Cultura

Indispensables: los 5 discos venezolanos del paso al siglo XXI

Caramelos de Cianuro, Papashanty, Todosantos, Bacalao Men y las remezclas de Simón Díaz que Iván Loscher y David Rondón compilaron en CD. Estas son las producciones discográficas hechas acá que marcaron la primera etapa de los 2000. Félix Allueva explica las razones

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Año 2000, comienza en siglo XXI: tal como vimos, los 5 discos indispensables en la gran industria musical plantean el regreso a las fuentes originales, a mirar por el retrovisor y procesar para lograr algo nuevo y rompedor. A la música en Venezuela, en cambio, lo que le hizo bien fue retomar la hibridación, unir esto con aquello, desentenderse de las etiquetas radicales y dejar fluir la energía.

Caramelos de Cianuro: Miss Mujerzuela (2000)

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Justo comenzando el siglo se da el cambio de testigo. Como en una carrera de relevos, Zapato 3 se despide de su época de gloria en el rock venezolano y cede su puesto a Caramelos de Cianuro. Se lo ganaron a pulso. Los niños terribles del furtivo rock caraqueño lograban escalar el mainstream del pop, acción que era asumida como merecida victoria de la movida rock de esos años. Un elemento fue vital para lograr el ascenso: Miss Mujerzuela.

Planificado o no, Caramelos de Cianuro, una tropa de inadaptados adolescentes cercanos a un rap/funk/punk en evolución, concluyen esa etapa y pasan a un estado melódico, cargado de florituras pop, siempre poseídos por la irreverencia sexual. Una rebeldía que les venía de manera natural, ahora combinada con formas descarnadas de decir las cosas al estilo Quentin Tarantino: solo basta ver la portada de Miss Mujerzuela.

Apostaron a hablar de su día a día, allí está parte del éxito. Nada de experimentar, nada de eruditas composiciones ni desarrollos instrumentales exquisitos. Pop rock dirigido a las masas, ruptura con su anterior disco, Harakiri City, al que los críticos y especialistas siempre ponen como su mejor trabajo. Harakiri era laboriosidad conceptual, Miss Mujerzuela cantos que sonaban a rollo amoroso sexual caraqueño.

El olfato comercial de Samuel Quiroz (exitoso empresario latinoamericano creador del sello discográfico Latin World) hizo que una grabación indie, de dudosa calidad, se convirtiera en uno de los productos venezolanos más vendidos e importantes de la década.

Los integrantes de Caramelos de Cianuro ya habían trabajado la grabación bajo la supervisión de otro rockero, Diego Márquez (ex Zapato 3), aplicando todo lo que había aprendido con Durban Laverde y casi diez años de experiencia. El registro se hizo con dos bateristas, el entrante Alfonso Tosta y el saliente Pablo Martinez, la grabación costó 8.000 dólares, monto ampliamente superado por las ganancias generadas por la placa sonora.

Aunque se grabaron 16 canciones, solo quedaron 10 en el cd -más un bonus track- que van de los tres a cuatro minutos, como debe ser en un álbum “comercial”, adornadas con cuerdas y metales para logar mayor emotividad. Ayudó a su mejoramiento técnico la mezcla y masterización realizadas en Estados Unidos, además de los trabajos de percusión (Maurico Arcas, Los Amigos Invisibles) y los acertados colchones electrónicos y melodías sintéticas de parte de Oswaldo Rodríguez, quien luego formaría el proyecto trip hop Sur Carabela.

Si el pop patrio de los años 60 tuvo a la agrupación Los 007 con el célebre “El último beso”, la entrada del siglo XXI contaría con Caramelos de Cianuro y con el aplaudido “Las estrellas”, gran balada pop rock que aún sigue sonando en las radios, al igual que “El último beso”. Dos referencias de nuestra industria musical.

Asier Cazalis y sus compañeros (Miguel Angel “El Enano” González, Luis Goldin y Alfonso) agenciaron el equilibrio perfecto entre un pasado atrevido lleno de rock y un presente desbordantemente sexual y pop. Miss Mujerzuela es arquitectura de canciones, en cierto sentido, planas y exitosas. Nada grandilocuente y mucho menos poderosos temas rock. En algunos casos con toques funk (“El Flaco”), ocasionalmente rap (“Lava blanca”) y distantes coqueteos al dance (“Is It Tonight”). Asier en plena subida como compositor de corte masivo (“Las estrellas”, “Verónica”), sin olvidar sus “puñaladas” (“Asunto sexual”), con su característica voz nasal y absoluto acento caraqueño.

Elthon John decía en “Your Song”: “Sé que no es mucho, pero es lo mejor que puedo hacer, mi regalo es mi canción, y esta es para ti”. Cazalis lo expresó así “Yo sé que las canciones se las lleva el viento, es lo único que tengo, qué más puedo dar”.

Recuerdo que a finales de esa década, me tocó presentar a Asier en formato cantautor (guitarra y voz) en el marco de una feria del libro, le pregunté “¿y para cuánto te lanzas como solista?” Aún sigo esperando esa respuesta.

Papashanty Saund System: Ashanty Granpa (2004)

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Apegados a la definición de himno del Diccionario de la Lengua Española, Ashanty Granpa es un himno, una composición poética y musical donde se alaba la paz, el amor, la solidaridad. Música que identifica a una comunidad, canto que une entre sí a quienes lo interpretan. Papashanti Saund System buscó siempre esta hermandad. Sus conciertos eran celebraciones colectivas, buena vibra a más no poder, casi experiencias religiosas.

Ashanty Granpa se presenta al público en abril del 2005, luego de mucha carretera, tarimas y convivir entre sus músicos. Una obra que se concibe en el “en vivo”, retomando canciones que aún estaban en la libreta de anotaciones, improvisando, uniendo ideas surgidas al calor de la acción artística. Unas cien horas de estudio donde prevalecieron, en palabras de su ingeniero de grabación y mezcla, Fidel Goa, “sensaciones, sentimientos y ganas, fue muy punk en la forma en que se hizo, nos fuimos siempre por los caminos menos esperados o pensados… todo lo que usábamos como referencia o norte al colocar algún instrumento, melodía, ritmo, sonido, loop, efecto, siempre fueron sensaciones o sentimiento…”.

https://www.youtube.com/watch?v=Nkm0nej_hNg

Estas sesiones se pueden sentir, respirar. Un pequeño ejemplo: “Música de paz” y “Por la raza”.

Las composiciones mencionadas son básicamente reggae, pero la placa discográfica, como pieza completa, es una mixtura de especies musicales de Jamaica (reggae, dance hall, ska, dub). Algunos temas se pueden aproximar a la actualidad sonora de principios de siglo, lo prueba “All Right”, donde la fusión a la que nos referimos suma ritmos cruzados de un drum and bass con una fuerte base rock.

El hip hop viene por la vía de los MC’s más que por la rítmica, se tiene que considerar que la presencia de los maestros de ceremonia, Bostas Brain y Paparazzi, dan personalidad a la propuesta.

Papashanty es la conjunción de músicos con historia. En la parte vocal ya mencionamos a Bostas Brain (La Corte) y Paparazzi, completando la santísima trinidad con One Chot, proveniente de la banda Negust Nagast. La poderosa parte rítmica está atendida por el bajista Mota, de Jahbafana, y la batería de Danel Sarmiento, aka “Dr Dub”, de Desorden Público. La argamasa se completa con las teclas de Chonto, de Sabon Sela, y las cuerdas de Magú, miembro de varias agrupaciones, entre otras, Desorden Público. Una súper banda que el disco evidencia y en vivo era energía pura, escuchen la fuerza ska de “Wo No Noo” o “Celebración”, imposible quedarse sentado.

Con la intención de darle peso internacional a la producción, la última fase de prosproducción (masterización) fue asignada al gran maestro del dub, el guyanés Mad Professor. Así queda un trabajo redondo, que suena bastante bien. Póngale atención al primer track, “Melodic Dub”, con un intro que nos recuerda nuestras playas y da pie a un envolvente ritmo con batería ligeramente distorsionada y afinada de manera particular: ese bombo llega al alma. En el mismo surco asoma un estribillo/riff basado en “Another Brick in the Wall”, de Pink Floyd, que evidencia la herencia rockera de sus integrantes.

Palmariamente, hay legado rock, también hippie y ecologista en la retórica, baile desbordante en onda dance hall (“Hymno Shanty”, “Feel De Flow” o “Roots”), hasta llegar al folk local con tambores de la costa central (sampleo realizado por Danel Sarmiento), hip hop y decorado jamaiquino: “Conexión”.

A las cien horas de grabación de Ashanty Granpa, se sumaron ciento cincuenta más para un segundo trabajo discográfico. Esta nueva obra continúa en el morral de Paparazzi, aguardando por condiciones donde teorías conspiratorias y sistemas de creencias permitan que el álbum II de Papashanty sea conocido por el gran público.

Todosantos: Aeropuerto (2005)

En algún momento entre el 2004 y 2005 la rabia, impotencia y frustración se hizo presente en las sesiones de grabación de Aeropuerto. Una nueva expresión de corrupción, violencia y trampa se hacía presente en la gestión del gobierno de turno en Venezuela y ese estado de malestar forjó uno de los temas más hermosos del álbum, “Año nuevo”. Escucharlo y tener conocimiento de esta referencia nos hace entrar en mayor empatía con la canción compuesta por el cuarteto Todosantos. La desilusión política se convertía en arte.

Cuatro adolescentes unidos por pasado común (colegios, amigos, entorno cultural) y, sobre todo, deseos de hacer música, pero no cualquier música, sino una que reflejara el momento que estaban viviendo, llevó a la gestación de una utopía llamada Todosantos.

Aparecía la red de redes como forma novedosa y rápida de alimentarse de lo que acontecía en el mundo, al tiempo de apropiarse de los sonidos universales (Soulseek fue una de sus plataformas preferidas para el intercambio de sonidos), y así se podía, en tiempo real, estar al tanto de Lali Puna, el historial de Fugazi, Mogwai o Aphex Twin (lndispensables 90). Ahora, el nutriente más significativo no estaba fuera del país, se encontraba en las noches de Caracas.

Algunos de los tracks de Aeropuerto traslucen fielmente las madrugadas de una parte de la ciudad capital. Eran tiempos de electrónica, fiestas cuasi ilegales llenas de mucha energía y una “extraña” sonoridad, de nombres como Helio 7.0, Jimmy Flamante o VHS. Uno de los héroes crepusculares era Luis Garbán, aka Cardopusher, productor de Aeropuerto. Pero más que productor, fue inspirador del proyecto, toda su energía y carácter se pueden percibir en las composiciones “Panam”, “Panda Sonora” o “Providencia”.

Ernesto Pantin (laptop, synth, voces, ocasionales batería y guitarras), Alberto Stanganore (guitarras, voces y pistas electrónica), Frank Mejía (bajo, guitarras y adminículos electrónicos) y Luis Montenegro (synth, voces y toda la parafernalia visual) fueron catalogados de indietrónica, breakcore, postrock vertiente electrónica, folktrónica, etcétera. Posiblemente eran eso y unas cuantas cosas más. Lo identitario del grupo fueron los sonidos “desconocidos” que se estaban ideando en nuestra urbe. En tal sentido, Todosantos fue la renovación del pop rock, y en particular, del nuevo rock y electrónica que arribaría en los siguientes años. Allí radica el esplendor de Aeropuerto.

Temas retro rock (“1999”, “Atrapado en los 80”), referencias a The Clash (“A veces”), experimentos (“Folk U”), intenciones discotequeras postpunk (“Ian Curtis”), había algo de todo, siempre atravesado por referencias de sellos vanguardistas de Alemania, glitch, tecnología distorsionada, guitarras procesadas, lo-fi y los sonidos under de las noches caraqueñas.

Cuatro meses de grabación en sótanos y apartamentos de clase media entre el Ávila y el Guaire; mil discos prensados; intensas madrugadas llenas de humo, alcohol y otras cosas; anécdotas que van de un Intercolegial Nuevas Bandas a una tarima en Buenos Aires muy cerca de Gustavo Cerati, muchas historias y poco tiempo. Todosantos y su Aeropuerto necesitarían un libro para ellos solos.

De La Vida Boheme a Americania, de Los Humanoides a Arca, todos se nutrieron de esa experiencia, algunos para ingresar al mundo de la música y otros para profundizar lo que ya venían haciendo.

Bacalao Men: El Nuevo Bugalú (2005)

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Los puristas podrían quejarse por incluir El Nuevo Bugalú en un recuento de grabaciones pop rock. Nuestro argumento: la gran mayoría de músicos que pasaron por las sesiones de trabajo de esta placa discográfica provienen del campo rock, la disquera que los acoge es de fibra rockera y el análisis detallando del álbum nos lleva a terrenos del rock y sus cercanías. Podemos remitir a los surcos: “Zancudo”, funk con fiebre de cuarenta; “El Malibú”, más funk y soul con clara intención de reconstruir la memoria colectiva venezolana tomando como pivote un Chevrolet modelo Malibú; “Casabe con wasabe”, ritmo afroamericano, esta vez con salsa y lírica que pareciera venir de Los Amigos Invisibles.

Bacalao Men apostó desde sus primeros demos, a finales de los 90, por la hibridación. Su misión era conectar lo actual, la electrónica y el hip hop, con la historia, el rock y el latin jazz. Ligar lo de acá, salsa brava y bolero, con lo de allá, soul y funk. De esta manera servía de medium entre viejas e importantes iniciativas y la década del 2000.

Esos arcaicos espíritus eran: Grupo Pan (Nené Quintero, 1971), Spiteri (Jorge Spiteri, 1973), Sietecuero (Yordano, 1979) e indudablemente, Adrenalina Caribe (Evio Di Marzo, en los 80). Basta probar el sabroso batido musical de Adrenalina Caribe “Muevete (Síntesis)” e inmediatamente escuchar “Bicicleta Intergaláctica” de Bacalao Men: pura psicodelia tropical que comienza con el “hurto” de las campanitas de “Bicycle Race”, de Queen, seguido de un esquizoide coro (pa’lla, pa’ca, pa’ca pa’lla) que acompaña el furioso funk latino, para cerrar con acertada guitarra distorsionada.

Otras almas que se hace sentir: Grupo Mango (salsa “in” de los 70), con “Japonés” y “La bala”; la agrupación Un, Dos, Tres y Fuera (joropo central ejecutado con instrumentación rock, igualmente de la década de los 70) recreada con “El Comegente”, macabra crónica del caníbal Doráncel Vargas.

Realismo mágico, psicodelia, caló, cotidianidad urbana, así va la carga lírica del segundo trabajo discográfico de Bacalao Men. Combo comandado por “el hombre orquesta”, Pablo Estacio, quien además de encargarse de la voz, bajo y guitarras, también graba, mezcla y ayuda en la masterización. Con Pablo se encuentran Vladimir Rivero y Tomás Fajardo en todas las percusiones, Sebastián Araujo en la batería, Rafael Gómez en guitarras y voces, Dj Hernia inventando los scratches, una sección de metales compuesta por Aurelio Martinez, Rodolfo Reyes y José Ramoncini, las teclas le corresponden a Eddie Cisneros y Oscar Camacho.

No queremos dejar por fuera algunas piezas que ayudan a la experimentación: “No como lo que es nada”, latin jazz con envolventes riff de saxo sin escatimar recursos creativos; “San Cayetón”, rememora los antiguos tiempos del Quinto Combo (posiblemente el antecedente más inmediato de Bacalao Men), que da continuidad a la seguidilla de realismo mágico con evocación a Bob Marley, llevándonos a una atmósfera rítmica en la forma de “Oración Caribe”, de Toña La Negra.

Escucho el tema que da nombre al álbum, disfruto esos sonidos de los 60, del New York latino con ambientaciones de mambo, hip hop y maravilloso solo de saxo del maestro Rodolfo Reyes, mientras sostengo en mis manos un recuerdo del 2006: un cheque de BanPro por 1.648.216,oo Bs para Bacalao Men, que nunca fueron a retirar en las oficinas de la disquera.

Simón Díaz Remixes (2006)

Y llegamos al final de lo que he denominado “la primera temporada de Indispensables”, suerte de micro guía para comprender el progreso de la música popular contemporánea de los últimos 60 años. Esta primera temporada atendió, década por década, la producción venezolana y del mundo anglosajón, desde 1960 hasta 2009.

Cierro el ciclo con una excepción necesaria, un compilado, o sea, un disco que aglutina a varios artistas en relación a una temática particular. Curaduría realizada por dos especialistas de la música actual, Iván Loscher y David Rondón. Ejercicio que significó una revisión de la reciente música nacional y novel generación de creadores.

Bajo el embate de una ley que obligaba a las radios locales a difundir música vernácula, el creciente interés de jóvenes músicos por los sonidos de raíz y el inquieto proceder de Iván y David, surge la propuesta de revisar la obra del maestro Simón Díaz desde otra óptica, desde el campo de la música electrónica y los parámetros de una estética muy distinta a la originalmente pensada por su autor. Emerge Simón Díaz Remixes.

Canciones de ordeño, modulaciones en el arreo de ganado o tonadas que acompañan la contemplación del llano, todo transferido a la urbe. Cuatro, arpa y maraca se entremezclan con sampler, caja de ritmo y laboratorio de “pica y pega” digital. Los dj’s de moda y los colectivos de orgánicos ensambles electrónicos toman la batuta. Prisma de nombres: Trujillo, Babylon Motorhome, Massseratti 2 Litros, Todosantos, KP9000, Cardopusher, Garnica, Panasuyo y muchos más aparecen en la escena nacional, incorporando la interminable abundancia de subgéneros del ámbito electrónico.

En palabras de Loscher: “Este disco es explícito en sí mismo. Se trata de la libre reconversión por parte de una nueva y deslumbrante generación de músicos venezolanos, de temas originales cantados por este genio que es Simón Díaz”.

Esta ardua labor de investigación y producción deja las puertas abiertas para lo que serán futuras incursiones de “Indispensables”. Pendientes con la segunda temporada.

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