Cine y TV

"Air": Nike, Jordan y el salto del héroe

“Air”, de Ben Affleck, es un homenaje ingenuo al sueño estadounidense, en el cual el triunfo se muestra como un milagro accidental. Pero también es el reflejo de una época de excesos y ambición que explora desde sus extremos bajo el contexto de un suceso mítico en la historia del deporte y la publicidad

Air
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La película “Air”, de Ben Affleck, transcurre en la ya icónica década de los ochenta, por lo que la ambición y la codicia funcionan -aunque no siempre ni todas las veces- como motor de empuje de las grandes decisiones. También era el comienzo de una nueva perspectiva acerca de la publicidad y el estrellato. Ambas cosas juntas crean el escenario perfecto para una decisión histórica que cambió el mundo del deporte y la publicidad.

Pero el argumento es más inteligente que una simple narración de triunfos o el éxito desde el punto de vista estadounidense. En su guion, Ben Affleck se esfuerza por mostrar que el momento propicio en realidad es una quimera. “No quiero que me hablen de planes a futuro, quiero construir el futuro”, dice Phill Night, el personaje que interpreta. Una y otra vez, “Air” recorre la idea acerca de que los grandes momentos de la cultura contemporánea son la colisión del deseo colectivo y la noción sobre la esperanza como un bien común. Pero en este caso, desde una versión mucho más mundana, singular y bien intencionada. “No es el zapato, es el pie que lo lleva”, insiste el fundador de Nike, caracterizado para la ocasión con una peluca que le queda grande y ropa colorida de poliéster: “Necesitamos encontrar un héroe que todos quieran imitar”.

Y ese héroe, era por supuesto, un deportista a punto de dar el paso a la celebridad absoluta. Un jovencísimo Michael Jordan que, por curioso que parezca, no es el centro de la trama. De hecho, la película destaca como lo realmente importante -al menos, a afectos del milagro en gestación- a la mera existencia de un atleta punto de convertirse en un ídolo, en un tipo de leyenda dentro y fuera de la cancha cuyo brillo dorado se extiende a todo lo que toca.

“Eso es lo que quiero”, insiste Night, con su tono ronco, largas pausas al hablar y la sensación de que su mente está creando todas las posibilidades para construir un prodigio: “Una estrella a punto de explotar”.

«Vencer a todos»

Claro está, el resultado es conocido y a casi cuarenta años de distancia, hablar de la enorme influencia de Nike y Jordan en la publicidad no tiene mucho sentido. “Air” lo sabe y no desea hacerlo. El lugar de eso, recorre los espacios a la trastienda en los que el Sonny Vaccaro encarnado por Matt Damon, debe convencer a Deloris Jordan (Viola Davis), para un sueño que no comparte. La madre de Michael, convertida en protectora y sostén de todas las ambiciones de su hijo, es a la vez, un muro infranqueable. Uno que la incipiente Nike, por entonces una empresa desconocida, que apenas obtenía renombre por sus zapatos de carrera, no podía vencer con facilidad.

“Air” demuestra que lo ocurrido  -ese primer gran salto de Jordan llevando los zapatos confeccionados para él y en su honor- fue un tránsito a través de preguntas acerca de la ambición. “¿Qué deseas cuando quieres crear un producto único?”, se pregunta Knight en voz alta. La cinta, que explora los esfuerzos de la compañía por alcanzar la fama cuando una equivocación la podía hundir en la agresiva bolsa de Wall Street, es brillante al mostrar todos los escenarios a la vez y los enlaza con esa sensación de que en cualquier momento “todo puede irse al demonio”

Desde Ridley Scott dirigiendo un comercial de Apple, hasta la diminuta compañía Wendy’s, plantando cara al gigante de la comida rápida McDonald’s, el guion avanza por rapidez en un trasfondo lleno de promesas, de radiante satisfacción y un cinismo que se transforma en buena voluntad de forma casi sorpresiva, pero creíble. “Air” está organizada para construir lentamente su prodigio, para llevar al espectador desde la promesa y mostrar el advenimiento de un ídolo.

Pero más allá de eso, está para recordar que Nike es la metáfora de una década opulenta, que se construyó a base de ideales y de la astucia de los hombres que imaginaron un sentido del triunfo a su medida. Con Michael Jordan como una figura a la periferia, Phill Night toma todo el protagonismo. No por necesidad o imposición. En realidad, el hombre que movió las piezas para avanzar a través de un tablero complicado, es la encarnación de las metas y frustraciones, de años en que el poder era un anhelo de masas. “¿Qué deseas, cuando nadie está allí para juzgarte?”, pregunta Night a Vaccaro, mientras el zapato que llevará el joven atleta que se convertirá en el mejor deportista del mundo se crea con lentitud en la mesa de trabajo: “En la posibilidad de vencer a todos”.

“Air” es una épica. Desigual, por momentos cursi, pero lo bastante sólida para conmover en sus escenas finales. Una percepción acerca de los hitos colectivos que nacen de un estallido de condiciones privilegiadas. El hombre destinado a ser el más famoso del mundo sobre la cancha, se elevará en un salto monumental, suspendido en el aire. En sus pies, los zapatos que se convertirán en objeto del deseo de toda una generación.

Night y Vaccaro sonreirán de satisfacción por haber logrado este viaje a través de la cultura pop que les convirtió en leyendas. Todo, detrás del escenario, a la sombra de Michael Jordan y con la convicción de que era posible soñar, a pesar del cinismo y de las opciones en contra. Un cuento de hadas moderno, con un final a la medida de la buena voluntad masificada.

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