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Historia y destino del café en Venezuela

Cada mañana, sin delectación morosa, el venezolano afirma su amor por el café.

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Todo camino se vislumbra tormentoso cuando se piensa en recorrerlo sin él. Orgulloso de su ignorancia topográfica, su olor se cuela intrépido por toda la casa. Desdeña versificar su supremacía y despierta a los somnolientos. Los más apresurados salen sin tomarlo y en sintomático silencio llegan a cualquier sitio en su búsqueda.

Ni el ilustre escritor Rómulo Gallegos en Doña Bárbara pudo dejar de mencionarlo: “Santos (Luzardo) continuó saboreando, sorbo a sorbo, el café tinto y oloroso, placer predilecto del llanero, y, mientras tanto, saboreó también una olvidada emoción”.

En la clasificación del café resalta la personalidad del venezolano: bullanguero o parsimonioso todos lo piden, aunque de diversa forma: cortado, tetero, con leche, marrón, marrón claro, marrón oscuro, guarapo, envenenado, cerrero, negro o negro corto. Nunca desdeña de su patriotismo. Al contrario, exalta su compenetración internacional que se sustrae al ámbito cotidiano. Por eso, hay quienes lo piden cappuccino, espresso o macchiato.

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El venezolano, siempre identificado con el regocijo no podía dejar pasar estas notas distintivas para hacer de esto motivo de chiste. El show de Joselo transmitido por RCTV contaba con un sketch en el que él hacía las veces de mesonero y preguntaba a los comensales cómo querían ordenar su café. Tomaba nota de cada una de las diferentes solicitudes y cuando se dirigía al barista sencillamente decía: ocho cafés, por favor.

José Rafael Lovera en su libro Historia de la alimentación en Venezuela (1988) comenta:“el cafeto ya se cultivaba en los aledaños de Caracas en 1784, donde su fruto comenzó a ser preciado para preparar una infusión. Del contorno urbano, el arbusto sabeo pasó a ser cultivado en los campos, centrándose a fines del siglo pasado en la zona andina, que desde entonces ha sido considerada región cafetalera por excelencia. El progreso en el cultivo del café fue relativamente rápido, llegando a ser renglón de exportación desde 1796”.

Por mucho tiempo, Gran café de Sabana grande fue el amparo favorito de los caraqueños. No había franja etaria que separara los diferentes estratos sociales. Fundado por Henri Charrière, conocido como Papillon, es hasta ahora uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad. Sin duda, el alborozo de otrora se ve opacado por la inseguridad y no es prudente visitarlo en horario nocturno.

Todavía hay espacios que rehúyen a la soledad y reivindican los momentos para las fabulaciones verbales. Vienen a representar monumentos a la distracción: Café Vomero y Café Noisette en La Carlota, Café Piú en Bello Monte, Café Venezuela en la Plaza Bolívar, Café Trinacria en Chacao, Café Artesano en La Candelaria, Café Billares Nico en la Avenida Victoria, la Tienda Nino Carbone en Altamira, Café Arábica y Bila Café en Los Palos Grandes, entre muchos otros.

El día lunes 8 de febrero de 2014 la abdicación del pensamiento progresista triunfó junto con el desconcierto; y con más rango de manifiesto que de ley, secundó fielmente el extravío de la producción de café en el país.

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Se publicó en Gaceta Oficial lo siguiente: “Artículo 4o. Con el propósito de abastecer la Reserva Estratégica Nacional de Café, los productores y productoras, solo podrán arrimar y/o comercializar sus cosechas, de manera directa y sin intermediación ante la Corporación Venezolana del Café, S.A., Café Venezuela, S.A., y Fama de América, S.A. En tal sentido, queda prohibida la venta de café verde, café en pergamino y café en cereza, por parte de los productores y productoras a intermediarios y cualquier otro actor distinto a los señalados en el aparte anterior”. Posteriormente, el 22 de diciembre de ese mismo año la Superintendencia de Precios Justos, según la providencia administrativa 079 fija el precio del café verde (lavado superior) al productor a Bs. 5040 el quintal.

Paramaconi Acosta, barista venezolano y miembro de la Escuela venezolana del café, agrega: “actualmente la producción está deprimida por dos factores. La primera es la epidemia de roya, que es un hongo que le reduce capacidades a la planta para producir café y eso conduce a la tala del árbol; el segundo factor, es que en los últimos años han surgido más de diez entes que controlan la producción del café y ninguno de ellos es precisamente un ente estimulante. Con esas medidas, sale más barato abandonar los cafetales y en consecuencia se convierten en un caldo de cultivo para cualquier epidemia.

Por eso, muy pocas familias están produciendo café. Nuestros productores, a diferencia de los grandes terratenientes de Brasil, son microcultores (poco más de tres hectáreas). Para ese caficultor, no representa problema cambiar de rubro. Cortan las plantas y siembran otras, porque con estas condiciones, no es negocio cultivar café y menos todavía con ese decreto donde obligan a los caficultores a arrimarle el café al gobierno. ¿Para qué arrimar a pérdida? Le saco más provecho quedándome acostado en la cama. Guatemala ha dado el ejemplo en la región. El trabajo y la organización con la que han venido trabajando ha sido impecable. Lo más triste de todo es que en Venezuela caben nueve Guatemalas y media. La lucha no es fácil pero no por eso tenemos que rendirnos”.

El trato que ha recibido el café de los trabajadores del campo siempre ha sido noble. Ufanamente y para justificar la querencia hacia este fruto, es de uso común, sembrar el guamo, un árbol que se planta para dar sombra al café. No hay parquedad posible en el elogio a este fruto. El poder y ostentación se juntan cuando se alaba el potencial como “terroir” con el que cuenta el café venezolano. Lamentablemente, en el mercado internacional la realidad que se refleja es otra. Según datos del portal de la Organización Internacional del Café (ico.org) los números en lo que respecta a la producción (por saco) total de Venezuela como país exportador son los siguientes: 2009 (1214), 2010 (1202), 2011 (902), 2012 (952), 2013 (804), 2014 (660).

Vicente Pérez, director ejecutivo de Fedeagro, comenta: “después del agua, el café es la segunda bebida de consumo a nivel mundial. Con Juan Vicente Gómez producíamos más de 30 kilos por habitante, hoy en día estamos produciendo kilo y medio por habitante. Desde el 2003 el gobierno empezó a controlar exageradamente el precio del café. El gobierno hace eficientemente el papel de policía con ese decreto donde el gobierno funge como comprador único en Venezuela. La única válvula de escape que permite el gobierno a las torrefactoras es que el 30% del café que procesan seagourmet y por tanto, puede venderse a un precio superior.

¿Pero qué hacen algunos caficultores? En vez de vender a pérdida por Bs. 5.040 el quintal, se van a la frontera y lo venden por Bs. 20.000. Nosotros hemos perdido la calidad. La gente recoge verde y maduro al mismo tiempo porque no tiene el dinero para contratar a dos turnos de trabajadores. Es tal vez la razón principal por la que el café venezolano es de mala calidad. Hoy en día, el 80 por ciento de las torrefactoras están en manos del gobierno. Por ejemplo: Café Madrid, Fama de América, Café Venezuela y Cafea una torrefactora que mandó a construir el ex presidente Carlos Andrés Pérez en Rubio, expropiada por el ex presidente Chávez en el mismo acto donde estatizó el café Fama de América (Gaceta 39.303). Aquí habían 140 empresas entre grandes y pequeñas, y hoy en día sólo queda una cuarta parte”.

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Eduardo Pérez Viana, proviene de una familia cafetalera. Actualmente es propietario de la marca Café Blandín y trabaja con varietales en Biscocuy (estado Portuguesa), Boconó (estado Trujillo), Sanare (estado Lara).

“Tengo 23 años trabajando en esto. Pronto vamos a incorporar la zonas de La Azulina (en Mérida) y de Caripe (estado Monagas) que para mí son de los mejores del país. El problema es que ahora está restringido el acceso a la materia prima. Lo bueno, dentro de todo, es que hay una actividad underground por la pequeña escala en que nos movemos. Yo empecé en el año 92 cuando conocí a Susan Hamilton, una americana que fue la que puso en marcha el proyecto de Café Arábica. Me independicé en el 99 y desde esa época comercializo mi café. Cada día estoy más apasionado con el tema. Fui la primera persona que dio cursos de café en el país. Hoy en día hay una persona, que aunque es competencia para mí, respeto mucho y vale la pena reconocer lo que ha hecho. Se llama Rubén Ali Gozaine que tiene su marca de Café Azul”.

El colega Pietro Carbone, también maestro barista, comenta que la producción del café en el país está en el nivel más bajo de la historia. “Solo se sabe que lo que se produce no alcanza para el consumo interno. Hay productores en varias zonas del país. Por ejemplo: Sanare, algo en Mérida y actualmente el principal productor de café es el estado Portuguesa. En el estado Miranda y Aragua se produce buen café y actualmente Caripe del Guacharo nos está dando buen café”.

El fundador de la Accademia del Caffe concluye la entrevista con un mensaje esperanzador: “claro que vale la pena producir. Siempre que el mercado lo pague, lo entienda y lo valore. Tenemos muy buen café y hay que seguir trabajando por eso”.

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