Economía

A 70 años de la victoria en la Gran Guerra Económica

Junto a las tropas, caminan los sobrevivientes de aquella gesta inolvidable. Venezolanas y venezolanos que subsistieron con sueldo mínimo en plena conflagración.

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Foto: AP

Corre el año 2.085. Los principales líderes políticos del planeta se dirigen a Moscú para celebrar el 140 aniversario de la Gran Guerra Patria. Sin embargo, antes de aterrizar en la famosa Plaza Roja, los jefes de Estado y de Gobierno hacen una parada en Caracas para conmemorar los 70 años de la Gran Guerra Económica.

Luego de recibir a cada uno de sus colegas en la rampa 4 del Aeropuerto Internacional Walid Makled, ubicado en Maiquetía, el presidente Fidel Raúl Pérez encabeza el majestuoso desfile que tiene lugar en la mismísima autopista Ínclito Burgomaestre Jorge Rodríguez – antiguamente llamada Genocida Francisco Fajardo.

Bajo un sol radiante, el presidente Pérez – el bueno, claro está – arranca su enfervorizado discurso recordando la denodada lucha del heroico pueblo venezolano contra los pelucones y las peluconas que pretendieron matarlo de hambre. “Los pelucones se quedaron calvos”, destaca con su proverbial chispa y sentido del humor. En medio de la algarabía reinante, subraya que es el décimo segundo mandatario chavista, pero el primero cuyo padre y abuelo se ganaron el sustento diario como patriotas cooperantes.

Antes de autorizar el inicio del acto principal, el comandante de la revolución agradece a la coalición que participó en la operación del Día D(esabastecimiento). Los presidentes de Argentina, Uruguay, Nicaragua, Ecuador y Bolivia se levantan y saludan a las masas. Lo mismo hace el presidente de Guyana, en su tercera visita al país luego de anexionarse la vieja zona en reclamación, y el primer ministro de Haití, nación que socorrió a Venezuela durante la hambruna de 2027.

La presencia de estos dirigentes, empero, no minimiza la ausencia de dos antiguos aliados: Cuba, que tras aceptar en 2046 el estatus de estado libre asociado de Estados Unidos prefirió cortar lazos con Caracas, y Brasil, cuyo presidente Marquinhos Odebrecht aún espera que le cancelen las deudas contraídas a principios de siglo por obras que – según Miraflores – todavía no han sido terminadas.

Finalizado el discurso, comienza la imponente exhibición del poderío bolivariano. Miles de personas se despliegan en la vía. No marchan. Al contrario, están inmóviles, uno detrás del otro, en sentido homenaje a aquellos que perdieron horas de vida en las colas para comprar los productos básicos. Más atrás, aparecen las gloriosas Diez Brigadas Antiimperialistas, organizadas según el terminal de su cédula del 0 al 9, todos alzando el pulgar derecho al grito de “¡Captahuella y Siamed, pa’ que se registre usted!”.

Junto a las tropas, caminan los sobrevivientes de aquella gesta inolvidable. Venezolanas y venezolanos que subsistieron con sueldo mínimo en plena conflagración. “Recuerdo cuando la revolución socialista autorizó la venta de carros en dólares, mientras yo tenía que pedir prestado pa’ llegar en bus a Charallave”, narra entre lágrimas el viejo José Angulo, quien 70 años después sigue teniendo pesadillas con buhoneros y bachaqueros que le ofrecen el último rollo de papel tualé en mil bolívares de los de antes (que hoy equivalen a 0,001 bolívares fortísimos).

Y el desfile continúa para enseñarle al mundo el arsenal que mantiene firme a la patria. Gandolas cargadas con kilos de pollo y carne regulada, toneladas de azúcar y café, montañas de leche en polvo. Toda esta demostración de soberanía – importada a 6,30 – pasa frente a los ojos del presidente Pérez y de Deng Jinping, el cuarto funcionario chino que dirige Petróleos de Venezuela desde 2051.

Concluido el apoteósico evento, Pérez se retiró en su moto y depositó una ofrenda floral a los pies de la tumba del Cadivero Desconocido, dónde simbólicamente se enterró la lista prometida por el presidente Maduro y los expedientes que un día abrió la fiscal Ortega Díaz. Paz a su alma eterna.

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