Cine y TV

"Ticket to Paradise": Julia Roberts y George Clooney con la química perfecta

Son parte de la realeza de Hollywood. También, son grandes amigos. La combinación le brinda a "Ticket to Paradise" un aire feliz, despreocupado y sofisticado del que pocas veces puede presumir una comedia romántica. El film es una combinación de buenas decisiones para crear la definitiva feel good movie del año

"Ticket to Paradise"
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Durante más de una década la cartelera de cine se llenó de grandes historias de superhéroes. Por otro lado, la reacción inevitable fue también el regreso de un cine más autoral, críptico, obsesionado con la deconstrucción de personajes y temas complejos. Al final, los extremos se convirtieron en una mirada al séptimo arte atípica, en ocasiones abrumadora y casi siempre desconcertante. Entre las extravagancias inocentes de franquicias multimillonarias y pequeñas obras de considerable contenido simbólico, el lenguaje cinematográfico pareció atrapado en un pulso hacia dos direcciones distintas.

Quizás, por ese motivo, “Ticket to Paradise”, de Ol Parker, sorprenda y conmueva. La hija única de una pareja de exitosos divorciados viaja a Bali para unos días de descanso antes de enfrentarse a la vida adulta. Pero lo que parecía una breve pausa en un plan minuciosamente preparado para su futuro por sus padres, se transforma en un cambio mayor. Uno que Georgia (Julia Roberts) y David (George Clooney) no piensan aceptar por las buenas.

Este argumento lleno de equívocos, trampas torpes y humor físico, también explora una peculiar idea sobre la madurez, disimulada en el engañoso lustre de comedia de alto presupuesto. Mucho más, cuando esta historia romántica sofisticada, reúne a una emblemática pareja de la lista de consagrados de Hollywood. Clooney y Roberts, que han compartido amistad, proyectos y una curiosa camaradería por más de treinta años, decidieron protagonizar una historia simple. Pero a la vez, transformar esa sencillez en un recorrido por las pequeñas derrotas cotidianas y la noción sobre el paso del tiempo en la vida común.

Por supuesto, el gran atributo del film es la vitalidad refrescante de dos estrellas que disfrutan de una experiencia amable frente a las cámaras. Roberts y Clooney lucen radiantes de buenas intenciones y de un vigor contagioso que termina por dotar a la producción de un raro esplendor nostálgico. A pesar de que la historia que se narra es la de su hija Lily (Kaitlyn Dever) y su decisión inexplicable de contraer matrimonio con el encantador Gege (Maxime Bouttier), el argumento tiene la intuición suficiente para explorar otros lugares. Para narrar, en segundo plano y con discreción, los sinsabores del mundo adulto, los sueños rotos y las esperanzas convertidas en decepción. 

"Ticket to Paradise"
(Universal Pictures)

Si algo sorprende de “Ticket to Paradise” es su habilidad para dejar claro, sin demasiados espavientos, que carece de cualquier tipo de malicia. Tan transparente como el mar de Bali en el que Lily se enamoró de forma irremediable de Gege, el film encuentra sus mejores momentos en lo transcendental y lo simple que puede ser la idea de amar. Y no lo hace en medio de grandes reflexiones filosóficas o cínicas. En realidad, el guion escrito a cuatro manos por Daniel Pipski y Ol Parker, es consciente de que su mayor fortaleza es su reflexión sobre la identidad. Una y otra vez, la película detiene su ritmo amigable y humorístico para permitir que el argumento cuente una historia en paralelo con una libertad limpia e inteligente que sorprende por su aire sofisticado.

Roberts y Clooney, cómplices

Es una feel good movie en toda su extensión y sin duda la mejor de un año escaso en películas que solo busquen entretener a su audiencia. “Ticket to Paradise” tiene la cualidad de la sencillez y de las buenas intenciones. Su premisa no es otra que la enésima reinvención de las grandes historias de amor del cine de la época dorada de Hollywood.

De hecho, la producción no disimula sus orígenes. Roberts y Clooney intercambian chistes, miradas maliciosas, bromas crueles e incluso una borrachera tan sospechosamente realista, que no queda duda de que en algún punto fue real en el set. “Ticket to Paradise” brinda a sus estrellas el lugar y el peso para hilvanar con cuidado un relato en el que la nostalgia por algo más profundo y perdido, lo es todo. “Tengo la sensación de que en el algún punto perdí algo crítico en mi vida”, dice el personaje de Roberts, con voz amable y sincera.

Asombra la capacidad de la actriz, que debe su celebridad a una larga colección de comedias románticas, para reinventar la habitual fórmula de la chica que ama a un chico en algo novedoso. Eso, a pesar de que es notorio de que se trata de un papel hecho a su medida y bajo ese estrato de simplicidad. Julia Roberts lo transforma sin esfuerzo en una radiante condición de belleza tranquila, en la imagen de una mujer que construyó su vida sobre bases firmes y debe mirar sobre el hombro para recordar cómo llegó hasta ese punto, frente a un mar nítido, simbólico y de extraordinaria belleza. Roberts consigue que su Georgia sea una madre amorosa, una mujer que intenta comprender su vida y también, por supuesto, la it girl de una película construida a mayor gloria de su carisma.

Otro tanto hace Clooney, quien con una placidez humorística y paternal deja a un lado su aura de actor misterioso para obsequiar, quizás, su papel más sincero en décadas. El David que encarna soñó con el amor, lo perdió y ahora es un solitario huraño de humor sarcástico. Clooney logra que esa personalidad tópica, se transforme en la de un espíritu melancólico con un corazón roto. Un padre amable y travieso, capaz de planear la mejor forma para sabotear la boda de su hija, y que al mismo tiempo que recuerda con dolor las últimas semanas de su fallido matrimonio.

Una y otra vez, el intérprete brinda una nueva dimensión a un papel en apariencia sencillo. Y una otra vez logra crear la sensación cálida de que David es un hombre con varias capas de un lento sufrimiento a cuestas. Un prodigio de discreta habilidad que conmueve hasta las lágrimas por su sutileza.

Con su final feliz asegurado, “Ticket to Paradise” no es más de lo que promete. Pero tampoco es tan sencilla como pudieran parecer las carcajadas de oro de Roberts o la voz aterciopelada de Clooney. Esta comedia sobre el mundo adulto, disimulada bajo el radiante amor juvenil, es una lección de buen sentido de la elocuencia y la profundidad alegórica. Todo, en un escenario paradisíaco que brilla al fondo como un recordatorio de que el amor triunfará de una manera u otra.

En su escena final, Georgia mira a David y sonríe. Y quizás ese único gesto, tan íntimo que sorprende por su genuina delicadeza, sea el que define a este film. Aunque el guion juega con la idea de un matrimonio apresurado y dos padres preocupados para hacer reír, lo realmente sustancioso de esta historia inverosímil está en la periferia.

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