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Chile hunde la llaga de Messi con Argentina

Fue Chile quien ganó la Copa Centenario, pero de lo que se hablará en los siguientes días es de Messi. Porque así ha sido siempre, se endiosa al humano para celebrar su caída.

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Será difícil de comprender 
que a pesar de estar ahora aquí 
soy del pueblo y jamás lo podré olvidar.

Fue un partido malo. Y eso que a los dos segundos Éver Banega tuvo el de abrir el partido. Fue una recuperación rápida en la zona defensiva de Chile. El disparo no fue lo suficientemente envenenado para hacer daño e inmediatamente respondió Chile con José Pedro Fuenzalida. Ese ritmo frenético recibió el primer atentado al minuto 21, cuando Gonzalo Higuaín falló un mano a mano con Claudio Bravo, después de una pifia de Gary Medel. El  delantero decidió realizar un regate cuando la jugada pedía un remate abierto. La pelota se perdió por fuera del poste derecho. El yerro trajo los demonios que un gran Messi no pudo exorcizar. Todo lo contrario, en la tanda de penales se exacerbó el fenómeno Poltergeist.

Siete minutos después, la expulsión de Marcelo Díaz congeló cualquier esperanza de juego fluido. Fue una amarilla buscada por el propio Messi, como si fuera Lebron James. El tapón corporal del jugador chileno, que había sido apercibido previamente por una falta alevosa contra «La Pulga», sentenció el encuentro. A partir de allí, el partido se convirtió en un ring, donde se pagaba al mejor postor quien exudaba más testosterona. Contribuyó a ello el árbitro Herber Lopez, quien usó las tarjetas como Clint Eastwood usaba las balas.

Debéis creerme 
mis lujos son solamente un disfraz 
un juego burgués nada más 
las reglas del ceremonial. 

La siguiente víctima, para enderezar las cosas -como hacen todos los árbitros que se sienten señalados- fue Marcos Rojo. Recibió la tarjeta roja, a tres minutos de concluir la primera parte, por una falta inexistente sobre Arturo Vidal y como para que no quede duda del protagonismo del árbitro brasileño, antes Messi había recibido una amarilla por una supuesta simulación de penal en el área muy protestada por los australes. En fin, que en el césped todos corrían como pollos sin cabeza y en esta desorganización y reclamo de hombría, no hay equipo que se sienta más cómodo que Chile.

El segundo tiempo tampoco fue fluido. En el ’49 apareció la primera llegada clara del campeón defensor en todo el partido. Fue una combinación entre Alexis Sánchez y Eduardo Vargas. Este último remató sin potencia y alejado del arco. En el ’54 de nuevo Higuaín tendría la gloria en sus pies pero hirió el cielo con un disparo de fútbol americano. «Pipita», jugó para sus detractores. Nunca dio muestras de aquel que impuso una marca con el Nápoles. Eso sí, no ayudó nunca la presencia de Ángel Di María. Obviamente no estaba recuperado de la lesión y entre él y «Tata» Martino quedará el peso de la confianza para que abriese el encuentro. En todo caso, al estratega argentino se le acabó la paciencia en el ’57 y le dio entrada a  Matías Kranevitter. Con su ingreso, la albiceleste fue retomando el camino, aunque los contragolpes chilenos eran cada vez más peligrosos.

Tenía que aceptar 
debí cambiar 
y dejar de vivir en lo gris 
siempre tras la ventana 
sin lugar bajo el sol 
busqué ser libre 
pero jamás dejaré de soñar 
y solo podré compartir 
la fe que queráis conseguir 

Messi asumía su rol de líder, pero no encontraba una pareja que le devolviera en pared o diagonal una buena pelota. Entró Sergio Agüero por Higuaín para mejorar la danza, pero el «Kun» también se perdió en medio de la canción. De hecho, desperdició dos grandes asistencias del «10». En la otra esquina, Vargas, el mejor jugador de su equipo, casi vence a «Chiquito» Romero con un fuerte disparo a 13 minutos del final.

El tiempo extra se narró en cámara lenta. La orilla de la playa estaba muy lejana y el sol era inclemente. Aún así, hubo una nueva oportunidad para que Argentina evitara los fatídicos 12 pasos. Messi cobró un tiro libre que conectó de cabeza Agüero. La pelota era una granada que bajaba desde el décimo piso y Bravo repelió con la huella dactilar. En esa jugada se fue el último suspiro del retador. Sucedió lo que suele pasar cuando al campeón sale de la soga. Chile trotó por el ensogado y lanzó un par de rectos a la cara del rival, que le permitieron llegar a la tanda de penales, donde ya se había impuesto el año pasado.

La historia empezó bien para Argentina. Romero paró el primer disparo de Chile. No se trataba de cualquier cobro. Atajaba el shut del mejor de la cancha: Vidal. A continuación venía Messi, sinónimo de seguridad. Pero Lio falló. La pelota fue tan lejos como la de Roberto Baggio en el mundial del 94. Se hizo el silencio. No importaba lo que sucedería después. La suerte de Argentina quedaba escrita en ese cobro. El fallo de Lucas Biglia fue anecdótico. Después solo hubo llanto.

No llores por mi Argentina 
mi alma está contigo 
mi vida entera te la dedico 
mas no te alejes 
te necesito. 

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