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El penal de Luis Manuel Seijas

Tal vez usted no sepa nada de fútbol ni le interesa lo más mínimo la Copa América Centenario, pero seguramente ya vio la imagen. Un jugador vestido de vinotinto patea un balón, como si en el arco estuviera su hijo de un año. Esa acción, que de ser efectiva significaba el descuento de Venezuela, ha sacado lo peor de muchos fanáticos. Seijas y su familia son amenazados e insultados por una decisión futbolística, que ya antes le había rendido frutos.

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Decía Roberto Perfumo, el famoso Mariscal, en el programa de entrevistas «Vamos a la Caye», que el penalti es la jugada más «sádica» del fútbol. Él, que fue defensor, y de los buenos, entendía que la desventaja para el portero era muy grande. Pero, agregaba que esa misma situación, paradójicamente, podía jugarle en contra al pateador. Nervios o excesiva confianza conspiran contra cualquier jugador que decida asumir tal responsabilidad.

Roberto Baggio, en su autobiografía llamada «Una puerta en el cielo», relata aquel penalti fallado en 1994, ante Brasil, que significó el tetracampeonato para el scratch: «Cuando fui hacia el punto de penal, estaba todo lo lúcido que se puede estar en esos momentos. Sabía que Taffarel se tiraba siempre, por eso decidí tirarlo al medio, a media altura, justo para que no pudiera despejarlo con los pies. Era una elección inteligente. Sin embargo, el balón, no sé cómo, se elevó tres metros y se fue arriba. He fallado pocos penales, pero cuando los fallaba me los paraban, no se iban a las nubes».

Sigue Baggio: «Siempre he dicho que los penales los fallan los que tienen coraje para tirarlos. Aquél lo fallé. Fue el momento más duro de mi carrera, me condicionó durante años. Todavía sueño con él. Fue duro salir de aquella pesadilla. Si pudiera borrar una imagen de mi vida, sería aquella. Ese recuerdo se me ha quedado grabado. Perdimos, como en Italia 90. Y eso es algo que no acepto. Perder en el campo, aunque no lo merezcas, puede ser justo. En los penales nunca. ¿Les parece concebible que cuatro años de trabajo se puedan borrar en tres minutos de penales? A mí no».

Tal vez si Seijas mandaba la pelota al cielo, su tiro no se hubiera convertido en memes y gifs y este artículo no existiría. Penales se fallan todos los días. Del Piero, Zidane, Neymar, Messi… Hasta Maradona erró desde el punto blanco. El bullyng, sin embargo, sucede porque el venezolano escogió la manera más arriesgada de ejecutar. Intentó hacerlo a lo Antonin Panenka. El jugador checo picaba la pelota con suavidad, al medio de la portería. Como los arqueros tienden a lanzarse a los lados para adivinar, si se ejecuta bien, el balón entra en cámara lenta. El guardameta es humillado y el ejecutante se convierte en un héroe.

En Sudáfrica 2010, Uruguay se jugaba la clasificación a las semifinales ante Ghana desde los fatídicos 11 metros. Sebastián Abreu era el encargado de lanzar el último penalti. El día anterior, los jugadores de la celeste los habían practicado y el famoso «Loco» había fallado los tres, el último, cómo no, por intentar hacer un Panenka. A pesar de ello, repitió la fórmula en el juego y el cobro fue magnífico.

«Es un tipo de remate muy particular, muy decisivo, determinante. Es significativo que, normalmente, sean los grandes jugadores quienes lo realizan», explicó Dino Zoff, una leyenda de la portería, al diario El País de España. Con él como director técnico, Francesco Totti usó il cucchiao (la cuchara) para que Italia clasificara a la final de la Eurocopa de 2000, eliminando a Holanda. «Este tipo de acciones te las esperas o las comprendes más en futbolistas como Totti, jugadores de fantasía», agregó el estratega.

«Hay Jugadores para ganar los torneos y otros para los momentos decisivos», analizó Abreu en ese mismo reportaje. «Hay que tener claro que el objetivo es hacer gol, que la pelota acabe adentro, y para ello hay que burlar al arquero, ir contarla la lógica. No es una locura, es clase». Para el momento de la nota, el «Loco» había lanzado 24 tiros de esa forma y había fallado dos. «En esos momentos quieres que el arquero piense que, como ya lo has hecho antes, como hay mucho en juego, no te vas a atrever. Obviamente tú también dudas. Piensas que igual te lo puede parar porque lo has intentado otra veces, pero siempre juegas con tu ventaja: tú eres el que toma la última palabra».

Panenka dio a conocer su estilo en 1976. Después de él, son pocos los jugadores que lo han intentado, si tomamos en cuenta la cantidad de partidos que se juegan en el mundo. Totti lo hizo en los cuartos de final de la Eurocopa de 2000, Heider Postiga en los cuartos de la Euro de 2004, Zidane en la final del Mundial de 2006, el ucraniano Artem Milevski en los octavos de ese mismo torneo, el ya comentado de Abreu en 2010 y Andrea Pirlo en la Eurocopa de 2012. Y aquí es bueno detenernos porque el propio Pirlo, con la camiseta del Milan, había fallado dos años antes intentando la misma acción ante el segundo portero del Barcelona, Pinto, en el trofeo Joan Gamper.

Sergio Ramos, jugador del Real Madrid, que venía de errar un penal clave ante el Bayern de Múnich, en la Champions League, sorprendió en esa misma Eurocopa de 2012, al firmar un hermoso cobro a lo Panenka ante Portugal. «Son momentos que marcan la diferencia. Lo tenía pensado aunque no lo tenía completamente decidido hasta el final. Quería lanzarlo, sobre todo después de las últimas vivencias del Real Madrid en la Champions, que se dijo que no estaba preparado para esto. A uno le toca el orgullo y tenía ganas de lanzarlo», confesó el defensa a la prensa cuando terminó el juego.

Como podemos observar, grandes jugadores han fallado y luego han insistido en usar esta técnica. Incluso, magníficos porteros como Gianluigi Buffon o Edwin van der Sar la sufrieron. Por lo tanto, criticar a Seijas por haberlo intentado no tiene asidero. Sí, su cobro no contó con todos los ingredientes naturales que deben combinarse para que sea efectivo. Por ejemplo, esperar que el portero se moviera. Incluso su movimiento corporal no fue el adecuado. Los penaltis de Colombia contra Perú sirven para ejemplificar esto. Pedro Gallese siempre eligió un poste, de allí que varios de los cobradores colombianos decidieron disparar al centro, entre ellos Sebastián Pérez. Por el contrario, David Ospina tomó una pausa, previendo que Miguel Trauco iría al centro, y con sus pies detuvo el remate que le daría la clasificación a los neogranadinos.

Pero además, Seijas ya había cumplido usando esa receta en una instancia decisiva: la final de la Copa Sudamericana. El portero de Huracán, Marcos Díaz, fue la víctima. El propio arquero de Argentina, Germán Romero, aseguró que habían estudiado la manera como cobraba el venezolano. Punto para el preparador de porteros albiceleste, Gustavo Piñero. En la toma de televisión se observa que, tras tomar el manso balón, «Chiquito» señala al banco, agradeciéndole a su cuerpo técnico.

Luego, es imposible saber si de ser efectivo el penal, Venezuela iba a remontar. Los errores propios dicen que no. Las diferencias futbolísticas entre una y otra selección fueron evidentes. Argentina fue mejor, punto. No se pierde por ese yerro. Pero aún si ese disparo significara el empate y una hipotética definición desde los penaltis, de ninguna manera justifica la violencia con la que ha sido tratado Seijas y su familia en las redes sociales. Se trata de uno de los mejores jugadores venezolanos de los últimos tiempos, ídolo en Colombia con Santa Fe y traspasado al Internacional de Porto Alegre. Fue escogido por el equipo brasileño para llenar el vacío de nada más y nada menos que Andrés D’Alessndro. Con la mano se pueden contar los futbolistas venezolanos que pueden mostrar un curriculum tan brillante como el suyo: Banfield (Argentina), Standard Lieja (Bélgica), Deportivo Quito (Ecuador)…

Dice el «Loco» Abreu: «Lo que tengo claro es que prefiero decir 100 veces que me equivoqué a no pensar una qué habría pasado si…». Seijas ya ha aceptado su responsabilidad, algo extraño en un país que la elude. Dejemos que pase su duelo. Como a Baggio, la película se le debe repetir una y otra vez en su mente. Vivir con ello es el mayor castigo para cualquier futbolista. Si por casualidad él lee estas líneas, mi mensaje sería este: Luisma, vuelve a intentarlo.

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