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Copa América Centenario: “Un Mundial para América”

La Copa América recuperó su prestigio. La máxima competición de Sudamérica, más allá de la tradición brindada por ser el torneo más longevo de selecciones, se había estancado y perdido su atractivo en la década de los noventa.

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Venezuela y su interés por demostrar su poderío político, invirtió (o derrochó) una aún incalculable cantidad de millones de dólares para en 2007 recobrar la brillantez de una fiesta a la que pocos le otorgaban interés (ya las potencias de la región no convocaban a sus estrellas y su organización era más un dolor de cabeza). Desde ese entonces, todos de nuevo la quieren ganar.

Es improbable que hace 100 años, en plena I Guerra Mundial y a orillas de una de las peores crisis económicas del planeta, Héctor Rivadavia Gómez, el político y deportista uruguayo ideario del torneo, haya imaginado la magnitud de su creación. La conformación de la Confederación Sudamericana de Fútbol en 1916 en ocasión de la celebración del primer torneo regional de selecciones en la centenaria Argentina (los locales, Brasil, Chile y Uruguay disputaron la primera Copa ese año), marcó el inicio de un larguísimo camino que se encontraría hoy plagado de corrupción y sobornos, pero que aún conserva la magia derrochada por sus protagonistas, los futbolistas, y las fervorosas rivalidades que se mantienen entre las naciones.

Esa magullada e indecente raza latinoamericana contrasta sugestivamente con la celebración de la Copa América Centenario en Estados Unidos. Puedo imaginar las reuniones que sostenían los dieciséis federativos (13 de ellos hoy privados de libertad) con el comité organizador de la US Soccer Federation para la realización del evento, siendo monitoreadas por el FBI. Seguramente, fue el último acercamiento necesario para luego lanzarles el zarpazo de la ley.

La noche del domingo no fue Korn quien reventó con sus atronadores riffs el Hammerstein Ballroom de Manhattan para grabar su muy buen disco en vivo, sino la decencia y la modestia obligada de un mundillo futbolístico que intenta tímidamente y con prudencia deslastrarse del dejo de criminalidad que lo persigue. Los únicos irreverentes fueron los cuatro recolectores de bolitas (Jorge Campos, Mario Kempes, Alexi Lalas y Carlos Valderrama), porque la seriedad de sus pasaportes no tuvo mácula al entrar a territorio gringo.

En lo deportivo, pinta bonito. Una confederación que con solo diez miembros ha levantado nueve títulos mundiales merece una fiesta así. Si bien la centuria se celebrará en un territorio poco futbolero, el ensayo de realizar el primer verdadero torneo para toda América (más allá de la semántica del nombre) es una apuesta a la por muchos soñada unificación continental, que le daría mayor poder de negociación a sus socios en el escenario FIFA en estos nuevos tiempos de legalidad, además de elevar su atractivo competitivo. “Un mundial para América”, como dijo el sabio de cabello ensortijado amarillo, “El Pibe” Valderrama.

Noel Sanvicente se hizo presente en Nueva York. Muy elegantemente vestido (los cambios recientes en su verbo y ahora en la vestimenta demuestran que poco a poco se adecúa a la órbita internacional), el técnico estuvo atento al sorteo de una competencia a la que el seleccionador llegará sí y solo sí sale bien librado de los choques ante Perú y Chile por las Eliminatorias en marzo.

Como era de suponerse, el horizonte pinta difícil para pensar en una posible clasificación a Cuartos de Final. Olvidándose de la profunda crisis deportiva y estructural que atraviesa la Selección de Venezuela para no hacer el drama mayor y apelando únicamente al linaje, México (que es más que local en territorio estadounidense) y Uruguay parten con todo el favoritismo para trascender. Cualquier resultado distinto, será una rutilante sorpresa. Junto con Jamaica, los criollos intentarán dar la campanada en su grupo, el C.

Insisto: el análisis partiendo de lo estrictamente deportivo ayudará muy poco al optimismo por la actualidad del seleccionado, sin embargo, el estreno será esperanzador: contra Jamaica el 5 de junio en la ciudad de los vientos, Chicago. Arrancar con tres puntos es útil hasta el hartazgo para las aspiraciones, siempre que se haya aprendido la lección de no repetir lo de la Copa América pasada, cuando se comenzó bien y se terminó mal. La única mala noticia de esto es que el necesario encuentro amistoso ante los muchachos del reggae no va a poder jugarse antes de la Copa (lo que sí con Costa Rica, al menos).

Después, a buscar la hazaña: el 9 de junio contra Uruguay en Filadelfia. Puntuar será indispensable si se traen los tres contra Jamaica, de lo contrario, será un suicidio aspirar a algo cuando toque cerrar contra México en Houston el 13 de junio. En el papel, las cuentas de las probabilidades pueden dar, pero si giramos la cabeza y se chequea que aún no hay jugadores asegurados para la próxima convocatoria de premundial, una FVF que se declara en emergencia económica y el pobre rendimiento en el terreno, cualquier saldo positivo que se saque de estos tres enfrentamientos será noticia.

Viene una competencia atípica, pero interesante. América mostrará su nueva cara de trapos limpios y ensayará lo que se plantea como un duelo continental que se institucionalice cada cuatro años en adelante. Me gusta.

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