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Al Madrid no le bastará con esta pegada en la Champions

El 6-2 global habla estadísticamente de una gran diferencia entre el equipo blanco y el italiano, pero el Diablo está en los detalles y el Madrid vive una regresión sicológica a los viejos vicios que terminaron alejándolo de los grandes objetivos.

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Fotografía: AFP

Dos saltos de Sergio Ramos. Eso duró el Nápoles ante su gente. Muy poquito para un equipo que estuvo a un gol de eliminar al Real Madrid. Y lo merecía el equipo de Zidane porque, encorsetado por un tridente que ni genera ni remata, la suerte del pase a cuartos de final se definía en su propia área, todo un riesgo si revisamos las estadísticas.

Cualquier equipo es capaz de marcarle al Real Madrid. Antes del primer encuentro con el equipo italiano en el Bernabéu, en 17 partidos como local, los blancos habían mantenido la puerta cerrada en cuatro. Así que puede ser el Eibar o su rival de Champions, da igual; si vas a hacer un pronóstico en un juego merengue lo mejor es que apuestes por un gol del contrario. Si a este panorama sumamos el extraño objeto del deseo por las remontadas, la tarde en San Paolo estaba pintada para los héroes.

Y lo fue Sergio Ramos. ¿Quién más? A medias, eso sí, porque con su primer cabezazo, que anuló el gol de Dries Mertens, acabó con la emoción. Fue realmente extraño que tras el empate, Nápoles se comportara como el niño rico al que nada le sacia. La ambición se le fue escurriendo y poco le faltó, después del segundo tanto del sevillano, para que solicitaran a al árbitro que no diera descuento. El tercero de Morata solo sirvió para recordarle al propio Zidane que hay opciones más allá de lo obvio para cada partido.

Volvamos al gol de Mertens. El remate del belga refleja las deficiencias del rival cuando retrocede. En la toma aérea quedan retratados Carvajal, Pepe, Ramos y Marcelo. El primero porque llega tarde, el segundo porque le superan en dos zancadas, el tercero porque olvida su marca (si el pase hubiera sido al centro, otra sería la discusión) y el cuarto porque ni se entera de lo que está pasando. Podríamos discutir si Keylor podría hacer más o si achica mal, sin embargo el daño ya estaba hecho cuando se le permitió al contrario recibir en ese perfil.

El gol fue una consecuencia de un plan de acción. El estadio San Paolo sabe cómo meterle miedo a sus visitantes y desde el primer minuto, animados por el buen juego de los 11 hombres vestidos de azul, se encargaron de recrear una pesadilla que cada cierto tiempo vuelve a la piel de los madridistas en cualquier competencia. La huella del Alcorcón o la Juventus se hace sangre con facilidad.

La única respuesta que tuvo el equipo blanco ante la superioridad local fue un disparo de Cristiano Ronaldo, que repelió el poste. El portugués se ha convertido en un excelente jugador de pinball. Su fastidio, aún cuando la jugada seguía vivía, es ya un clásico: «El momento Ronaldo». Peor aún fue la resolución de Bale, cuando había compañeros en el área y decidió jugársela con un tiro de billar. Afortunadamente, el 1-0, corto por lo visto, tuvo una respuesta muy tempranera.

Que Ramos haya marcado en apenas seis minutos del segundo tiempo destruyó cualquier intentona golpista. Y aquí debemos considerar el juego en casa. El 3-1 fue muy bueno desde lo colectivo, pero también dejó la escena lista para  que, de encontrarse obstáculos, las individualidades solucionaran ante la ausencia del colectivo. Dicho de otra forma, no se dudaba que en Italia la defensa merengue pasaría penurias, como tampoco que algún remate de cualquiera, de Ramos a Cr7, terminaría en gol. Así que la clasificación, como manda la teoría, se consiguió primero en propio campo.

El global es 6-2 para el Madrid. Sin ver el partido de esta tarde, pareciera que la superioridad española es muy amplia. Es debatible. Lo que no lo es es el embrollo con el trío ofensivo. Porque el resultado de sumar a  Benzemá, Bale y Cristiano no está rindiendo lo esperado. No hablemos de goles, pensemos en las oportunidades que generan unos y otros. Los blancos se hacen espesos cuando ganan el balón y no hay espacios para los sprints del galés, ni cintura para los regates del portugués y menos certeros misiles del francés. Se aglutinan, se entorpecen y  confunden hasta a Modric, que firmó un partido pésimo en Italia.

Al ser tan predecible el ataque, los problemas regresan a Casemiro, que siempre ve a los rivales muy cerca y esto a la vez afecta a Marcelo y Carvajal, obligados a mantener sus puestos para no perder sus espaldas (como en el primer gol). Es el viejo Efecto Mariposa. Un aleteo en una zona blanca estremece toda la estructura. Y esto es con el Nápoles, un equipo que mostró las falencias que le alejan de la poderosa Juventus en su liga. La gran pregunta es qué pasará cuando le toque un rival con otros kilos, como el Bayern Múnich, el PSG  o el propio Barcelona.

En una de las secuelas de Rocky, el boxeador recibe la siguiente instrucción: «No puedes ser más rápido que tu rival, así que deberás ganar músculo para que cada golpe lo estremezca». Eso ha hecho el Madrid, pero a diferencia de Balboa, no es solo un rival el que está esperando por subirse al ensogado.

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