Cine y TV

"Barbieheimer" y el fin del mundo

Con “Oppenheimer” y “Barbie” el cine comercial y el más cercano al de autor, confluyen en un inesperado punto. Como si eso no fuera suficiente, provocaron un fenómeno conjunto que transformó al espectáculo de salas en una demostración de poder. A pesar de las dificultades, hay industria de Hollywood para rato 

barbie
Publicidad

Barbie (Margot Robbie) tiene una crisis existencial. De pronto, en medio de un baile coreografiado pensó en la muerte por primera vez. Todo eso en otro de los sucesivos y en apariencia interminables, “mejor día” de su vida. La premisa de “Barbie”, de Greta Gerwig, puede parecer simple hasta que hace un singular viraje hacia el existencialismo. La muñeca clásica, la que rompió todos los esquemas, la que empoderó y creó una visión sobre lo femenino por completo nueva, comienza a formularse preguntas sobre su trascendencia, acerca de su lugar en el mundo — si es que tiene alguno — y su futuro. Eso, en un mundo rosa que ya le queda pequeño y que no sostiene todas sus aspiraciones.

Al otro lado del espectro — de la sala, según el punto en que se encuentre el espectador — Oppenheimer (Cillian Murphy) se cuestiona también. El personaje real llevado a la pantalla por Christopher Nolan, medita sobre su posible responsabilidad directa en una futura, y nada improbable, aniquilación de la raza humana. La prueba Trinity acaba de llevarse a cabo para demostrar que la era nuclear es capaz no solo de arrasar con el mundo, sino convertirse en una amenaza perenne. De pie, frente a su obra, el físico Robert Oppenheimer retrocede horrorizado. “Ahora me he convertido en la muerte, la destructora de mundos”, resuena en su cabeza la línea del Bhagavad Gita.  

En un rarísimo evento, cuyo origen no es del todo claro, una película netamente comercial y otra con aspiraciones de marcar un punto de gracia en el cine de autor, se unieron en el llamado “barbieheimer”, que no es otra que la confluencia del estreno de ambas. Las redes sociales combinaron esto en un fenómeno que dio como resultado uno de esos raros momentos en que la cultura popular crea sus propias regiones de encuentro. Tanto una como otra cinta están enfocadas a públicos distintos, a partir de dos versiones del mundo, sus metáforas y percepciones. Pero les une algo: son muestras de aproximaciones audaces sobre temas polémicos, dolorosos y en plena ebullición del debate público. La muñeca vestida de rosa que fue parte de la infancia de una buena parte de los niños del mundo y el hombre que permitió a la humanidad tener la capacidad para matar a una escala nunca vista, al final, cuentan un relato semejante: cómo cada época tiene sus villanos, héroes, valores e ideales. Y de qué forma, eso afecta al futuro. 

Barbie y su fantástico mundo rosa 

La película de Greta Gerwig no es sencilla, superficial o banal, a pesar de que lo aparenta con una cuidadosa puesta en escena, sostenida sobre la mitología de la muñeca Barbie. La marca más preciada de Mattel emerge como un mundo extraordinario, beatífico y profundamente rico en matices, que analiza, casi, a la periferia y con una astuta versión de la realidad, una serie de dilemas morales contemporáneos. El personaje de Margot Robbie no conoce otra cosa que las limitadas fronteras de un universo ideal. Nunca ha tenido grandes preguntas, aspiraciones o preocupaciones, porque cada parte de su vida es en esencia perfecta y creada para satisfacerle.

De modo que cuando todo empieza a desmoronarse con una rapidez de pesadillas, Barbie querrá respuestas. Y solo habrá una manera de obtenerlas. “El mundo real te espera”, le dice Kate McKinnon, la muñeca de cabello cortado y que tiene una amplia experiencia con el mundo más allá del color rosa. Por lo que Barbie tomará la decisión de ir en su propia búsqueda de respuestas. Un camino del héroe salpicado de brillantina, lazos y entusiasmo. 

La cinta podría ser simplemente el comercial más grande del mundo para una marca exitosa, a no ser por que a partir de su segundo tramo Barbie, deslumbrante, levemente anticuada y llena de optimismo, se topa con una dimensión de las cosas dolorosamente gris. Con la realidad cotidiana, con miradas lascivas, el miedo a la diferencia, la necesidad de control e incluso, la cuestión esencial, acerca de la vida y la muerte. Gradualmente, la muñeca comprenderá que el engaño en el que ha vivido buena parte de su existencia, le cuesta la esperanza. Al menos hasta que comprenda que su mera aspiración por la bondad, la fe e incluso el amor, pertenece al reino de las ideas. 

barbie

“Barbie” es tramposa en la medida en que su humor es ufano y en ocasiones, levemente cruel. Pero esconde sus puntos más agudos bajo las risas que provoca la idea de que la amiga de buena parte de las niñas — y olvidada, como recuerda con dureza el film — simplemente, jamás pensó que solo era un objeto entre cientos otros. La alegoría es obvia, potente y aunque en momentos parece volverse en exceso insidiosa para una película con bailes teñidos de luces de colores, está ahí, para quién desee consumirla. Un truco osado que Gerwig logra aprovechar para convertir a su película en una reflexión sobre la identidad conmovedora, en su sinceridad.

El último minuto de la inocencia

“Oppenheimer”, de Christopher Nolan, es formalmente perfecta. Asombrosa en montaje, edición y con diálogos densos que lleva esfuerzo seguir. Mucho más, cuando la película apuesta a la introspección para alejarse de la biografía o el drama histórico en estado puro. De modo que la va entre secuencias en blanco y negro — lo que la historia fue — y en colores — lo que el personaje titular recuerda — para recorrer un terreno brutal que pocas veces se toca en el cine y que, ahora mismo, parece más pertinente que nunca: la responsabilidad moral acerca de la tecnología, la forma como las decisiones y el ego de los grandes talentos de nuestro siglo, crearon la tormenta perfecta para una hecatombe en fuego, que se muestra con aterradora precisión.

Irrespirable por momentos (la tensión aumenta hasta que la explosión de la prueba Trinity es la única respuesta a todo lo que se analiza en el guion) y en otras, despiadada y humana, “Oppenheimer” apunta a destrozar cualquier heroísmo en el poder. En su lugar, lo sustituye por el error, el equívoco y la duda. El miedo, la urgencia de las épocas y por último, la necesidad de la justicia, incluso en situaciones extremas. La cinta de Nolan no es fácil de digerir. Tampoco de seguir. Su tramo central se vuelve oscuro y terrorífico, un relato macabro sobre cómo nuestra cultura decidió originar el arma que podría destruirla por completo. 

“Oppenheimer” es gigantesca, ambiciosa y tan necesaria como para convertirse en un hito de un tipo de cine que nuestra década está a punto de olvidar, el de las épicas extraordinarias y tenebrosas que hacen de la historia un lugar en el que todos somos perdedores. El mensaje más duro que una cinta semejante puede ofrecer. 

Publicidad
Publicidad