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La kosovar Kelmendi, del horror de la guerra al oro olímpico

"Quería mostrarle al mundo que Kosovo no es solo un país que ha vivido una guerra", añadió exultante Kelmendi, ya convertida en heroína en su país.

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Majlinda Kelmendi
FOTO AP / Markus Schreiber

Una infancia en tiempos de guerra, una determinación absoluta y un éxito fenomenal. La judoca kosovar Majlinda Kelmendi resume en su figura la historia deportiva de todo un pueblo.

La atleta de 25 años, abanderada en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en la entrada de su país en el mundo del olimpismo, ganó su primera medalla en los Juegos, en judo, categoría menos de 52 kg.

«Me he imaginado tantas veces este momento, es la primera vez que Kosovo viene a los Juegos Olímpicos y a pesar de ello ganamos una medalla de oro», se regocijó Kelmendi, radiante tras su victoria.

«Quería mostrarle al mundo que Kosovo no es solo un país que ha vivido una guerra», añadió exultante Kelmendi, ya convertida en heroína en su país.

La joven, menuda pero con nervios de acero, era la gran favorita de su categoría, donde muestra un impresionante palmarés de 105 victorias frente a solo cuatro derrotas en competiciones internacionales desde los Juegos de Londres-2012.

Hace cuatro años, en Londres, disputó sus primeros Juegos Olímpicos, pero con el equipo de Albania. Kosovo, pequeño estado de los Balcanes, nacido de la dislocación de Yugoslavia, no estaba entonces reconocido por las instancias internacionales. Kelmendi fue eliminada en la segunda ronda.

Desde entonces, todo cambió y la deportista nacida en Pec se forjó una sólida reputación en el judo, con dos títulos mundiales: el primero en 2013 en Río, donde el domingo consiguió el título olímpico, y el segundo en 2014.

«Quiero una medalla, evidentemente, y estoy segura de que voy a poder hacer que mi pueblo esté orgulloso de mí», prometía el viernes Kelmendi, apoyada por su entrenador, Driton Kuka.

– Soldados en casa –

La judoca kosovar no se considera la más talentosa, sino que confía en las virtudes del trabajo y se toma en serio su papel de modelo.

Los primeros años de su vida, los pasó encerrada en su casa, cuando la guerra arrasaba su país.

«Tengo algunos recuerdos de ese período, de soldados o policías que venían a casa. No comprendía lo que pasaba realmente en esa época. Era solo una niña. Pero ahora, cuando pienso en ello, es terrible. Comprendo hasta qué punto era duro para mis padres», cuenta.

La judoca se ocupa financieramente de sus padres, desempleados, como un tercio de la población kosovar. Casi la mitad de los cerca de dos millones de habitantes del país es pobre.

«Incluso si soy una campeona, no puedo mirar a la gente por encima del hombro. Todo lo que hago, lo hago por mí y todo lo que tengo viene de Dios», confía Kelmendi, de religión musulmana.

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