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A las chamas de la sub-17 también les sale “troleo”

Lo primero que me alegra de las chamas de la Vinotinto, cuartas por segundo Mundial consecutivo, es que tienen 17 años y están jugando con balones, no con bebés. Venezuela es una película de Hollywood en la que siempre gana Darth Vader y todos los días hay una noticia mala que le hace el quite a otra, pero se sigue hablando relativamente poco del gravísimo problema de las madres adolescentes, una de las subtramas del dramón educativo. Tengo amigos que hacen labores humanitarias en sectores humildes de Caracas y los relatos son aterradores: la actitud de muchas de ellas es hacer todo para quedar preñadas por segunda (o tercera) vez.

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Selección Sub 17

Pongamos estos dos cuartos lugares de la Vinotinto sub-17 en contexto. Hice la suma de todas las selecciones que han ocupado los cuatro primeros puestos en los cuatro principales torneos de fútbol femenino de selecciones (los Juegos Olímpicos, el Mundial absoluto, el sub-17 y el sub-20) y la cuenta da así: 39 figuraciones para Europa, 22 para Asia, otras 22 para la Concacaf (a través de dos únicas selecciones, Estados Unidos y Canadá), 13 para Sudamérica y 4 para África.

De esas 13 figuraciones de Sudamérica en el “Grand Slam” del fútbol femenino, 10 son para Brasil; dos para Venezuela con la sub-17 en Costa Rica 2014 y Jordania 2016; y la restante para Colombia con un cuarto lugar en el Mundial Sub-20 Alemania 2010. Es decir, Sudamérica, que es una potencia tradicional en el fútbol masculino (aunque últimamente no tanto), dista de serlo entre las mujeres. Las razones tienen que ver con la contextura y preparación física, pero sobre todo con lo cultural. Mientras más igualdad relativa tienen ambos géneros en una determinada sociedad, es más factible que destaque su deporte femenino.

Si reducimos la estadística únicamente a títulos en esos cuatro grandes torneos, la brecha es todavía más notoria: 10 campeonatos para Estados Unidos, 9 para Europa (Alemania, Noruega y Francia), 6 para Asia (Japón y las dos Coreas) y ninguno todavía para Sudamérica.

En todo caso, la Vinotinto de las chamas ha conseguido algo a lo que no se han acercado otros países de la región que en teoría son futbolísticamente superiores, como Argentina, Uruguay, Chile y etcétera. Es de sobra conocido que el entrenador panameño Kenneth Zseremeta ha lidiado con situaciones extradeportivas similares a las que enfrentamos muchos venezolanos.

Las chamas de la sub-17 llegan este domingo a Maiquetía y, por supuesto, hay que decirles todo lo bueno. Pero estoy convencido de que, en el fondo, ellas lo que menos quieren es que les soben la cabecita y les suelten un: “¡Pobrecitas, vale! ¡Les metieron 7 goles en los dos últimos partidos, pero no importa, le echaron pichón!”. Son nuestras nuestras guerreras de la luz, Deyna, eres la reina y todo aquello, cierto. Pero a las chicas de la Vinotinto también hay que hablarles de lo que no funcionó en Jordania, de la falla de San Andrés que se abrió en la tierra cuando tocó enfrentarse con las selecciones de nivel superior.

Hay muchas razones para lanzarles únicamente flores a las futbolistas de la sub-17. En primer lugar, por aquello de que “son chamas”, lo que, sin necesidad de ponerse feminista radical, si nos ponemos a analizarlo bien, en realidad suena a menosprecio. Y estoy seguro de que ellas no quieren que las menosprecien. Son menores de edad, es decir, le tienen que pedir permiso a sus representantes para todo y jurídicamente son unas irresponsables, lo que a veces con frecuencia corremos el riesgo de confundirlo con “seres no pensantes”. Aparecen en un momento en el que la Vinotinto de varones adultos está rumbo a imitar la actuación en el Premundial de Francia 1998, en los tiempos del entrenador Ratomir Dujkovic (aquella vez terminaron con 3 puntos, 8 goles a favor y 41 en contra en 16 partidos).

A las chamas de la sub-17 también hay que decirles que la Vinotinto dependió en extremo de la que es, de lejísimos, la mejor jugadora del equipo, la delantera Deyna Castellanos, que en los dos últimos partidos apenas apareció fugazmente con un par de remates peligrosos al comienzo del segundo tiempo en la semifinal ante Corea del Norte (0-3). Y en menor medida, de las soluciones creativas de la camiseta número 10, Yerliane Moreno.

Que la guardameta Nayluisa Cáceres, en general una de las mejores de la Vinotinto, todavía tiene que aprenderse bien el caletre que ponen a repetir a todo portero desde niño: “En los tiros de esquina, nunca salgas de tu arco a cazar mariposas si no estás 100% segura de que le vas a llegar al balón”.

Que probablemente el bache más grande de la selección fue la ausencia de una futbolista en el centro del campo que no solo correteara detrás de las rivales, sino que tuviera un mínimo de posesión de balón, liderazgo e iniciativa para hacer la transición al ataque y mantener un mínimo de consistencia en la zona media.

Que es cierto que las venezolanas estuvieron cerca del empate con un digno arranque del complemento ante las norcoreanas, muy superiores física y técnicamente, pero que en el partido por el tercer puesto ante España, casi fue imposible ver tres pases acertados seguidos. Y que los boquerones abiertos por las defensoras laterales dejaron pequeño al túnel de La Planicie. La número 18, Eva Navarro, le dio un baile los 90 minutos a Heliamar Alvarado. En el cuarto gol, la jugadora ibérica tiene tiempo de rodar por el suelo, levantarse con toda la calma del mundo y hacer la asistencia ante la total impunidad de la otra marcadora, Hilary Vergara.

Que Deyna Castellanos va a tener 15 o 17 años una sola vez en la vida, que afortunadamente para ella ahora cuenta con la oportunidad de estudiar en Estados Unidos y no quedarse estancada en un entorno de escasa competitividad, pero que las fueras de serie nacen muy pocas veces en cada siglo y es bastante probable que la Vinotinto no vuelva a ocupar este nivel, por lo menos no en la categoría sub-17. Si a las estructuras menores del balompié masculino casi que se las puede tumbar con un soplido, ¿podemos esperar mucho más del femenino?

Las chamas de la sub-17 son heroínas y jamás olvidaremos estos dos mundiales. Ahora les tocará enfrentar realidades deportivas bien duras, sobre todo a las que no consigan una beca afuera. El peor error que pueden cometer (aparte de tener un muchacho antes de los 20) es quedarse pegadas en la nota del cuarto puesto, no graduarse como profesionales y quedarse esperando la casita o el carro que les va a regalar el gobierno.

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