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¿Por qué es tan mala The Dark Tower?

Desde que salió a la luz, la adaptación de los libros de Stephen King ha llevado más palos que piñata mexicana. Crítica y fanáticos se han cebado en esta versión que dirige Nikolaj Arcel, responsable de imprescindible "A Royal Affaire". ¿Qué pasó? ¿Por qué no funciona a pesar de contar con dos super pesos pesados: Idris Elba y Matthew McConaughey? Veamos.

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Fotografía: IMDB

Un buen director, dos grandes actores, guionistas ganadores del Óscar y una obra sólida como referencia. ¿Qué podía salir mal? Tras ver The Dark Tower la respuesta es simple: todo.
Tomemos una colita en el Delorean y regresemos a principios de los 90s: los venezolanos no conocíamos a Chávez y a pesar del Viernes Negro, teníamos a los Banana Split de Crema Paraíso. Fue en ese tiempo cuando se estrenó Warlock, con el gran Julian Sands en papel protagónico. Orlando Bloom se robaría su look en el Señor de los Anillos, pero de eso hablaremos otro día.
Warlock cuenta la historia de un hechicero que, como correspondía en pleno siglo XVII, sería tostado en el fuego, pero un extraño fenómeno lo absorbe y lo deposita en 1986. No es el único que viaja en el tiempo. El cazador del brujo, Giles Redferne (Richard E. Grant), se cuela en la emigración. Los Ángeles, entonces, se convierte en el epicentro de una lucha entre el bien y el mal. Si vence el segundo, se desata el apocalipsis.
En su momento, Warlock fue condenada por sus similitudes con Terminator. Pues bien, desde que comenzó The Dark Tower no podía dejar de pensar en el platinado hechicero noventero. Mucho más cuando Matthew McConaughey entra en escena. ¿Notan la similitud en el pronunciamiento entre Warlock y Walter?

Como si de Memento se tratara, repasé en la sala de cine las películas en las que un niño-adolescente, que no sabe que posee un poder especial o al menos no lo ha desarrollado, tiene la clave para salvar al mundo. Así me llegaron escenas de La Historia sin fin, LaberintoTerminatorEl señor de los anillos, Harry Potter, El viaje de Chihiro, Kubo, Moana, Kick Ass, X Men primera generación, Kingsman, El Laberinto del Fauno… y la lista podría seguir hasta detenernos en la vida y obra de Anakin Skywalker. El punto es: el éxito de una cinta no radica exactamente en su originalidad, o al menos no solo en ello, sino en una serie de elementos que parten esencialmente del guión y que finalizan en el montaje.
The Dark Tower hace aguas por todos lados y especialmente en la historia. Suponemos que, tratando de complacer al público que tal vez no conozca específicamente esta obra de Stephen King (8 libros y 4.250 páginas), Akiva Goldsman y Jeff Pinkner desecharon la complejidad que proviene de mezclar fantasía, western y terror, además de teorías científicas sobre los portales espacio-tiempo, y se centraron en los temas universales: el bien, el mal y la lucha por prevalecer. Los detalles, sin embargo, establecen el camino entre una obra de culto y una mala o del montón.

El pequeño incomprendido víctima de bullying con un poder especial; el padrastro desinteresado; la madre manipulada; la relación paterno filial entre el héroe y el chico; el héroe pesimista que vuelve a creer; el malvado que se alimenta de los temores de sus víctimas… La lista de lugares comunes que van desfilando frente a nuestros ojos es interminable. Lo extraño es que Goldsman ganó un Óscar por la adaptación de A Beautiful Mind y fue nominado por el guión original de Cinderella Man. Y Pinkner, si bien suma más experiencia en televisión que en el cine (Alias, Fringe, Lost), trabajó en el guión de The Amazing Spiderman 2: El poder de electro (2014), reconocida como una de las secuelas con mayor contenido dramático del reboot post Sam Raimi.
En todo caso, un guión pobre pocas veces puede ser rescatado por buenas actuaciones. Pero pasa. Celda 211, por ejemplo, con un Luis Tosar en estado de gracia, levanta una historia previsible; Milk, que es Sean Penn en oro puro, ganó 2 Óscar aunque es casi una hagiografía del político y Gran Torino, que en manos de otro actor hubiera terminado en el horario de las 4 de la tarde ¡por Venevisiónnnn!, conquistó a la crítica y al público a pesar de su simple propuesta: la venganza de un viejo harto de injusticias en su barrio. ¿No podían Idris Elba y Matthew McConaughey hacer lo mismo en The Dark Tower, al menos para que paguemos la entrada?
De los dos actores, Elba (Roland) es el que sale mejor parado debido a que comparte cierta química con el pequeño Jake (Tom Taylor). Si algún personaje merece un spin off, es este. ¿Cómo se convirtió en pistolero? ¿Cómo fue su crianza? ¿Cuándo se enfrentó por primera vez al mal? ¿Quién era su madre? ¿Fue violada como pareciera sugerir Walter? Tal vez si la película hubiese adoptado su punto de vista, otro habría sido el resultado.

En contraposición, McConaughey nos regala una de las actuaciones más desternillantes de su carrera, desde aquella secuela barata The Texas Chainsaw Massacre. A medio camino entre David Bowie en La historia sin fin y el propio Warlock, y con un secado de pelo de Sandro’s Chacaíto, el villano que encarna en ningún momento destila terror, como lo requiere el arquetipo. Poco ayuda que insista en afectar su ya conocido acento sureño.
En una película que no toma riesgos, que se dedica a presentar escenas como barajitas, es difícil hablar del… ¿protagonista? El guión rápidamente se olvida de Jake y el pobre muchacho se ve zarandeado de un lado a otro, como un pollito sin madre. Su perfil está tan mal desarrollado que sus poderes deben ser explicados por otros, al principio y al final del largometraje.

Los efectos especiales dan para un artículo completo. Esta cinta costó 60 millones de dólares y uno se pregunta si el presupuesto se fue en pagar a los actores. El primer portal, que abre Jake (bastante ridículo cómo llega allí, por cierto), sospechosamente recuerda a Stargate, aunque incluso hace 24 años fue mejor trabajado; las caras de los malvados que se descuadran parecen un homenaje a V Invasión Extraterrestre, y los «Rastreadores» simplemente son un corte y pega de otros ejércitos de extras que hemos visto en otras películas.

«Escribir un guión es mucho más que escribir, en todo caso, es escribir de otro modo: con miradas y silencios, con conjuntos de imágenes y sonidos que pueden impresionar a la inteligencia o alcanzar el inconsciente», decía Jean-Claude Carriere (El discreto encanto de la burguesía; Bella de día; La insoportable levedad del ser), guionista de Luis Buñuel y ganador de un Óscar honorífico en 2015. «Con un mal guión es imposible hacer una buena película», sentenciaba Akira Kurosawa. Viéndolo así, queda la duda de la responsabilidad del director Nikolaj Arcel en esta torrecilla oscura.
Arcel es un cineasta danés, que llamó la atención desde su debut en 2004 con El juego del rey, un thriller sobre la lucha del poder en nuestra sociedad. Después dio el campanazo al adaptar las aventuras entre Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, que se reunió en la serie de televisión Milenio y en 2012 tocó techo con la espectacular A Royal Affaire, un filme de época, nominado a Mejor Película Extranjera en 2013. ¿Qué cabo une a todos estos productos? Un nombre: Rasmus Heisterberg.

Heisterberg era el Claude Carriere de Arcel, hasta que el director decidió mudarse a Hollywood para hacer filmes en Estados Unidos. ¿Cómo habría sido The Dark Tower si su compinche hubiera tomado el lápiz y el papel? Queda para la imaginación. Pero al menos en esta reseña tenemos una buena noticia: Heisterberg debutó en 2016 con I Blodet, traducida como In The Blood, y el resultado es más que satisfactorio.

Subrayando entonces los problemas del guión, se advierte que la dirección de Arcel es plana. No hay una toma o escena que sorprenda o maraville al espectador y eso, en una película que tiene como mayor promesa la imaginación, es un gran pecado. Sobran las referencias a Stephen King, de El Resplandor a It, pues en lugar de entusiasmar, funcionan como una triste guinda de un pastel sin azúcar.
Consumido por un ritmo cansino, el final anticlimático deja en evidencia al realizador. Se trata de un enfrentamiento en el que McConaughey actúa como el doble de Magneto y Elba como Iñigo Montoya, aquel que recitaba: «Hola, mi nombre es Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir». Un cierre en consonancia con este desastre, que afortunadamente dura apenas 95 minutos.
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