Maduro dijo textualmente el jueves pasado, durante la activación del motor 15 Industrias Estratégicas, acto realizado en el estado Monagas:
«¿Ustedes vieron lo que pasó en Turquía?”… «Erdogan se va quedar como un niño de pecho para lo que va a hacer la revolución bolivariana si la derecha pasa la frontera del golpismo».
Y en ese juego de bipolaridad, un rato después el presidente Maduro reafirmó su compromiso con el diálogo para preservar la paz y generar la prosperidad en el país.
«Quiero paz, quiero diálogo, quiero prosperidad y lo vamos a conquistar».
Es bueno recordar que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, inició una purga civil y militar y encerró a sus opositores después del intento de golpe de Estado que el pasado 15 de julio se perpetró en su contra, y ha solicitado que se pueda aplicar la pena de muerte a los golpistas (¿Recordamos a Morales Bello en 1992: “Muerte a los golpistas”?)
Desde entonces, Erdogan ordenó la destitución y en muchos casos detención de miles de militares, policías, jueces, funcionarios y hasta conserjes turcos acusados de participar en el fallido golpe de Estado o de seguir a Fethullah Gülen, el predicador al que el Gobierno acusa de orquestar la asonada.
En contraste, el presidente Hugo Chávez, después de un golpe de Estado en su contra, llega con un crucifijo en sus manos y hoy Maduro ante un hecho que no ha sucedido, advierte que no será como Chávez, porque de hecho no ha sido como Chávez en ningún momento, a pesar de afirmarse como el hijo del mismo.
Nadie debe dudar que ante un intento de golpe de Estado la reacción debe ser contundente, es lógico, así debe ser, pero eso es una cosa, y otra es homologarse ante un mandatario que goza de toda una trayectoria de violación de derechos humanos, y que no tiene absolutamente nada que ver con el proyecto bolivariano y chavista, aunque goce de la reciente protección de Rusia de manera conveniente.
En otro desliz, así como la comparación que él mismo presidente Maduro se hizo con Stalin, esta búsqueda incesante de definir su personalidad a través de otros, cada vez más devela su compleja asociación con deseos autoritarios, que nada tienen que ver con la Constitución de 1999.