De Interés

El lucrativo y usurero negocio de los cursos de inglés en el extranjero

Miles de estudiantes, principalmente de Asia y Europa del Este, van al Reino Unido cada año en su afán por aprender inglés. Son piezas de una industria, que ya desde 2006 superaba una facturación anual de 14,5 millones de libras esterlinas. Sin embargo, no todo es aprendizaje y experiencias placenteras con esta costosa inversión profesional que puede fracasar por la usura de ciertas escuelas, como EF Manchester.

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Cursos de inglés
Texto: Gil Molina / [email protected]

En Venezuela por ejemplo, varias compañías con larga tradición en el país permiten el pago en moneda local y la conexión directa con sus filiales en los distintos continentes. Ofrecen índice de trayectoria, material p.o.p a rabiar y la promesa de familias desconocidas con garantía de recibir a todos “como miembros de su hogar”.

Sin embargo, desde la primera semana en EF Manchester, el caso que nos ocupa, muchos estudiantes de diferentes países padecen incontables incomodidades derivadas del servicio de «accommodation», ese que les permite tener cobijo, resguardo y comidas diarias.

En muchos casos, es obligatorio tener una familia asignada para concretar el viaje. Y, pese a pagar una elevada cantidad por este concepto, en ocasiones la experiencia dista mucho de ser placentera. Los institutos llegan a cobrar al estudiante hasta dos o tres veces más de lo que la escuela paga a las familias anfitrionas por hospedarlos en sus casas, donde deben darle dos comidas diarias y una habitación con comodidades mínimas.

En 2010, se estimaba que 359 millones de personas tenían el inglés como lengua materna (hoy se calcula extraoficialmente que llega a 450); y según cifras de Naciones Unidas, es probablemente el tercer idioma más usado en el planeta, después del mandarín y el español. No cuesta creerlo, incluso sin salir de casa se entiende claramente la importancia del idioma de Shakespeare. El inglés impregna todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, abarcando actividades que van más allá del habla o el mero hecho comunicativo.

Series de televisión, instrucciones para estrenar refrigerador, letras de canciones y asuntos de seguridad mundial, todos usan el inglés como enlace universal y punto de conexión. La población del planeta se dirige hacia una Torre de Babel con la promesa de un mundo sin fronteras. Y es que al sumar aquellos que nacieron diciendo “¡hello!” con quienes toman clases para aprender a decirlo como un nativo, encontramos que es el idioma más hablado en el mundo.

Hasta hace unas décadas, la fantasía de un mundo globalizado era casi una quimera surrealista, increíblemente costosa y solo al alcance de algunos privilegiados. Ahora la democratización del inglés en países de América Latina, Europa y Asia ha permitido levantar una industria que moviliza millones de dólares al año, sin importar los océanos que separan a los aspirantes de sus próximos destinos culturales.

El asunto se ha simplificado notablemente. En el pasado eran instituciones tradicionales las que fomentaban este emocionante cambio de panorama (grupos religiosos, internados, institutos especializados), pero en la actualidad se abre un abanico de posibilidades mayor para satisfacer las expectativas de jóvenes recién graduados que buscan mejorar el atractivo de sus hojas de vida a través de un segundo idioma.

Basta con acceder a cualquier red social para conectar adecuadamente con algoritmos de ventas. Escriba en un motor de búsqueda “inglés”, y verá sus líneas de tiempo llenas de ofertas y destinos en diversos puntos del globo: Trinidad y Tobago, en el Caribe, para aquellos que no quieren perderse los días de sol; Londres y Estados Unidos, para los más tradicionales; Australia o Nueva Zelanda, para quienes quieren viajar más lejos.

Cualquier lugar es posible destino, y esto tiene un impacto en el número de estudiantes e institutos que se dedican a la actividad. Naturalmente , cuando hay dinero contante, pueden crecer las pequeñas y medianas empresas, las corporaciones transnacionales y los empresarios e inversionistas.

Pero, ¿qué tan eficientes son los nuevos métodos que, gracias al Internet, las transferencias bancarias y a los miles de vuelos internacionales ahora están al alcance de cualquier persona para perseguir su objetivo de aprendizaje?

Primero lo primero

En muchos países de América Latina, así como Asia y Europa del Este, operan empresas certificadas para ofrecer experiencias de inmersión, aprendizaje, viaje y cultura completa. Un solo pago ofrece al estudiante la posibilidad de incrementar sus conocimientos y habilidades, y volver no solo con gratas experiencias, sino con una etiqueta de «bilingüe», que le abrirá puertas a su paso. Luego de revisar los atractivos catálogos, y una vez decidido el destino, empieza un sueño que a veces termina en pesadilla, una distorsión de las felices imágenes del «brochure» de la propaganda.

Sin embargo, la fantasía de la globalización con frecuencia se desdibuja al momento mismo de desembolsar el costo de la matrícula: cada instituto se desentiende de su estudiante y deja que sean las leyes, normas y procedimientos de cada filial local las que controlen las andanzas del viajero académico.

Una vez cancelada la matrícula, la suerte de los viajeros varía según la escuela del país donde acudirá. Un ejemplo concreto es por EF Manchester, en el noroeste de Reino Unido, adonde cientos de estudiantes viajan para mejorar su inglés y ampliar sus perspectivas. Bajo un atractivo modelo de enseñanza, EF ofrece cursos que van desde 2 hasta más de 30 semanas, en cualquier país.

Según el British Council (“A review of the global market for English language courses”), el Reino Unido continúa atrayendo la mayor cantidad de estudiantes que aspiran dominar el idioma inglés. El lugar donde se originó esta lengua, la promesa de ser parte de una cultura milenaria y la tentadora oferta de cientos de ciudades que se promocionan como la mejor opción para aprender, siguen siendo quizá la razón por la que EF posee oficinas en Londres, Oxford, Cambridge, Brighton, Bristol y otras ciudades.

“Muchas de estas casas anfitrionas son inhabitables, sucias, sin calefacción en invierno; y muchas familias anfitrionas no dan a los estudiantes las comidas por las que ellos han pagado a la escuela. Peor aún, en algunos casos, la comida es insalubre. Y al notificar a la escuela, ésta ignora la situación”, dijo Sabrina Chimon de Francia.

Sucede, además, que la escuela cuenta con varias residencias estudiantiles. Y cuando el estudiante pide un cambio de «host family», (familia anfitriona) una de las primeras cosas que hace la escuela (como negocio), a través de su gerente de Acommodation, Denise Doyle, es ofrecerle una habitación en una residencias con un valor aproximado de 800 libras esterlinas sin comidas, (un costo superior al de la los host families).

“Muchos estudiantes terminan por aceptar (y pagar), por el temor de encontrarse en la misma situación con otra familia anfitriona”. Es lo que le ocurrió a Rodrigo Quezada, de Chile.

Muchos estudiantes se sienten burlados por EF y es un comentario recurrente entre estudiantes. Hay algunos que, aún asignados a una casa deficiente, corren con más suerte porque en respuesta a sus quejas los mudan a otras casas, pero solo para descubrir que el desastre se repite, debido a que la nueva casa es también horrible. La respuesta de EF es someterlos a un incómodo periplo de un lugar a otro, que apuesta al cansancio.

Por otra parte, no es nada estimulante ver que el mayor interés de la escuela pareciera ser que los viajeros culminen sus semanas para dejar el puesto libre a otros más neófitos. Esta situación irregular puede ocurrir con un mismo estudiante hasta dos o tres veces, dependiendo de las semanas que permanezca en dicha escuela.

En el caso especifico de EF Manchester, la oficina no se preocupa realmente por los intereses del estudiante, como lo comenta Valentina Petaro, de Italia.

Junto a Valentina, un grupo de estudiantes ya cansados, dijeron que “la escuela jamás reconoce un error, y además la solución ofrecida es siempre a beneficio de EF como por ejemplo cambiar de una casa de familia a una residencia, pagando más dinero”. La mayoría de las veces, los estudiantes, por su escaso dominio del inglés y encontrándose en un país extraño, terminan aceptando la situación, incluso cuando son francas injusticias.

Los estudiantes, tal y como comenta Hassan Mohammadramadan, de Arabia Saudita, “agotados de la situación, deciden terminar la escuela para no perder su certificado, y aunque pagaron por un servicio no recibido, se ven obligados a comer muchas veces fuera de sus casas de familias, ya que se sienten ignorados por la escuela». Ante la solicitud de reintegro del dinero pagado por comida no recibida, el estudiante recibe una contundente negativa por parte de la escuela.

La Gerente de Alojamiento de EF Manchester, Denise Doyle, se limita a despachar al estudiante con un parco «unfortunately not» (Desafortunadamente, no podemos hacer nada). Sin más solución que moverlo de lugar, en un incómodo peregrinar mientras pasan las semanas. Hasta que el estudiante se dé por vencido.

La decepción de los estudiantes aumenta cuando se dan cuenta de que son ignorados por la escuela. Y de que EF vuelve a hospedar a nuevos estudiantes en las casas anfitrionas de las que se han retirado. Con un frío en la nuca ven a los “nuevos” convertirse en presas de este cíclico negocio.

Deberes, derechos y abusos.

Si bien es cierto que algunos estudiantes tienen un buen paradero o toleran mejor la burla, impulsados por las ganas de superarse y aprovechar la experiencia al máximo, no todos aceptan terminar en tan precarias condiciones. Algunos deciden regresar a su país como es el caso de Hassan Mohammad de Arabia Saudita.

Además, algunos estudiantes al regresar a su país de origen, se encuentran que cuando hacen reclamo a EF por inconformidad, los mismos empleados que se habían mostrado tan solícitos y zalameros para vender el plan, se desentienden del asunto diciendo que todo es responsabilidad de la filial de EF a la que asistieron, por ejemplo. De esta manera la culpa resulta ser de otro, “pasándose la pelota”, como comenta Catalina Sánchez, de España, y reafirma Valentina Petaro de Italia.

Si un estudiante pregunta en EF Manchester, cuál es el costo por quedarse dos semanas más, el presupuesto de la escuela es de 1.800 libras esterlinas, aproximadamente. Sin embargo, si un estudiante decide retirarse a dos, tres, o cuatros semanas antes de culminar, la respuesta será que «no puede hacerse reintegro del dinero», como lo comenta su PostSales Manager en EF Caracas, Diego Rangel, a pesar de que el plan de estudio de la escuela es semanal.

Si el estudiante manifiesta su descontento desde semanas antes, la escuela astutamente juega con el tiempo del estudiante moviéndolo de casa. Pero si decide irse definitivamente y solicita un reintegro, la respuesta de la escuela es que debe comunicarse con EF del país que contrató, “ya que no se reintegra el dinero”, como lo reconfirma en EF Manchester su directora, Hannah Teece. El vicio legal, incluso, les ha permitido a las autoridades de EF Manchester, negarse a los derechos de los estudiantes, alegando la validez de supuestos contratos que algunos estudiantes manifiestan no haber firmado.

¿Valor educativo o mero valor comercial?

No es la primera vez que, con la excusa de impartir un nuevo idioma, se presenta una gran oportunidad comercial y también las estafas. Escuelas virtuales, laboratorios de aprendizaje a distancia, que también ameritan una importante inversión y cuyos resultados no son satisfactorios, promesas de memorización en horas, casi como fórmulas mágicas para escribir, hablar y enunciar como un nativo. Al final, el fracaso recae en el estudiante.

El propio British Council, máxima autoridad británica en la enseñanza del inglés, afirma que se trata de un mercado “volátil, impactado por factores externos como los cambios en el valor de monedas extrajeras, las amenazas terroristas, pandemias e incluso legislaciones gubernamentales”.

Cabe destacar que EF Education First es ampliamente apoyada por el British Council. Es pertinente, pues, preguntarse si este organismo está al tanto de la inconformidad de los alumnos de EF en aquella ciudad. ¿O solo leen las respuestas positivas que emiten los estudiantes en las encuestas internas que realiza la misma escuela? Importante resaltar que, en las redes sociales de esta institución se han registrado reclamos que los administradores eliminan para dejar exclusivamente los contenidos favorables.

Es imperativo que los organismos responsables de velar por el buen servicio de estas instituciones revisen la calidad de las escuelas. Que hagan encuestas de forma directa (y no dejándolas a las escuelas) para recabar la verdadera percepción de los usuarios; y, en caso de abusos, hacer responsables a las instituciones educativas.

Pese a encontrar buenos profesores en las aulas, muchos estudiantes se sienten decepcionados y estafados con EF, ya que sus denuncias son ignoradas y no saben a dónde acudir, porque del vacío legal sólo queda el mal rato. El silencio, la impotencia y las quejas ignoradas nunca llegan a otros usuarios, que deberían contar con información fidedigna para tomar sus decisiones. De esta manera se repite un ciclo de sinsabores en quienes ven su experiencia de aprendizaje eclipsada por la de supervivencia.

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