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Barrera Tyzka y el mito de la patria contra la muerte, o viceversa

La cotidianidad de los venezolanos se arraiga mientras que el Presidente agoniza y su enmudecida voz se va convirtiendo en un mito digno de los desterrados.

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En 1960, en La Habana, el barco francés “La Coubre” explota mientras descarga una serie de granadas y municiones. El resultado: 101 muertos y unas declaraciones que culpan al Servicio de Inteligencia Americano (CIA) de haber causado el estallido.

El entonces presidente Fidel Castro culmina su discurso, en el entierro de las víctimas, con una amenaza que desemboca en la frase “Patria o Muerte”, expresión luego institucionalizada como lema de la revolución cubana. En Venezuela, casi cinco décadas después, Chávez sella juramento durante su proclamación presidencial en la Asamblea Nacional (2006) con el mismo lema.

Este es el grito que se excusa para contar la historia de un país, ese que intentó descifrar un silencio disfrazado de elocuencia y a un hombre empecinado en convertirse en mito.  Con un carisma imposible de improvisar y una oratoria objeto de estudios y disertaciones, nadie logró como él fundar el verbo que quedaría resonando en nuestros oídos desde el más allá. Patria o muerte fue su lema terminante, el tránsito entre una alegoría y otra resultó inevitable. Aquellos meses de incertidumbre y cerco informativo son revividos a través de ficciones que pecan de acertadas, y de historias que gritan “Déjà vu!”.  

El escritor venezolano Alberto Barrera Tyzka cronica en su última novela la larga enfermedad de Chávez, desde que anuncia la presencia del cáncer que lo llevaría a la muerte, hasta que, frente a los pronósticos y parcos anuncios de su gabinete de gobierno, la noticia del fallecimiento llega con retraso y sobrias explicaciones. Pero la enfermedad es solo un contexto, el libro Patria o Muerte, primera obra venezolana en ganar el premio literario Tusquets de Novela (XI Edición), expone la vida de un grupo de venezolanos que intenta sobrevivir a la tierra de Chávez.

El jurado que galardonó a Barrera Tyska destacó “la valentía de contar, desde las vivencias cotidianas de un grupo de personajes, la realidad venezolana de un modo poco complaciente”, al mismo tiempo que rescató  la “habilidad” del autor de reflejar las “angustias y preocupaciones” de unas vidas condicionadas por la histeria y las tensiones de un “país pendiente de un líder carismático”.

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Los rumores de un final inesperado

Un periodista quebrado con ínfulas de escritor, una mujer cubana que busca escapar a toda costa, dos hermanos separados por sus ideologías y una niña tocada por la muerte a manos del hampa. Estas son algunas de las historias que Barrera entrelaza a medida que el país se convierte en un caldo de rumores y las cadenas de cinco horas, donde el presidente canta y echa chistes, se van espaciando hasta subsistir en la reminiscencia de un recuerdo a veces dulce, a veces amargo. Protagonistas que gravitan en torno al secreto mejor guardado de Latinoamérica.

Estos personajes viven o se encuentran por diferentes motivos en Venezuela en el periodo en el que Chávez está muriendo, un momento que al escritor le pareció especial gracias a ese tránsito lleno de “elucubraciones, rumores y especulaciones que además erizó la polarización y la división”, sostiene.

“Cuando Chávez anuncia su enfermedad, yo empiezo a encontrar un espacio simbólico que me parecía perfecto para contar historias que ya antes había escrito”, admite el autor. Estas historias se enlazan a una velocidad vertiginosa que no pierden su alcance, algo que Barrera quiso lograr marcando en la novela el “ritmo televisivo” que enredaba a la sociedad venezolana en ese momento.

“Todo el mundo estaba pendiente de las noticias y de saber que pasaba o no. Cuando al final Chávez va a La Habana y habla por última vez, lo que quedan son muchos rumores, tanto que gente absolutamente desconocida se abre paso. Como el doctor Marquina, por ejemplo,  un tipo que con un tweet se convierte en una voz noticiosa en el país”.

Los registros de la enfermedad y de las alocuciones dadas por Chávez tienen un rigor periodístico que le resta elementos de ficción al delicado contenido. Aunque el escritor quiso narrar sus historias alrededor del fallecido presidente, si hay algo que deja claro es el tratamiento preciso y directo que se le da a todo el proceso pre y post diagnóstico.

Y como la realidad siempre puede más que la ficción, esta zona limítrofe entre lo que sucede dentro y fuera de las páginas de la novela hace improbable pasar de largo la narrativa de vidas en donde surgen circunstancias conocidas, pero ya olvidadas por muchos. La presencia de médicos cubanos en los hospitales del país, las desagradables invasiones admitidas por rangos de autoridad, las ausencias y desconocimientos de dos sectores divididos y situados en contra. La cotidianidad de los venezolanos se arraiga mientras que el Presidente agoniza y su enmudecida voz se va convirtiendo en un mito digno de los desterrados.

Las coincidencias incomodan, pero no impiden culminar esta lectura que una vez iniciada invita a quedarse para un final que, a pesar de ser conocido por todos, no siempre será visto a través de los mismos ojos, o en este caso a través de la misma pluma.

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