Cultura

América Alonso, una actriz todo terreno

El teatro fue el principal instrumento para que la artista, formada por la legendaria Juana Sujo y fallecida el pasado sábado en Miami, desarrollara una sobresaliente carrera, que también incluyó hitos importantes en televisión y cine

Publicidad

La noticia de la muerte de América Alonso, ocurrida el pasado sábado 14 de mayo en Miami, ciudad en la que residía exiliada en compañía de sus hijos, ha sido muy lamentada en el ámbito artístico venezolano. Más que meritoria fue la trayectoria que la consagrada primera actriz realizó a lo largo de sus más de seis décadas de fructífera actividad. El teatro se erigió como su verdadera razón de ser, como la disciplina que más la nutría y propiciaba su constante crecimiento profesional. Pero también hay que decir que su huella en la televisión, así como en el cine, también ha sido profunda.

¿Cómo no recordarla en hitos fundamentales de su repertorio teatral, como Los ángeles terribles, de Román Chalbaud? ¿O en Adiós pues, Caracas, el monólogo costumbrista a base de crónicas de Nicanor Bolet Peraza, Job Pim y Aquiles Nazoa, recopilados por José Gabriel Núñez, con el que recorrió el país varias veces ante el fervor de público y crítica? ¿Y en Don Mendo 71, genial adaptación de Miguel Otero Silva a la obra de Muñoz Seca?¿Y qué decir de Casos y cosas de casa, el family show que estelarizó con Jorge Félix durante once años en Venevisión? ¿Y de Sopotocientos, considerado el mejor programa infantil en la historia de nuestra TV? ¿Y de las películas de Chalbaud que la tuvieron como intérprete de lujo, títulos como Cangrejo I y La Gata Borracha? América Alonso, a no dudarlo, es un icono del teatro, la televisión y el cine en Venezuela.

Horror en el campo de concentración

María Gollajovska, que así era su verdadero nombre, nació en 1936 en Krushewatz, Serbia, en la antigua Yugoeslavia. Hija única de un padre ingeniero industrial y una cantante de ópera. Una vez ocurrida la invasión nazi a su país, terminaron en un campo de concentración, donde un día no vio más a su padre cuando cumplió los siete años. Allí sobreviviría año y medio con su madre en condiciones infames, en medio de fusilamientos y persecuciones, además de alimentarse con lo poco que era posible conseguir.

“De todo ese horror no me gusta hablar. Creo que en todas partes hay gente que habrá pasado por peores momentos”, confesó la actriz a Ricardo Tirado en su libro Amores públicos, que el hombre de medios e historiador del cine y la TV escribió para la Fundación para la Cultura Urbana.

Siempre será recordada por todos los venezolanos

Nueva vida en Venezuela

Al acabarse la guerra, emigra con su madre a Venezuela en 1946, en busca de una mejor vida, de acuerdo a lo que revela el citado autor en su texto:

“Ante los problemas de la falta de dinero, la barrera del idioma y la total desubicación (…) hacen posible la adaptación trabajando y conviviendo, en principio, con organizaciones caritativas cristianas, que ubican a la niña, que aún no hablaba el español, para cursar estudios en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, en Sabana Grande. Allí terminó sus estudios de primaria”.

A pocos metros del colegio, se encontraba la escuela de arte escénico de Juana Sujo, que le llamó la atención porque desde siempre sintió atracción por la actuación. La propia Juana Sujo no solo aceptó a la joven de buena gana, sino que asumió el compromiso con la madre de la niña para que esta concluyera también sus estudios secundarios.

“Vivía todo el día con mis ejercicios del lápiz en la boca, para hablar con claridad”, contaba quien a medida que avanzaba en sus estudios de teatro mostraba cada vez más su enorme talento interpretativo. Fueron tres años de intensa formación académica, incluidos, además de lo histriónico, la investigación y conocimiento de la producción y dirección teatral. Igualmente, tuvo la destreza suficiente de aprender a hablar español sin  ningún acento extranjero.

Del teatro a la TV

Luego de participar en numerosas obras teatrales en varios colegios y liceos, bajo la égida de Juana Sujo y como integrante, paralelamente, del Teatro Nacional Popular, que dirigía Eduardo Calcaño, fue afianzando su experiencia artística.

Con la salida al aire de Radio Caracas Televisión en 1953, la contrataron para sus espacios de teleteatros y comedias (como se llamaban a las incipientes telenovelas de entonces, de 15 minutos o media hora por capítulo), gracias a la experiencia que ya había obtenido en la Televisora Nacional, junto a Alberto de Paz y Mateos, quien era el director de producción de ese canal, el primero surgido en nuestro país.

Con Jorge Félix en «Casos y cosas de casa»

Como muchas otras estrellas, su nombre verdadero no sería el que la haría famosa, sino el de América Alonso, que adoptó desde sus prometedores inicios. Para televisión realizó una inolvidable caracterización de La loca Luz Caraballo, que la crítica elogió. Por ello la calificaron de “joven, bonita y competente para todo tipo de papeles”, al anunciarla los organizadores del Guaicaipuro de Oro como mejor actriz de televisión del año 1955, el principal galardón que entonces otorgaban los críticos y cronistas especializados.

Era la época en que la requerían para realizar comerciales de cine y televisión y también la de sus primeras incursiones cinematográficas en filmes nacionales como Tambores en la colina (César Henríquez/ 1956), Papa Lepe (Antonio Graziani/ 1957) y Me importa poco (Miguel Morayta/ 1958), producción mexicana que estelarizó con Miguel Aceves Mejías.

El teatro, siempre el teatro…

Todo ello lo hacía sin dejar de trabajar en el teatro, que constituía la verdadera razón de ser de su constante crecimiento artístico. Estrena en 1958 Réquiem para un eclipse, dirigida por su autor, Román Chalbaud, y al año siguiente hace Volpone, de Ben Johnson, e inmediatamente después le corresponde estrenar Chúo Gil, de Arturo Uslar Pietri.

Con Enrique Faillace en un teleteatro de Rctv en los años 50

A raíz de su matrimonio en 1959 con el productor y publicista Mario Bertuol, se retira de cualquier actividad como actriz que no fuese el teatro. Tuvo dos hijos, Roberto y Alejandro, hoy profesionales, con quienes residía en Miami. Reaparece en la pequeña pantalla en 1961, con la fundación de Venevisión, en donde protagonizó con Jorge Félix Casos y cosas de casa, un family show a la venezolana -al estilo del muy célebre Yo quiero a Lucy-, que se mantuvo ininterrumpidamente en pantalla durante once años.

Tiempo después sobreviene el divorcio, siendo ya una actriz sólida y consolidada. Se refugia en el trabajo y hace mucha televisión, especialmente en telenovelas, en dramáticos como La Loba y en comedias vespertinas para la audiencia más joven como Sor Alegría. En las tablas reaparece de la mano de Román Chalbaud en su obra Los ángeles terribles, que en 1967 estrenó el Primer Festival de Teatro Venezolano, en donde compartió con dos de los actores emergentes más prometedores de entonces: Luis Abreu y Eduardo Serrano. La obra tuvo un notable éxito y se mantuvo bastante tiempo en cartelera, primero en el Ateneo de Caracas y luego en el teatro Alberto de Paz y Mateos del recién creado Nuevo Grupo.

En una telenovela de Venevisión con Elluz Peraza.

Sigue con otro estreno del Nuevo Grupo, Asia y el Lejano Oriente, una de las obras medulares de Isaac Chocrón. Otro de sus logros artísticos lo obtuvo con un nuevo suceso de nuestra dramaturgia, Don Mendo 71, versión de Miguel Otero Silva de la famosa obra de Muñoz Seca, actualizándola en una entrañable adaptación libre añadiéndole el año de su presentación.

Una actriz en la cima

Uno de los hitos importantes de su trayectoria fue también su participación en el espectáculo multimedia Imagen de Caracas, que con dirección general de Inocente Palacios y puesta en escena de Jacobo Borges, al frente de un grupo de destacados directores, conjugaba imagen, color, sonido, música, la palabra, la pintura, la arquitectura y la épica de Caracas, desde su fundación hasta entonces, 1967, año del cuatricentenario de la ciudad capital, apoyándose en diversas formas de expresión, algunas de ellas muy innovadoras en lo tecnológico. Fue todo un acontecimiento artístico sin precedentes.

Con Néstor Zavarce y Caridad Canelón en “Sor Alegría”

En la cima de su profesión, América Alonso continuaba brillando en la escena teatral con montajes tan celebrados como Hedda Gabler, de Henrik Ibsen, María Estuardo, de Friedrich Schiller; La Juanbimbada, de Andrés Eloy Blanco y La valija, de Julio Mauricio. En esta última pieza compartiría con Daniel Farías, quien se convertiría en su segundo esposo.

Después de una estadía en Italia, donde Farías fue designado como agregado cultural de nuestra embajada, que la actriz aprovechó para hacer un paréntesis de descanso en su carrera, al regresar a Caracas forman la compañía teatral Alonso-Farías y rentan el Teatro Cadafe en El Marqués. Paralelamente, los contratan en Venezolana de Televisión, “en su mejor época”, al decir de la actriz, “con sus dos canales, el 5, cultural, y el 8, ligero y de entretenimiento”.

-Allí se hizo el mejor programa infantil de todos los tiempos -remarcaba Alonso para calificar otro de sus logros-, Sopotocientos, que me produjo tantas satisfacciones, al llevar cada día un mensaje de alegría y cultura a los niños.

Siguen excelentes trabajos en las tablas como El acompañante, de Isaac  Chocrón, con dirección de José Ignacio Cabrujas; Corazón solitario, de Franz Xaver Kroetz, dirigido por Ugo Ulive y El Viejo grupo, pieza escrita y dirigida por Román Chalbaud.

Adiós pues, Caracas

 Luego vendrá el monólogo Adiós pues, Caracas, que ella representó ininterrumpidamente durante dos años por todo el país, con libreto de José Gabriel Núñez, sobre textos de Nicanor Bolet Peraza, Felipe Tejera, Aquiles Nazoa y Francisco Pimentel (Job Pim). Ricardo Tirado lo resume con toda propiedad:

“Aquí deslumbró con una propuesta simple y funcional, concebida a base de cortinas negras y algunas alusiones esquemáticas, sin desmerecer del gran espectáculo, que no es otro que sus maravillosos textos, que hacen valer a una actriz dotada como América Alonso”.

También han quedado registrados posteriormente otros trabajos cinematográficos suyos, como Cangrejo I (Román Chalbaud/1982), La gata borracha (Román Chalbaud/1983), Seguro está el infierno (José Alcalde/1985) y Una noche oriental (Miguel Curiel/ 1986).

Tuvo más de seis décadas de una fructífera carrera

Ya bien avanzada su carrera estuvo como actriz invitada en la Compañía Nacional de Teatro en Lo que dejó la tempestad, de César Rengifo, “en el rol de Brusca, desparpajado personaje que requiere de un gran desplazamiento escénico y fuertes ademanes que le causaron daños en la cervical, producto, tal vez, de alguna lesión infantil, que la han obligado a lentos y dolorosos tratamientos que, temporalmente, la mantienen alejada de toda actividad que exija dar rienda suelta a cualquier exceso. Esperando, para cualquier nueva oportunidad, levantar vuelo cual Ave Fénix. Así ha sido siempre.”

Una foto reciente con el actor y periodista venezolano Juan Pachec

Lamentablemente, lo expresado por Ricardo Tirado (también fallecido hace algunos años) en su entrevista con la actriz, no ha podido materializarse, ante el fallecimiento de la notable actriz el pasado sábado 14 de mayo en Miami, en donde vivía su exilio, esperando ver retornar la libertad a Venezuela, un deseo que tampoco pudo ver materializado. A cambio nos ha dejado un fructífero e importante legado, que la ha elevado a la estelaridad eterna.

Fuente:

“Amores públicos”, de Ricardo Tirado.

(Edit. Fundación para la Cultura Urbana)

 

Publicidad
Publicidad