De Interés

Batman y las máscaras de la vida

“La vida es como una máscara que llevamos ante la muerte. ¿Y acaso no es la muerte tan solo otra mascara? Inscripción Maya.

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En días pasados falleció a los 88 años de edad, uno de los actores de superhéroes más icónicos, Adam West. La serie de TV de Batman, filmada en la década de los 60, en pocos años quedó superada por el desarrollo de efectos especiales para apoyar el despliegue de los superpoderes de los superhéroes cuyas historias serían posteriormente llevadas a la pantalla grande, y también chica.
Adam West personificó a Batman, superhéroe que lo perseguiría hasta el final de sus días, puesto que le fue muy difícil salir del encasillamiento de ese personaje, a pesar de las numerosas apariciones de West en numerosas películas de corte ligero.
¿Quién de los cuarentones y cincuentones no sucumbió ante las aventuras del Batman de los 60? Inclusive yo me partí la cabeza subiendo un muro, con una toalla como capa y una “baticuerda” que se rompió a mitad de camino. O peleando con mi hermano mayor para no asumir el rol de Robín, sino de Batman.
También lo digo, porque inclusive sus capítulos en color iniciaron en parte, la era de la televisión a colores en Venezuela, la que llegó absurdamente tarde al país (1980), después de ser uno de los países pioneros en la televisión de latinoamericana.
Batman “el hombre murciélago” es uno los pocos superhéroes sin superpoderes, junto a Ironman, Daredevil, Maxx y Linterna Verde. Su atributo esencial es la inteligencia. Sus herramientas, una capa para volar, un traje para aguantar golpes y un cinturón provisto de artículos esenciales para su buen desempeño en casos de emergencia.
Batman también es conocido como el “enmascarado”. Así como a Adam West le costó desprenderse del personaje, también a los seres humanos en la vida real les cuesta desprenderse de los personajes que desempeñan y también de las máscaras que utilizan para representarlos.
Los seres humanos les colocan mascaras a sus dioses, para adaptarlos a sus imperfecciones o para proyectar las perfecciones que les gustaría ver cristalizadas en el momento de la transición a otros mundos. Pero sobre todo los seres humanos fabrican mascaras para usarlas ellos mismos, para esconderse de los demás, para ocultar a veces sus miserias, otras sus miedos y sentimientos, inclusive los más puros, y así huir de sus mundos interiores, de esos de los que más tratas de alejarte, más se te acercan.

La máscara también se usa para absorber la energía que desprende el significado arquetípico que representa un villano, o un héroe, un represor, o un justiciero. Pareciera que cuando los ambientes se tornan más violentos, proliferan las máscaras. A pesar que el mundo está lleno de violencia, y de máscaras, nuestra naturaleza más intrínseca, aquella que a veces ni los milenios nos permiten descubrir, es pacifica, sin máscaras, ni siquiera sin rostros. Una sublime estela de energía vagando en el cosmos.
“¿Cómo era tu cara original, antes de que nacieran tus padres? Koan Zen]]>

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