Espectáculos

Sillas con autógrafos y objetos con historias, los secretos del Museo Nobel

La ciudad de Estocolmo vive cada año su día más importante el 10 diciembre cuando el rey Carlos Gustavo entrega los Premios Nobel en una solemne ceremonia.

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La semana de los Premios Nobel está regida, sobre todo en la ceremonia de entrega de los galardones, por estrictas tradiciones, pero han surgido otras nuevas, como la de que cada premiado firme una silla para la cafetería del Museo Nobel.

La ciudad de Estocolmo vive cada año su día más importante el 10 diciembre cuando el rey Carlos Gustavo entrega los Premios Nobel en una solemne ceremonia en la que todo esta medido minuto a minuto y la tradición marca cada uno de los pasos de los galardonados, al igual que en la posterior cena de gala.

Sin embargo, con el paso de los años, se han incorporando algunas nuevas tradiciones menos rígidas y más lúdicas por iniciativa del Museo Nobel, donde cada premiado es invitado a firmar una silla y a ceder un objeto que contenga una «historia».

Así, está institución atesora ya más de 300 firmas debajo de los asientos de las sillas que se usan en el «bistró» y sus vitrinas se van llenando con pequeños objetos que cuenta la historia de los premiado, relata a Efe uno de los comisarios del museo Gustav Källstrand.

La idea de autografiar sillas comenzó con una visita del expresidente estadounidense Bill Clinton, «aunque él nunca firmó una», pero fue entonces cuando los responsables de la institución pensaron que sería un buena idea marcar de alguna manera la silla en la que se había sentado y decidieron escribir su nombre debajo.

«De ahí surgió la idea -explicó- de que se podía hacer lo mismo con los laureados con el Nobel, pero que fueran ellos mismos quienes dejaran su firma en la silla en lugar de en un tradicional libro de visitas».

En 2001, cuando se celebró el centenario de los Premios Nobel, la ciudad contó con la visita de todos los premiados vivos -casi un centenar- y todos ellos firmaron.

Mucha gente no conoce esta tradición, pero cuando están tomando un café y alguien se la cuenta enseguida se levantan y empiezan a dar la vuelta a las sillas para ver sobre la firma de quién están sentados, relató.

«Creatividad» es la palabra que mueve el museo, explicó Källstrand. «Queremos servir de inspiración a los jóvenes, que se diviertan, que sean curiosos», pues nunca se sabe si uno de los niños y adolescentes que juegan por sus salas, participan en los talleres y charlan sobre los nobel acabarán siendo uno de ellos.

El Museo atesora también una pequeña sección de vitrinas con objetos que han sido cedidos por los premiados o, en los casos mas antiguos, por sus familiares.

Cada año, una de las primeras actividades de los premiados cuando pisan suelo sueco es visitar el Museo Nobel, que previamente les ha pedido si pueden donar «algo que cuente una historia» y que sea importante para el galardonado.

No es normal ver en la vitrina de un museo una cinta de papel de adhesivo con su soporte. Esta perteneció a Andre Geim y a Konstantin Novoselo, ganadores del Nobel de Física 2010 por aislar el grafeno, ese nuevo material con propiedades sorprendentes.

Ambos decidieron dar al Museo la cinta de papel celo con la que limpiaban de los microscopios los restos de carbono para poder deshacerse mejor de ellos y fue precisamente de esos pedazos de cintas adhesivas impregnadas de mineral de donde acabó saliendo el grafeno.

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