Música

Soledad Bravo: "Volví de la muerte"...para cantar con más sentimiento

Supo que su final estuvo muy cerca, pero a sus 78 años le ha ganado la batalla al COVID y regresa con su voz cargada de más sentimiento que nunca. Con más de cinco décadas en los escenarios del mundo, la más venezolana de las cantantes españolas e hispanoamericanas, interpretará este viernes 26 canciones napolitanas e italianas en el Centro Cultural Chacao, en el imperdible concierto Come Sinfonía, a beneficio de tantos italianos mayores que en Venezuela están necesitados

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Soledad Bravo

Esta es una entrevista acerca del renacimiento, las reflexiones y balances de vida de una cantante memorable, quien ha hecho no solo una lírica sino además una épica en el canto hispanoamericano. Casi montada en sus 80 años de edad (cumplirá 79 el próximo 13 de noviembre), Soledad Bravo ha sido testigo de un tiempo complejo, en el que la pandemia mostró al mundo la fragilidad y vulnerabilidad de los seres humanos. Y ella, que la sufrió en carne propia, da cuenta de ese viaje introspectivo en el que la sumió el covid.

Guerrera como buena escorpio, ahora Soledad Bravo regresa a su esencia: al canto, a los escenarios, a su público que cultivó a punta de baladas y fraseos poéticos inconfundibles.

Pero regresa con una voz más luminosa, que podremos escuchar este viernes 26 de agosto, a las 6:30 de la tarde, en el Centro Cultural Chacao, en el concierto Come Sinfonía, en el que será invitada especial e interpretará canciones italianas como Dio quanto ti amo, que popularizó Domenico Modugno, o Il cielo in una stanza, de Gino Paoli, entre otras, compartiendo escenario con los cantantes Deborah Emperatriz, Katherine Coll, Andy Perillo y Ángel Faria.

-No podría ser otro el tema para iniciar esta conversación, Soledad, sino el de tu episodio físico y recuperación. Apareció la pandemia, te enfermas, mucha gente se asustó, nadie podía visitarte, te ayudaron, se hizo una campaña para ti y tu esposo Antonio. ¿Pensaste y sentiste que era tu final, o estabas aferrada la vida?

-Yo estaba tan mal en aquellos momentos que no me daba cuenta de muchas cosas ni de mi condición, yo estaba out. Me sentí como quien estaba atravesando una calle y le cayó un edificio encima. Después vino la recuperación muy lenta, muy cuesta arriba, el insomnio, y nunca en mi vida he tomado una sola pastilla para dormir, así que resistí noches enteras sin pegar un ojo, porque siempre me ha gustado estar alerta y estaba atenta a lo que podía pasar. Sufrí mucho, sentía que no me estaba recuperando. Pero fui una paciente extraordinaria, porque la vida es algo maravilloso, así que yo luchaba. Con todo lo malo que nos pueda suceder, este viaje a la tierra es muy hermoso.

“Cuando salí de la gravedad, las secuelas fueron horribles, dolores inéditos en mi cuerpo, fue muy duro.Me hacía exámenes y salía todo bien, pero no podía caminar. Es una enfermedad que acaba y arruina a la gente y a las familias, en todos los sentidos. Por eso agradezco tanta ayuda de la gente y de los medios de comunicación”, dice conmovida.

Foto: Iván Dumont

Fue como asistir a mi propio funeral

– Más allá de contagiarte ¿qué sentimientos removió en ti la pandemia?

-Sufrí una indignación inmensa por la pandemia, porque siento que ha sido como una venganza a Occidente, aunque ocurrió en todo el mundo, pero qué cosa que los chinos en este momento tienen la mejor economía del mundo, no es casual. Viví la experiencia de verme fuera de mí misma, una especie de salir de ti. Eso removió mi vida de una manera tan profunda: verme desde afuera en una situación tan dramática, tan cercana a la muerte. Eso fue muy impresionante.

– Esa cercanía a la muerte ¿te cambió como persona?

-No sé bien en qué me cambió, pero obviamente soy otra persona. Yo me doy cuenta. La cercanía a la muerte siempre conmueve porque nosotros, desde que nacemos, tenemos la muerte como compañera. Cuando somos jóvenes no nos damos cuenta de que ella está allí, está siempre con nosotros, pero cuando concientizas que ese personaje de la Guadaña siempre estuvo a tu lado, comprendes la finitud de todo. Por eso hay que hacer cosas, quiero cantar más y más porque la vida es cortísima de ahora en adelante, los plazos de mi vida se acortaron tremendamente, y quiero estar bien físicamente para poder hacerlas.

– ¿Cómo es el canto de Soledad Bravo ahora?

– Ya llegué a esta edad y ahora canto de otra manera. Siempre retándome a mí misma; ahora ese canto tiene una voz más sabia. Ahora soy Soledad Sabia.

-Te siento como un Ave Fénix ¿es así?

-Totalmente. Absolutamente vengo de las cenizas. Pero en ese trance, no dejé de cantar, incluso lo hacía con las enfermeras. No salí nunca de mi cuarto. Esta experiencia fue, por otro lado, muy conmovedora: ver el cariño, el apoyo, la ayuda de la gente que seguía y siguió, y eso me hizo un bien infinito. Fue una revelación, fue como asistir a tu funeral y ver que la gente llora por ti y que tú lo veas. No tengo palabras para describirlo, porque yo vine de la muerte. Estuve muy cerquita de la muerte. Cuando me enteré de que habían creado una fundación para apoyarnos, yo le decía a mi hija Ana Sol: pero no puede ser. Yo escuchaba una vaina, así como un eco. Escuchaba clínica tal, clínica cual, que si una ambulancia, que si cuidados intensivos. Ese día se me prendió una alarma y me dije: Soledad tienes que luchar.

Soledad Irreverente por siempre

“Gracias a Dios que mis sobrinos me inspiraron y me invitaron a Madrid. Organizaron todo ese concierto hermoso. Gracias a Dios que lo hicieron porque eso me salvó y me devolvió a la vida. Ellos me dijeron: tía, por favor, tienes que salir de ese marasmo, pero a mí me dolían hasta las uñas. Apenas me podía mover, andaba en silla de ruedas, pero lo hice, lo logré.

– Y ahora que eres “Soledad Sabia” ¿qué quieres hacer a nivel artístico?

-Chica, a mí me gusta cantar y cantar. Pero ya uno canta diferente. Vendrá otra manera de cantar, distinta, ya no es ese temperamento tan impulsivo. Ahora es cantar con madurez para que las cosas salgan bien, y que le puedas llegar a la gente con sabiduría, con más luz, con más sentimientos.

– Y en relación con tu público ¿en qué has cambiado?

-Esto es precisamente lo que estamos haciendo. Cuando yo era jovencita no me gustaban las entrevistas, me chocaban, y no me gustaba hablar, era muy tímida. La palabra “Entre- vista” es como hurgar un poquito a través de la ventana. Tampoco me gustaba dar autógrafos; yo decía: para qué carajo quieren mi firma, pero me di cuenta de que es una especie de acercamiento de la gente, que se llevan algo de mí. Porque la gente se acerca de la manera que puede, y todo este trayecto me ha ayudado a ser más comprensiva, a ser más complaciente, incluso a no ser tan estricta conmigo misma.

– ¿No tan irreverente?

– Irreverente nunca he dejado de ser. Reconozco que soy más tranquila en ese sentido, porque eso de andar pisando callos por la vida se paga muy caro, y al final entonces es mejor no pisar tanto callo sabiendo que los puedes pisar.

Doy gracias a mi espíritu libre

Soledad habla de esos años en los que ya había vencido la timidez, de su infancia feliz, entre Catia y San Bernardino. De los años que sin tomar clases de canto ni de música, se inició en los escenarios, a principios de la década de 1970, dosificando y manejando su voz, de cuando aprendió a gestionar su presencia en los escenarios internacionales, muy naturalmente, nada premeditado.

– ¿Estos días de restablecimiento físico también sirvieron para revisar tu vida profesional?.

– Tengo 50 y tantos años haciendo eso que llaman profesional, aunque yo toda mi vida me he considerado una tremenda y gran amateur, porque el que canta lo hace desde que nace y canta siempre desde que es un niño, hasta que un día descubres que eso puede ser una profesión. Entonces sí, ya era una profesional por esos años del 77, 78, pero siempre me costó entender ese término. Claro que era una profesional: tenía honorarios, una disciplina, una incursión internacional. Y estando en París en el año 79, con 10 presentaciones en el Teatro de la Ville, con un lleno total, me cayó la locha cuando una periodista me pidió que le hablara de mi carrera. Entonces me di cuenta de que sí, que era una profesional. Allí tomé consciencia y me dije: oye, esto es una carrera y tengo que enfrentarlo como tal.

– Qué importante lo que dices, sobre todo para los nuevos cantantes ¿Tomar consciencia de ese aspecto qué implicó? ¿Fue un cambio en la manera de llevar tu carrera?

– Las carreras son carreras, con sus altos y sus bajos, como la vida misma. Ese tomar consciencia simplemente lo comento como un tema de ignorancia de Soledad Bravo en ese tiempo. Porque para exponerse públicamente se necesita valor y osadía, sobre todo cuando eres una cantante o artista que no perteneces a esas casas disqueras, que manejan tu éxito a través del marketing, que te dicen qué tienes que cantar. Siempre fui muy libre y siempre me gustó hacer lo que me daba la gana, esa es la pura y santa verdad. Es decir, quise grabar con Rafael Alberti y lo hice, así como con otros poetas, escritores, cantantes. Y todos esos logros gracias a mi espíritu libre.

– Con más de 30 producciones en tu haber discográfico ¿también siempre fuiste libre para elegir qué y con quién querías cantar, más allá de las casas disqueras, de las modas, del marketing?

– Más allá de ese mercado, cuando escogía canciones para un disco, esa elección correspondía a una necesidad interna mía, a un élan vital que me obligaba a cantar lo que pedía mi alma y mi cuerpo. No tenía nada que ver con lo que estaba de moda.

– ¿Cómo trasladarías ese espíritu libertario a los jóvenes músicos de hoy día, muchos sometidos por el marketing, por las leyes de las plataformas digitales o por el corsé de las redes sociales? Son otros tiempos y muchos músicos están grabando y para vender tienen que seguir la moda y las tendencias.

-Yo nunca he tenido nada que decirle a los jóvenes, por la sencilla razón de que no me gusta dar consejos; quién soy yo para dar consejos. Que hagan lo que crean conveniente y se sientan felices, a lo mejor yo no estoy de acuerdo, pero los jóvenes siempre hacen lo que quieren, como cuando yo era joven. Nunca me dejaba imponer algo, siempre triunfaba mi propia opinión, aunque estuviera equivocada, tenía que llevar adelante lo que yo pensaba y quería hacer. Porque cada persona tiene que escoger su propia vida, y si se tiene que dar sus propios golpes que se los de, porque uno tiene que aprender a sobrellevar esta vida artística junto con la vida cotidiana, de una forma lo más digna posible y salir de los conflictos airosos, aunque algunas veces no resulten bien. Esa es la lucha permanente del artista.

La hora del balance

Nacida en la Rioja, España, pero decidida a que Venezuela fuera su patria, se arraigó fuertemente en esta tierra, tanto, tanto, que ya nadie cree su ascendencia española. Era la dictadura de Pérez Jiménez y ella cantaba. Siempre luchadora, abriéndose paso como inmigrante.

– ¿Qué balance haces de tu carrera artística? ¿qué ha sido lo más acertado, lo que hiciste correctamente, y en qué crees que te equivocaste?

-Es difícil mirar hacia atrás y decir me equivoqué en esto o en lo otro. Pero hay aspectos que han marcado mi vida, por ejemplo, mi izquierdismo. Eso será un San Benito que tengo colgado hasta mi muerte y más allá. El haber hecho cosas que, en un momento determinado, por aquellos deseos de justicia social, de los que, además, yo no me arrepiento porque los sigo teniendo. Pero como ya soy mayor, soy una señora al final de su vida, me he dado cuenta del fracaso de las ideologías y de las utopías, y que eso está allí, delante de mis ojos.

“Sin embargo, para mucha gente que ha seguido mi trayectoria, y para muchos, sigo siendo aquella persona y no se dan cuenta de que todos cambiamos según las etapas de nuestras vidas. Y hay una cantidad de perjuicios con los artistas, sobre todo conmigo, porque con otros no, porque no han ido detrás de un ideal de justicia. Conmigo sucede, porque siempre he expresado lo que pienso y quizá eso haya sido un error… pero no estoy tan segura… ( suelta una carcajada profunda y pícara)

– ¿Cómo quisieras que te vieran hoy día?

– Como cada uno me quiera ver. Eso no me quita el sueño. Yo no puedo hacer cambiar a esas personas que tienen prejuicios, es muy difícil quitárselos, entonces da lo mismo. Pero claro, molesta cuando no se enteran de esos cambios y uno dice, pero qué atrasados están con respecto a mí. Y los que sí perciben esos cambios, es muy es bonito porque pienso que entonces ese público y yo, hemos evolucionado juntos.

– ¿Lo más acertado y positivo logrado en tu trayecto artístico?

Directo al corazón

– ¿Y cuál ha sido la clave que te hizo encontrar esa expresión propia, interpretando canciones que no escribiste tu?

-Es que no se trata de una lista de canciones, de un “repertorio”, de una acumulación de temas. Se trata de pequeñas obras que yo interpreto como quiero, a mi manera, esa manera que llega al corazón de las personas, esa ha sido mi clave. Y es cierto, hay canciones que mucha gente cree que son mías, pero son de otros. Uno como intérprete tiene que apropiarse de las canciones, hacerlas tuyas como si las hubieses creado. Me he dado cuenta de esto haciendo una visión retrospectiva de esta vida como artista.

“También quiero decirte algo: hay artistas que harían cualquier cosa por eso que llaman “su carrera”, hasta matar, se meterían en muchos problemas por sobresalir. No ha sido mi caso, yo me lo he tomado con calma porque he pensado siempre que es más importante la felicidad personal, encontrar el amor, es no poner esa carrera como el principal objetivo en la vida. Porque, además, el éxito es muy traicionero”

– ¿De la música actual hay algo que te guste o que te impacte o que te ponga a pensar?

– Para mí los poetas, los compositores, son el alimento de mi canto. La música para mi es tan vasta, pero a mí el reguetón no me gusta, aunque en estos días oí algo que mis nietos estaban escuchando y me decía para mis adentros: quiero comprender, quiero estar abierta.

– En un género en el que el público te adora, más allá de la balada y la trova y los boleros, es el de la música caribeña y la salsa, en el que adoptaste ese espíritu tan caribeño.

– Me ha gustado meterme un poco en esa rítmica. Nunca quise interpretar salsa, pero esa era la música que escuchaba en la rocola que quedaba frente a mi casa en Catia… y bailaba Celia Cruz, y con la Sonora Matancera y la música tropical, porque si a alguien le gustaba bailar era a mí, yo moría por una fiesta. De repente, un día dije que quería bailar mi propia música, y lo hice con Milton Nascimiento y con Willy Colón. Ese género musical probó mi potencial vocal y amplió mi horizonte musical.

¿Qué ha sido y es el éxito para Soledad Bravo?

– Ay, el éxito siempre me ha dado miedo, aunque obviamente me gusta. Pero qué pasa cuando obtienes éxito que no esperabas y que tú no sabes manejar; por eso cuando lo veo venir, trato de apartarme, siempre me he apartado del éxito, me da temor el cambio personal, el cambiar mi trato con la gente; porque el éxito es muy bueno pero al mismo tiempo estropea a la gente y hace perder las perspectivas, y muchas cosas, y siempre he estado muy alerta, quizá eso sea un defecto, he preferido estar tranquila.

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