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Pedro Plaza Salvati, ganador del Premio Transgenérico, se acostumbra "a perder”

El escritor venezolano ganó la XVI edición del Premio Transgenérico, que otorga la Fundación para la Cultura Urbana, con su libro de crónicas Lo que me dijo Joan Didion. La ceremonia de entrega se realizará el sábado a las 3:00 pm en la Librería Lugar Común del centro comercial Paseo Las Mercedes

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TEXTO: MARÍA ANGELINA CASTILLO | FOTOGRAFÍA DE LA PORTADA: ANDREA HERNÁNDEZ

A Pedro Plaza Salvati, últimamente, le han dado muy buenas noticias. A finales del año pasado bautizó su libro El hombre azul (bid & co.) y recientemente presentó en Costa Rica, donde reside, El lugar de las nubes, con Uruk Editores. Nacimientos literarias a los que se unirá otra publicación: la de su libro de crónicas Lo que me dijo Joan Didion. Esto tras haber ganado el XVI Premio Transgénerico, concurso anual que realiza la Fundación para la Cultura Urbana. El jurado lo conformaron Luis Yslas, Roberto Echeto (ganador de la edición 2015) y Luis Alfredo Álvarez.

El anuncio se había hecho en diciembre de 2016 y será este sábado 18 de marzo cuando se lleve a cabo el acto de premiación. Será a las 3:00 pm en la Librería Lugar Común del centro comercial Paseo Las Mercedes. La entrada es libre.

Lo que me dijo Joan Didion está conformado por trece escritos sobre la ciudad de Nueva York. La idea comenzó a tomar cuerpo cuando en 2009 el venezolano fue aceptado para cursar una maestría en Escritura Creativa en la ciudad estadounidense. Paralelo a la academia, intensa y primordialmente práctica, Plaza Salvati fue desarrollando crónicas sobre la ciudad que lo abismaba: sus personajes, sus tributos, sus símbolos, su diversidad. Así se fueron gestando piezas como Cementerio vertical, que da inicio a la lectura; El canto de los mendigos y Encuentros bajo tierra, para continuar.

─De acuerdo con el veredicto del jurado, la de Lo que me dijo Joan Didion es una escritura serena, con la reflexión que trae la experiencia. ¿Así evalúa su verbo actual?

─Muchas veces los críticos le hacen entender a uno lo que ha escrito. Me agradó eso porque podía ser muy lugar común que como Nueva York es una ciudad hiper agitada se dijera que la crónica iba a esa velocidad. Pero no es así. Aunque cada crónica tiene un registro distinto, sí reflexiona sobre lo que sucede. Está todo el tiempo observando.

─El proceso reflexivo viene también en la selección del material, ¿cómo ocurrió en esta ocasión?

─Sientes una seguridad subjetiva sobre el hecho de que lo que estás haciendo va a salir bien. Uno se encuentra siempre con mucho material, de cada crónica hay bastante, sobre todo cuando se trata de la descripción. Por ejemplo, cuando hablo de los personajes de la ciudad, cómo se asemejan los animales del zoológico a las personas, la multiplicidad de culturas. Haces una lista que a veces adquiere un tono poético. En la crónica La última parada del Bronx hay mucha descripción. Todo es un proceso intuitivo.

─Nueva York es una ciudad de inmigrantes. Y la inmigración es un tema que ha adquirido un matiz delicado a partir de los últimos acontecimientos. ¿Cómo lo trabaja en sus crónicas?

─Nueva York es la ciudad más cosmopolita que puede haber. En un vagón de metro hay un judío, un musulmán, un católico, un republicano, un demócrata, un negro, mestizo, blanco, rubio. De todo. Y todos respetando el espacio del otro. Es un ejemplo grandioso de civilización; aunque desde afuera se vea como atropellado, creo que es una radiografía de tolerancia. Porque es la diversidad en toda su expresión, como si todas las civilizaciones convivieran en una sola. Y eso te da una sensación de infinitud, no hay forma de conocer Nueva York. Ahora, en cuanto al tema reflexivo sobre la inmigración venezolana, lo que hay en la escritura son flashback, pero no es algo predominante. En la primera crónica hay un recuerdo del verde del Ávila, las guacamayas que sobrevuelan la ciudad, la luz del trópico que el cronista ya no puede ver; también está otra que hice sobre la exposición Bodys, que en Caracas generó controversia.

─Ha escrito cuentos y publicado novelas, ¿qué es lo que le interesa de la crónica literaria?

─Me gusta el género porque pienso que en la realidad hay demasiada riqueza de dónde tomar. Me parece que es más difícil tomar la realidad, dosificarla con ficción y hacer que funcione. Y es lo que me gusta leer: ficción que esté anclada en la realidad.

─Escribe crónicas para Prodavinci sobre la ciudad, en esta visita al país, ¿cómo describiría a Caracas? ¿A qué le suena, a qué le huele?

─La última vez que estuve fue en diciembre y de esa fecha para acá es un país distinto. Trato de descifrar lo que he visto hasta ahora y siento una especie de derrota. No sé si es resignación, pero sí como una aceptación de una tristeza. Es lo que percibo cuando veo a la gente caminando, cómo se expresa. Es como si cayeran en esa sensación de que no hay posibilidad de salida.

─¿Qué representa un premio en un país al que le han arrebatado la meritocracia?

─La Fundación para la Cultura Urbana ha sido un sobreviviente, así como otras instituciones en muchos otros campos; muy tenaz. Esa perseverancia en medio de las dificultades es lo que le da vigencia a este premio, que sí reconoce el mérito y genera la escritura de un libro. Eso me parece que tiene mucha resonancia. Para mí ha sobrepasado las expectativas, porque no es la primera vez que presento un manuscrito a un concurso. Uno se acostumbra a perder. Y el haber ganado le da a uno una proyección distinta. Es un reconocimiento a la constancia, pero a la vez a la Venezuela que debería ser.

─¿Influirá de alguna manera en la escritura por venir?

─No. Uno tiene que seguir igualito como si no hubiera ocurrido. El premio hace que uno se sienta bien, porque el escritor vive sumergido en un mundo de frustraciones. Uno escribe y escribe, está mucho tiempo en solitario. A veces hace textos superiores a otros, pero no lo ven. El hecho de que haya un reconocimiento a los años de sequía es importante. Pero intento que no cambie nada. Yo no escribo pensando en un lector, pero sí en que lo que escribo se entienda. No te puedes convertir en un snob literario. Debe ser comprensible también tu obra desde la complejidad.

─En época de crisis, ¿qué fuerza toma el oficio literario?

─En el tipo de crisis que vive Venezuela es fundamental retratar lo que se vive para que haya un legado a las generaciones posteriores, a las personas en el extranjero, que entiendan lo que ocurrió. Aquí todo está al revés, es una anormalidad constante; como dice Eduardo Liendo: esto es más allá del absurdo. Y algún día esto será una transición hacia otro paradigma, es necesario dejar un registro.

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