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Real Madrid no perdonó la falta de ambición del Atlético

El Real Madrid ganó La Undécima en un partido marcado por las lesiones. El equipo blanco llegó a la prórroga con los cambios agotados, Bale y Cristiano corriendo con media pierna y Danilo pasando trabajo tras la abrupta salida de Carvajal. El Atlético, con dos sustituciones por agotar, pecó de equipo chico cuando tuvo que buscar el partido.

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No será recordada como la mejor final de la Liga de Campeones. Pero, para los madridistas, sí como una de las más sufridas. Todo comenzó con la lesión de Carvajal. La solución en el banco generaba pesadillas en los seguidores merengues e ilusión en los colchoneros. Se sabía que con Danilo en el lateral, el Atlético de Madrid tendría una oportunidad de oro para conseguir lo que en el primer tiempo fue imposible y lo que un poste, tras un cuestionable penal de Pepe a Torres, le negó: el gol.

Pero vamos, como dijo Jack el Destripador, por partes. El inicio del encuentro mostró a un Real Madrid con hambre de título. Trasladaba el balón con criterio, superaba y anulaba sin problemas a Saúl y Gaby y obligaba a Filipe Luis a multiplicarse. Casemiro y Kroos se imponían en el medio campo y a los de Simeone no les quedaba otra opción que detener con falta a Benzema o Bale. Así fue como llegó la primera advertencia. Casemiro se encontró con un balón de oro que repelió Oblak de manera providencial. A los 15 minutos se repetiría la misma jugada y esta vez Sergio Ramos -previo roce de Bale de cabeza- no perdonó, aunque en una toma área se nota que parte con ventaja.

Después del gol, los de Zidane se dedicaron a mostrarle la pelota al Atlético sin que los Griezmann, Torres, Saúl (partido discretísimo) y Koke despertaran. Parecían hipnotizados, como las serpientes de los cuentos hindúes. Aún así, el francés intentó, desde afuera y al menos tres veces, generar algún peligro. Lamentablemente para su causa, los remates eran o muy débiles o frente a demasiadas piernas. Con el paso del tiempo, la pelota cambió de dueño. Después de ver el partido, se puede entender por qué: físicamente mucho de los jugadores blancos estaban al límite y con el tanto, optaron por ahorrar energías, como los camellos del desierto.

Esa tenencia, no obstante, puso en evidencia las carencias creativas del Atleti. No encontraba posicionar efectivos en zonas que pudieran generar daño, por lo cual esa posesión fue inefectiva. Y es por eso que la salida de Carvajal fue clave en la etapa complementaria. El guión no pudo comenzar mejor para Simeone en ese segundo tiempo. Pepe cayó en la trampa de «El Niño», al llegar tarde a la marca. Penal o no, Griezmann lo estrelló en el larguero. El yerro no los  deprimió. Con el ingreso Carrasco y, debemos insistir, la presencia de Danilo, fueron una tromba de casi 20 minutos continuos, hasta que consiguió premio.

Ese premio, sin embargo, llegó luego de dos o tres oportunidades muy claras para los merengues. Una de Benzema, que quedó solo frente a Oblak y otra de Cristiano, que puede aferrarse a lo que sucedería desde el punto penal para sacar pecho, pero que antes de ello lució muy fuera de forma. Viejo y trillado dicho de que quien no hace  los ve hacer, Carrasco aprovechó que el recién ingresado Lucas Vázquez estaba poco aclimatado y se adelantó en la marca para mandar al rincón un gran pase de Juanfran. En la repetición también se observa como Danilo llega tarde y sin ninguna pretensión a marcar. El 1-1 no solo era justo, sino que colocaba el partido en la zona Simeone.

Es muy fácil criticar a Zidane después del tanto. Con apenas siete minutos de diferencia y con casi 20 por jugarse, sacó a un elemento clave en el partido: Kroos y luego a Benzema, para que Isco y Lucas manejaran el resultado desde el vértigo. Sucedió lo contrario. Queda, además, la pregunta si no se confió Zizou en el estado físico de los recuperados (Bale y Cristiano), porque fueron precisamente ellos los que pusieron en riesgo el resultado.

En todo caso, se las arregló el Real Madrid para ir a la prórroga, que pintaba horrible para los intereses de Florentino Pérez. Cristiano ya no corría y Bale no dejaba de agarrarse la pierna, luego de una chilena poco ortodoxa. A pesar de ello, en esos dos tiempos suplementarios siempre se vio mayor deseo a los blancos, con un Marcelo que tomó la bandera para llamar a las tropas a no renunciar a la invasión del campo rival. Lucas Vázquez también lo intentaba, con más nervios que precisión y hasta CR7 tiraba al arco con lo último que le daba el cuerpo.

Y fue en ese extratiempo que se extrañó a ese Atlético que es un brazo, según muchos entendidos, de la personalidad de Simeone. Con dos jugadores completamente frescos, terminó metido en su área, a la espera de una decisión desde los 12 pasos que debía ser la consecuencia y no el fin. Si de algo se va a hablar en las próximas semanas es de ese conformismo, de esa falta de ambición que acompañan a los equipos que tienen toda una historia por escribir en las finales. El «Cholo» ha conseguido lo impensable hace diez años atrás, llegar a esta instancia con fuertes opciones de quebrar la tendencia. Ese es el primer paso, el tiempo dirá si tendrá oportunidades de completar esta hermosa leyenda que ha escrito en muy pocos años.

Unas últimas palabras para Zidane. Consigue la Champions League número 11 para el Real Madrid restituyendo la calma en el vestuario. Ese logro, regularmente menospreciado si pensamos en Mourinho, da una oportunidad de oro para trabajar la próxima temporada en un proyecto que potencie lo positivo y solucione las urgencias (sigo pensando en Danilo). Por lo pronto, hasta esas maneras caballerosas, solo manchadas por aquel cabezazo a Materazzi, tuvieron impacto en los penaltis en los que se impusieron 5-3. De Lucas Vázquez (vaya frialdad de cobro para ese niño) a Cristiano (impecable en el momento que mitad de la población ligaba su fallo), la confianza en ese clímax tiene su sello.

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