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"Buena suerte, Leo Grande", Nancy quiere un orgasmo

El film "Buena suerte, Leo Grande" es una celebración a una idea muy poco común en el cine de entretenimiento. La mirada amable a la vejez y al deseo femenino. Todo eso con un aire chispeante y encantador

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En varias de las escenas de “Buena suerte, Leo Grande”, Nancy (Emma Thompson), parece fuera de lugar. O en el mejor de los casos, parece sentir que debe lidiar con una vida que, poco a poco, reconoce menos como propia. Profesora jubilada, viuda y mujer madura que se tambalea en una incómoda crisis de la mediana edad, para ella nada es sencillo. Mucho menos, cuando el personaje — la quintaesencia de la mujer británica — está abrumada por el territorio desconocido que, de pronto, es su cuerpo.

Nancy nunca ha tenido un orgasmo y como si eso no fuera suficiente, tiene la inmediata, angustiosa y dolorosa sensación de que ese punto en suspenso en su vida es una ruptura considerable en su forma de comprender su feminidad.

En manos menos hábiles que las de la directora Sophie Hyde, la premisa habría resultado una comedia de situación con tintes sexuales. O una exploración agridulce sobre el erotismo femenino destinado a un juicio, a la polémica, o incluso a la ironía involuntaria. Pero “Buena suerte, Leo Grande” es una historia que contempla con atención amorosa y profunda a la circunstancia de ser mujer en una época complicada. Y –en este caso- en un momento árido y doloroso de su tránsito personal.

Con una admirable visión sobre la intimidad, el miedo, el dolor y la concepción sobre la identidad, el film toca varios temas complicados a la vez. Desde la conexión entre la forma en que una mujer asimila su madurez y también cómo la cultura le percibe, hasta el pánico silencioso y privado de la pérdida de la oportunidad de vivir a plenitud.

“Buena suerte, Leo Grande” es mucho más que la búsqueda de respuestas — físicas, emocionales e intelectuales — de una mujer compleja. Es una refinada percepción acerca de la individualidad, la intimidad y el miedo a esa condición inevitable e ingrata de envejecer en una cultura cruel y proclive al prejuicio.

Emma Thompson, quien durante la promoción del film insistió en que desde su adolescencia le enseñaron a odiar a su cuerpo, crea con Nancy un personaje que simboliza el sentido de la liberación, el poder y la urgencia de la plenitud. La actriz, que se muestra vulnerable, ambivalente, divertida, trágica y al final, solitaria — todo a la vez — suscita una mirada sobre la madurez femenina que rara vez el cine ofrece o que solo pondera desde la periferia.

“Buena suerte, Leo Grande” es un alegato. Pero no uno sensiblero, edulcorado o simple. Es un recorrido emocionante por el hecho de la vitalidad, la condición de la esperanza y la concepción del mundo de la mujer como algo más complejo y más intuitivo, de lo que el cine suele admitir o mostrar.

Hyde recupera lo mejor de un reflejo de un tipo de personaje multidimensional. Uno, que se hace preguntas sobre su sexo, el deseo y la prostitución; pero que también recorre lugares poco comunes que interpelan sobre tópicos más sutiles como la sensibilidad, el cuerpo de la mujer como incógnita cultural y el placer sexual como misterio. Todo, en medio de un brillante debate acerca del bien y del mal moral que encuentra sus mejores pasajes en el silencio, la ternura y la suprema conexión con los momentos más inusuales del guion.

Muy vieja para…

En 1996, la película “El club de las divorciadas” de Hugh Wilson se convirtió en una pequeña rareza. Se trataba de un argumento que, al contrario de la mayoría de las películas de Hollywood, no se enfocaba en una heroína jovencísima y radiante de belleza. El centro del argumento eran tres mujeres maduras que debían lidiar con el fracaso amoroso y el peso de la edad en una cultura en la que envejecer se considera una forma de debilidad.  

Con un reparto que incluía a Goldie Hawn, Diane Keaton y Bette Midler — todas actrices que debían lidiar con el límite invisible de la juventud en Hollywood — la película dialogaba en términos burlones sobre los prejuicios de una sociedad vanidosa. Y lo hacía, además, con un trasfondo burlón que resultó un éxito de taquilla y crítica.

Lo planteado por el film de Wilson resonó en formas distintas en lugares poco comunes. La película se debatió como una sátira con un trasfondo incómodo, y también como una exploración a un prejuicio complicado que rara vez sale a la luz. En específico, la concepción sobre la mujer — y su idealización — en la cultura pop.

Una década después, el tema resurgió con más potencia y desde puntos más incómodos. En el año 2006, una dura polémica recorrió las redes sociales cuando la actriz Maggie Gyllenhaal contó a la web norteamericana “The Wrap” que había sido rechazada para un papel. El personaje que encarnaría sería a la amante de un hombre de cincuenta y cinco años. ¿La razón del rechazo? La nominada al Oscar cuenta que el director de casting no tuvo tapujos en explicarle “que era mayor para el papel”.

Gyllenhaal se topó con la cara oculta de Hollywood y su manera de discriminar al género femenino. Además, con lo que es un secreto a voces: la vida de las actrices en la meca del cine es efímera. “Primero me sentí mal, después me enfadé y finalmente me eché a reír”, confesó la actriz años después, al contar su experiencia: “Pero es evidente que algo está muy mal en todo. Hay algo en la estructura del que se vende al público y se toma por real que necesita un cambio urgente”.

Por supuesto, lo ocurrido con Gyllenhaal no es la excepción, ni mucho menos un caso aislado de la percepción general que tiene Hollywood sobre la mujer, la belleza y la juventud. El crítico de cine A.O. Scott, se refería al mismo tema en un extraordinario ensayo publicado por el The New York Times, donde habló de lo que llama “las cifras patriarcales”. Scott, insistía en que la edad de los personajes principales — masculinos y femeninos — en series y películas de alta factura se había reducido drásticamente en las últimas décadas.

Para el crítico, esa disminución en los estereotipos de referencia — la visión del líder cultural y social, el apoyo de historias y nudos narrativos — parece sugerir que el hombre y la mujer actual se consideran cada vez más jóvenes, a pesar de la biología. En otras palabras, la juventud se asume como necesaria, inevitable, estrechamente relacionada con el éxito.

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La visión de Scott resulta necesaria para comprender lo que está ocurriendo en Hollywood con respecto a las actrices con más de cuarenta años y a la forma como se interpreta lo deseable. Un patrón que se repite hasta crear un canon único. Porque mientras la cultura popular asume que el hecho de la juventud perenne y la belleza sean necesarios para aceptación social, las ideas restrictivas al respecto se impondrán. Por supuesto, ya es una costumbre que Hollywood venda una imagen edulcorada sobre la realidad.

Se trata quizá de un elemento imprescindible en una industria basada en la creación de estereotipos y que se asume como una ideal en sí mismo. No obstante, esa percepción distorsiona peligrosamente conceptos que se consideran esenciales dentro de nuestra compresión sobre la identidad. De allí que el esquema de la plenitud juvenil — la ilusión de la belleza perfecta — sea uno de esos prejuicios que Hollywood continúe conservando a pesar de la oposición creciente y las protestas al respecto.

Gracias, Leo Grande, por la lección 

“Buena suerte, Leo Grande” pudiera parecer un argumento obsesionado en más de un sentido por la sexualidad. Pero en realidad es una amable y sensible reinterpretación sobre los juegos y roles del hombre y la mujer en nuestra época. ¿Y qué mejor que una historia en que una mujer blanca de clase media deba hacerse preguntas sobre lo erótico? ¿Cuántas mujeres espejo de Nancy podrán comprender sus propios dolores y preguntas a través del personaje de Thompson?

La Nancy de la actriz es una criatura tensa y obsesiva, rota y llena de heridas emocionales a medio sanar. Pero también es una celebración a los secretos inauditos de las mujeres en la pantalla grande. Un paso extraordinario hacia lugares novedosos en los que lo femenino se debate entre dilemas poderosos, más allá de la belleza, juventud o incluso, su rol cultural. Todo un obsequio que “Buena suerte, Leo Grande” brinda con una cuidada sensibilidad y con un certero sentido de su importancia.

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