Cultura

"Top Gun: Maverick", el poder del entretenimiento

La película de Joseph Kosinski es el blockbuster definitivo. Ese parece ser el objetivo de una producción que se sostiene sobre una vitalidad asombrosa, ajena al posible ingrediente de nostalgia. Tom Cruise, que recibió una ovación de seis minutos en Cannes y un reconocimiento a su carrera, emerge como un héroe cinematográfico fuera de lo común

"Top Gun: Maverick"
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“Top Gun” (1986), de Tony Scott, es el ícono de un tipo de entretenimiento definitivo. De una forma de hacer cine que mezcla con apropiado equilibrio, la superficialidad del blockbuster con una producción creada para la experiencia emocional del público. Mucho antes del cable, del streaming y las multipantallas, lo cinematográfico tenía un peso considerable. Uno que dependía de la relación del público con lo que disfrutaba en pantalla.

Antes del acceso online, del contenido original sometido al capricho del usuario, del algoritmo y el inevitable reduccionismo de argumentos, el cine tenía una identidad basada en el espectáculo. Uno, además, tan robusto como para competir por un lugar en la historia del séptimo arte. Una noción sobre su trascendencia que hacía de cada estreno un evento.

La película de Scott fue una de esas raras ocasiones en que el entretenimiento en estado puro, se mezcló con la necesidad del público por aventuras traviesas con un trasfondo dramático. Todo en medio de asombrosas piruetas aéreas y la sensación de extravagante alegoría sobre la masculinidad y lo viril. “Top Gun” resumió el concepto temprano del blockbuster, lo reconstruyó en algo novedoso y lo dotó de una robusta vitalidad. Y esto sostenido sobre el centro de gravedad de una estrella de considerable calibre y carisma que soportó en sus hombros el argumento trivial y la noción de la acción sofisticada del film.

Tom Cruise, ya por entonces reconocido por la atípica y subversiva “Risky Business” (1983) de Paul Brickman, se convirtió en un ídolo monumental. En una figura que representaba la estirpe de la tradicional estrella hollywoodense para una nueva generación. Con una sonrisa deslumbrante y un encanto rebelde que brindó a la película de personalidad, “Top Gun” fue el vehículo ideal para un actor en pleno crecimiento. Y el largometraje, la vitrina gracias a la cual Cruise logró mostrar lo que era capaz de hacer por el cine de entretenimiento puro. La combinación entre ambas cosas sostuvo un éxito generacional que se transformó en una película de culto. También, en una mirada hacia el futuro de lo cinematográfico, en un momento en especial prometedor.

Tal vez por eso una de las grandes premisas de “Top Gun: Maverick”, (2022) de Joseph Kosinski, sea la insistencia es que es cine hecho para la sala y no para cualquier otro medio. Una premisa que se deslizó en las entrevistas de promoción y en las declaraciones de Tom Cruise en Cannes.

“Maverick no llegará pronto ni nunca al streaming”, se jactó el actor, con el poder que le otorga ser el sobreviviente de un tipo de cine arrasado por el desencanto progresivo hacia la experiencia cinematográfica de la butaca. Cruise, que vuelve a protagonizar y es otra vez el punto de interés del film, sabe que es el rostro de una época en la que la industria se desdibuja en nuevos modelos de negocio. De un Hollywood que creía en el poder de sus estrellas y la sostenía en un pedestal de aclamación de puro músculo popular.

"Top Gun: Maverick"
Jennifer Connelly es Penny Benjamin

“Top Gun: Maverick” irrumpe en un momento en el que Hollywood lucha por recuperarse de la pandemia. Pero mucho más complicado aún, lidia con los éxitos de taquilla de fórmula que amenazan con arrasar al cine que no depende de una saga para triunfar. Y Tom Cruise, que ha confesado más de una vez que acude a los teatros para ver estrenos y que filma en exclusivo beneficio de la gran pantalla, es el principal abanderado de una percepción del séptimo arte que se tambalea. La secuela tardía de uno de sus éxitos más reconocidos es un campanazo de considerable interés para el futuro del cine. También es una vuelta de tuerca sobre el espectáculo en estado puro. Cruise crea sus propios dominios, “Top Gun: Maverick”, es uno de ellos.

Por el cielo, al éxito definitivo

En varias ocasiones en “Top Gun: Maverick” se le llama a Pete Mitchell (Cruise) “el hombre vivo más rápido”, en una alegoría más que directa a su trayectoria. El piloto más hábil de la historia del cine es también un tótem de un tipo de recorrido brillante y rebelde, que podría ser el reflejo del actor que lo interpreta.

Han transcurrido treinta años desde la última vez que el Capitán Mitchell — “que podría ser almirante, de querer” como insiste también en más de una ocasión — voló a través del cielo de la pantalla grande. La secuela tardía del éxito celebra el peso del personaje y también añade algo más: la concepción sobre su trascendencia como símbolo de éxito descarado.

Tom Cruise sabe — y pondera — acerca del peso de su legado en el cine. Y “Top Gun: Maverick” es la prueba evidente de la importancia de esa trascendencia fílmica. La película no es un homenaje y tampoco apela a la nostalgia. Es una genuina nueva aventura de un nombre insigne en la mitología del cine reciente. Y una que lleva toda la premisa a un lugar mucho más amplio, elocuente y elegante.

Si “Top Gun” deslumbró a una generación por sus piruetas en pantallas y héroes viriles casi ingenuos, su secuela maneja los mismos códigos a un nivel distinto. Lo hace también al profundizar en la idea sobre la aventura y los dramas vinculados a lo romántico de la ausencia de límites. Pete “Maverick” Mitchell es un héroe tradicional del cine. De los que llevan las premisas de sus historias con gallardía y una inverosímil simplicidad.

Pero el personaje también forma parte de un paisaje más amplio y condensado sobre el bien moral, llevado a la percepción de la personalidad. Otra vez, Maverick se enfrenta a la autoridad. Y otra vez, Tom Cruise logra el prodigio de poner su carisma al servicio de una historia que, de otro modo, sería deslucida o en el mejor de los casos, tópica. “Top Gun: Maverick” brilla por su capacidad para tomar la fórmula de la original y reforzar sus puntos fuertes. Hacerla más robusta, intuitiva y meticulosa.

"Top Gun: Maverick"
Miles Teller es Bradley Bradshaw en «Top Gun: Maverick»

Si antes “Top Gun” asombró por mezclar acrobacias aéreas con temas como el poder, la complicidad, el amor y la rivalidad, en su vuelta a la pantalla grande es más ambiciosa. Y no solamente por su historia — más redonda y menos trivial — sino por su arriesgada su apuesta visual. Si Scott se esforzó por crear una película en la que el vuelo lo fuera todo, Kosinski creó una premisa en la que el portento de la habilidad física, es una necesidad. Ambas cosas juntas crean un argumento basado en la adrenalina, la emoción y una ingeniosa versión sobre el valor tradicional.

Maverick al rescate

“Top Gun: Maverick” es mucho más sobre sus héroes que de lo que pueden hacer. La película se toma un considerable tiempo — e interés — en analizar a su nuevo grupo de pilotos, pero en especial, en meditar el brillo de Maverick, un personaje de un Hollywood desconocido para la mayoría de la audiencia.

De la misma forma que el Ethan Hunt de la saga “Misión Imposible”, Cruise dota a su personaje de una humanidad posible y falible. También de una integridad juguetona, a toda prueba. Mientras la historia muestra su tenacidad, las proezas de sus alumnos y deja claro que sin la sala de cine el film sería uno de tantos, Cruise parece dejar un mensaje claro: las películas para las grandes audiencias que desean experimentar al cine a plenitud, han vuelto. ¿Para siempre? No está claro. ¿Por ahora? Sin duda.

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