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Vinotinto Sub 20 al Mundial: La reivindicación de los procesos

Se necesitó un partido más para celebrar y también para sufrir, pero que nadie se atreva a impedir la alegría de la clasificación al mundial. La Venezuela que había levantado tantas expectativas en el país futbolero certificó con el cupo al evento de Corea del Sur que el trabajo y la preparación rinde frutos y que ese camino es el que debe seguir la estructura del fútbol en el país para aspirar a nuevos objetivos y un crecimiento real.

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Vinotinto Sub 20
Foto: José Jácome | EFE

Casi dos años de trabajo y módulos. Dos navidades sin compartir en familia y una bicoca de 30 partidos internacionales, más una ingente inversión de recursos económicos, fue la apuesta por un grupo talentoso de jugadores que levantaron desde que eran más chicos, la idea de que eran una generación diferente.

El Sudamericano Sub 20 en su comienzo no fue el mejor para Venezuela. Los fallos en la definición y la escasez de fútbol ofensivo generaba dudas en el funcionamiento del colectivo, las mismas que tenía Dudamel cuando variaba los acompañantes de Ronaldo Peña en el ataque de la Selección. El equipo marcaba poco, no ganaba pero tampoco perdía y su eje defensivo sorpresivamente era el que sobresalía en el trabajo colectivo. Yeferson Soteldo fue incluso al banco en medio de una pequeña modificación de nombres, más no de idea táctica.

Dudamel insistió con su concepto y terminó triunfando con él. Su equipo partió siempre del equilibrio y del trabajo al mínimo riesgo para construir su juego y con el pasar del campeonato, fue explotando, con exponentes de alto calibre como Yangel Herrera y Yeferson Soteldo en planes estelares. Mientras más libertades tuvo el hombre de Huachipato, más trepidante se hizo el equipo. Aparecieron los goles en los momentos claves, las tapadas de Fariñez y el sacrificio encomiable de todo un equipo que demostró una extraordinaria capacidad y acondicionamiento físico a la altura que fue determinante para ser superiores al resto de selecciones con las que se vio la cara, incluso la mismísima Bolivia del altiplano.

Ahí, en la tarea de mantener tercamente una idea, de pedirle a la FVF que le dejara continuar dirigiendo a la Sub 20 mientras agarraba la papa caliente de la Absoluta, en conquistar con su retórica convincente a quienes tenían en sus manos las responsabilidades administrativas de manejar los recursos para sustentar una ambiciosa preparación, tiene un mérito tremendo Rafael Dudamel. Confió en un proceso, confió en un grupo que no pudo contar con agentes externos como Adalberto Peñaranda, se la jugó con los que habían estado en tantos módulos por encima de algunos elementos que buscaran en la última carrera colarse entre los convocados. La confianza ciega en las capacidades de sus muchachos, le brinda la posibilidad de ser hoy día el primer técnico criollo en clasificar por dos veces una selección masculina a un Mundial de fútbol.

En medio del desorden federativo, triunfa la regla del juvenil en el campeonato. Nadie sabrá que sin esa regla los Fariñez, Soteldo, Herrera, Ruiz y compañía hubieran tenido todo el bagaje necesario para tener sus medias curtidas en la experiencia profesional. Los minutos ganados en sus clubes fueron una adición más a la excelentísima preparación que pudieron tener. Ojalá que, ya no siendo muchachos que jueguen por norma, tengan la continuidad y minutos de acción necesarios para llegar a Corea del Sur con el mismo nivel al que arribaron a Ecuador.

Mención especial para los Josua Mejías, William Velázquez, Eduin Quero, Luis Ruiz, Ronald Hernández y Sergio Córdova. Los “clase media” de la Selección que sin ser tan nombrados como los cracks, terminaron por aportar enormes gotas de trabajo, talento y ganas para que el colectivo se diera intraficable ante el rival que fuera. Una gran demostración de la valía que cada elemento de los 23 en lista tenía para lo que se terminó por dar en la altura de Quito, un mérito enorme por las complicaciones orográficas del sitio que en nada disminuyeron a los nuestros.

Las selecciones nacionales de menores siguen dando satisfacciones. Sus procesos bien llevados triunfan a medida que la confianza les permite ir alcanzando metas. Ojalá que ese mismo mecanismo pueda darse en la de mayores, donde la consolidación de los cambios en estructura y nombre arriesgan resultados y genera que haya desazones momentáneas si se quiere disfrutar a futuro. Este grupo pinta para grandes cosas y si ha conseguido un crecimiento fulgurante en tan poca edad, mantenerse dependerá de las oportunidades que desde arriba les brinden de ver cuán valiosos son. Por lo pronto, hay que celebrar alegrías como las de ir a un Mundial, como el fichaje de Yangel por el grupo del Manchester City o el pase de William Velázquez de un Estudiantes de Caracas de Segunda a un Watford de Europa. Que crezcan, que se sigan formando con la crema y nata para que la mata de los frutos no termine de brotar.

A quienes critican los procesos, aquí está un resultado de haber respetado uno. El camino labrado desembocó en un éxito que puede ser mayor si la ambición se incrementa con lo que se pueda lograr en Corea del Sur. Por lo pronto, celebrar con una sonrisa que otra vez, Venezuela se deja ver en la escena internacional con protagonismo.

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