Brasil fue lo primero y el árbitro Diego Haro, con un pasado agrio dirigiéndole a Venezuela, se encargó de darle más sazón a una derrota que en cancha fue justa, pero que no supo manejar en los puntos más claves y terminó por perjudicar enormemente a la Vinotinto en lo que viene. La selección encarará a la mejor del torneo, Uruguay, sin tres elementos y sin saber aún lo prolongada que pueda ser la sanción para Eduin Quero y Héber García. ¿Componenda? No se sabe, pero suele ocurrir muy a menudo con los nuestros.
La jugada del gol de Brasil me generó enormes dudas sobre si Felipe Vizeu cometió o no infracción a Yangel Herrera en el robo del balón. Decidí consultar la apreciación de un árbitro, Lenín Rodríguez, quien no solamente me aclaró la jugada sino toda la actuación del juez peruano: “Vizeu aprovechó una situación propia del juego que no era infracción, en la que el propio jugador venezolano (Herrera) no reacciona esperando una orden arbitral. La falta no existió. Sin embargo, en la jugada del golpe en la cara a Mejías, el árbitro tiene que detener el juego, acercarse al juez de línea y al cuarto árbitro para saber quién fue el que le partió la nariz al venezolano. Es una recomendación FIFA de que el árbitro tiene que detener el partido e incluso instar a que el jugador se cambie la camiseta. Es lamentable que no se hayan tomado las decisiones correctivas en esa jugada. Las consecuencias posteriores son provocadas por el mal manejo del árbitro”.
Aclarado el punto de la jugada, no vale de nada que se tenga tan buen concepto en Sudamérica como dirigente si se es incapaz de trasladar ese respeto personal al que deben recibir las selecciones o clubes representativos de Venezuela. Se apreció hoy cómo las tarjetas rojas a granel trataron de imponer justicia cuando una desatención arbitral provocó dicho desmadre. No es de extrañar que Diego Haro aparezca pronto de nuevo en el futuro de alguna selección sin que nadie levante la voz. Ahí, en la exigencia de igualdad ante las potencias de parte de los ejecutivos, seguimos siendo La Cenicienta, La Bella Durmiente y Candy Candy.
Poco qué reprochar al fútbol de Venezuela. Fue difícil generar fútbol ante una Brasil que ocupó bien los espacios. La pelota parada fue un arma que pudo ser aprovechada, pero se desperdició. Los de Dudamel fueron controlados y dominados en el primer tiempo, sin embargo la templanza de los defensores impidió que los huecos dejados por los volantes centrales generaran situaciones claras. Brasil llegaba, aunque sin una claridad plena.
Mejoró enormemente la Vinotinto en el segundo tiempo y, justo en la jugada aislada del gol brasileño, había generado varia situaciones en el arco de Lucas Perri. Volvió a ser mucho más físicamente que su rival, pero éste, sabiendo que se jugaba la vida, exprimió al máximo el oxígeno que quedaba en los pulmones para aguantar hasta el final y conseguir un gol en las postrimerías.
¿Justo? Justo hubiera sido un empate, pero la justicia que quede en manos de los tribunales.
Venezuela pierde el invicto, tres jugadores y la ocasión maravillosa de poner un pie en Corea del Sur, si bien aún quedan dos partidos para alcanzarlo. Hay seis puntos en disputa y eso es un estímulo enorme para que los muchachos no bajen los brazos y sepan que ahora hay que controlarlo todo, desde lo futbolístico hasta las actitudes. Estas son las instancias donde a los grandes se les inclina a favor la balanza y contra eso también hay que jugar. Lo sabe Dudamel, lo sabe Laureano González, lo saben los jugadores, lo sabemos todos.
Posdata: en la jugada del gol de Brasil, el balón que recibe Vizeu proviene de un saque de arco que no era tal porque Chacón le había robado la pelota al arquero brasileño antes que esta traspusiera la línea final. Un detallito que no debe ser menor.