Deportes

La competitividad del fútbol venezolano

Un equipo de fútbol es un sistema abierto y adaptativo, esto quiere decir que está sujeto a la influencia del entorno. Un conjunto, o un atleta, encontrará posibilidades de superación siempre que sus rivales lo exijan hasta el punto de obligarlo a buscar su mejor versión, y en caso contrario, le permitirá encontrar el espacio perfecto para la relajación, madre de todas las derrotas.

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(Prensa Deportivo Anzoátegui)

Competitividad no es más que la capacidad para competir. El académico Michael Porter, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, explica que la competitividad está determinada por la productividad. En su opinión hay cuatro factores que pueden ser determinantes en la competitividad de una actividad. Estos son:

1) La dotación del país.

2) La naturaleza de la demanda interna en relación con la oferta del aparato productivo nacional.

3) La existencia de una estructura productiva conformada por empresas de distintos tamaños.

4) Las condiciones prevalecientes en el país en materia de creación, organización y manejo de las empresas.

A partir de estas circunstancias podemos hacernos una idea acerca de la idoneidad de contar con veinte equipos en la primera división del fútbol venezolano.

La sugerencia de reducir el número de participantes en el torneo mayor no es caprichosa ni nace de una animadversión hacia algunos dirigentes. Se sostiene, entre otras razones, en que el mercado y las diferencias formativas han demostrado que las distancias entre unos clubes y otros son tan grandes que, lejos de promover un aumento en las dinámicas competitivas, permite a los poderosos acomodarse; la naturaleza humana, ante un panorama que no le exige esfuerzos constantes, conduce al hombre a afincarse en una zona de confort.

Queda claro que un torneo en el que participan veinte equipos para luego llegar a etapas de cuartos de final, semifinal y final no fomenta la excelencia. Las fases post ronda regular son un acierto y deben mantenerse porque le permiten a los futbolistas formarse aún más en las dificultades de los duelos mano a mano, pero debe revisarse la cantidad de participantes en la ronda regular con una doble intención: fortalecer la primera división -un espacio que al igual que una selección nacional está reservado sólo para los mejores- y potenciar la segunda división, para que quienes allí hacen vida encuentren dificultades y escenarios competitivos típicos de la categoría principal.

Los equipos de primera deben enfrentarse siempre a los mejores, fomentando su evolución, y como consecuencia, aumentando esas dinámicas competitivas que antes mencionaba y que Alex Couto Lago explicó en un maravilloso escrito.

Revisemos el caso de la selección venezolana de baloncesto. Más allá de discusiones entre la directiva de la Liga Profesional y la Federación sobre los objetivos y la capacidad formativa del campeonato profesional, esa competición, que agrupa a los mejores exponentes de uno de los tres o cuatro deportes más practicados en nuestro país, no fomenta expansiones alocadas de equipos sino que hasta en tiempos de bonanza económica –los mismos que vivió el fútbol criollo- mantuvo la cantidad de participantes en su competición. Se puede discutir sobre el número de extranjeros en cancha y su influencia en la formación de futuros talentos, pero la competencia, hasta en momentos en los que se ha modificado el formato del campeonato, se mantiene alejada de la demagogia que ha acompañado cada expansión en el fútbol venezolano.

Pero hay más. La selección de baloncesto trazó una hoja de ruta en la que se mediría a grandes contrincantes para preparar su participación en los Juegos Olímpicos Río 2016. No importaba el resultado de aquellos encuentros porque la meta era acostumbrar a sus jugadores a niveles competitivos superiores a los que naturalmente enfrentaban. Haber ganado dos campeonatos sudamericanos consecutivos, lejos de darle carta blanca para quedarse en una zona de confort, los motivó a seguir creciendo.

Este tipo de conductas no son exclusivas del baloncesto. La selección chilena de fútbol que hoy presume de ser doble campeón del continente fue cimentando esta actualidad en las bases de la competencia y la evolución, como explica Luis Bonini, ex preparador físico de aquel proceso:

«Con Marcelo (Bielsa) nos propusimos dos cosas muy importantes, una de ellas era lograr que el jugador chileno sea competitivo, lograr que la selección chilena sea competitiva. Lo digo con mucho respeto, no era cuestión de jugar todos los días con Jamaica, Canadá, Honduras o Guatemala. Nosotros estuvimos tres años para lograr que España jugara con Chile, ellos no querían jugar con Chile porque no era rival. Es más, la primera vez que fuimos a jugar a España, en Villarreal, perdimos 3 a 1, hicimos un gran primer tiempo, y creo que Chile perdió plata por ese partido porque España no le pagó nada, o sea, que la Federación invirtió para que Chile compitiera con España«.

Eso que Bonini cuenta, y que va de la mano con lo hecho por la selección venezolana de baloncesto, constituye el espejo en el que debe mirarse el torneo de primera división del fútbol venezolano. Apostar por el crecimiento y mejoramiento de este deporte no pasa únicamente por el aspecto estructural de los clubes, una tarea que sin duda vienen realizando algunos clubes, sino que se trata de algo global, y es que la construcción de un mejor fútbol venezolano no puede descuidar ningún aspecto: de nada servirá tener equipos bien constituidos si no se cuenta con futbolistas acostumbrados a manejarse en las duras aguas de la alta competencia.

En tiempos en que algunos directivos proponen la continuidad de una primera división con veinte equipos -no es casual que quienes lo hacen ocupen justamente puestos de descenso- es cuando más fuerte hay que apoyar todas las iniciativas pensadas en mejorar este deporte. Se debe ir más allá y sincerarnos, plantear un torneo de 16 equipos antes que seguir en la onda expansionista del «Grondonismo – y toda su malaria, esa que acabó con el fútbol argentino. Ni hablar del gusto de algunos por el fútbol mexicano, el de la multipropiedad, el draft y otros atentados en contra del deporte.

Portugal, el reciente campeón de Europa, tiene un torneo de primera división con 18 equipos; en Chile, doble campeón de América, juegan 16 equipos. Pregunto, ¿estamos realmente fomentando la competitividad de nuestros futbolistas con tantos clubes en primera? ¿Acaso nuestro fútbol tiene más y mejor desarrollo que los campeonatos antes mencionados? ¿Tenemos semejante universo de futbolistas para llenar las nóminas de veinte conjuntos de primera y dieciséis de segunda división sin que se vean afectados la calidad del espectáculo y el mejoramiento de estos jugadores? ¿Nos vamos a seguir cayendo a mentiras sólo para formar parte del circo y el negocio?

Las respuestas a estos cuestionamientos las conocemos todos, aunque algunos prefieran hacerse los suecos y aplaudir al poder. Pero aunque al alcahuete de turno no le guste, la competencia es el único camino hacia la excelencia, un concepto que no debe olvidarse, más aún en tiempos en los que la banalidad y la mediocridad se sienten triunfadores y ocupan espacios que antes estaban reservados justamente para quienes sabían recorrer ese trayecto hacia la grandiosidad.

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