resultaba interminable, algo que se evitó expresamente en Kong: Skull Island. Hay otra versión de 1976 del productor italiano Dino de Laurentiis (tío del actual presidente del equipo de fútbol Nápoles) que hoy no es demasiado recordada porque sus efectos especiales quedaron desfasados, aunque había dos aspectos en los que superaba a la de Peter Jackson: el guionista Lorenzo Semple hizo un esfuerzo por actualizar el argumento con las preocupaciones de finales del siglo XX, al convertir al galán Jeff Bridges en un ecologista; y había un componente erótico mucho más pronunciado, como lo demuestra la siguiente escena de babosería zoofílica:

Alguien dijo después de la premier para la prensa que Kong: Skull Island era como agarrar todas las versiones anteriores de King Kong y hacer un dibujo libre partiendo de cero. Es probable, aunque también es cierto que hubo por lo menos un par de visiones japonesas del mito del gran gorila (Kingu Kongu) en los años sesenta que por lo menos yo jamás vi y que quizás nutran parte de las influencias de Jordan Vogt-Roberts, un chamo emergido de la cantera del festival de Sundance cuya ópera prima (The Kings of Summer) confieso que tampoco he visto. También escuché después de la función que con Kong: Skull Island se tripea y se mal tripea casi en la misma proporción.

El gorila no está solo en la isla protegida por una impenetrable barrera de tormentas eléctricas: hay muchas otras criaturas exóticas, y las apariciones de cada una de ellas sorprendentes, y en ocasiones en extremo desagradables, sobre todo si la ves en 3D. Finalmente, Kong: Skull Island es una de tantas piezas de ficción que permite drenar el rencor contra el militarismo obtuso encarnado por los padrinos de este mundo, de manera similar a la reciente Arrival, en la que una simple lingüista civil (Amy Adams) humillaba a los servicios de desinteligencia del Pentágono.

En este caso, una fotógrafa de guerra tan demasiado hiper-mami (Brie Larson) como dispuesta a enviar a cualquiera al carajo, que le gana la batalla a un general traumatizado por Vietnam y tan poco ecológico como Simón Bolívar en su proclama contra la naturaleza luego del terremoto de 1812: una gran caricatura anti-verde oliva de Samuel L. Jackson. Por cierto, nadie entiende qué papel juega aquí la chinita de La gran muralla (Jing Tian), aparte de atraer capitales asiáticos. A la espera de que se resuelva el misterio de Logan, el tamaño sí importa: Kong: Skull Island es el primer blockbuster que hay que ver obligatoriamente de 2017.

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