Deportes

Maduro, el Clásico de Beisbol y el deporte como opio

Un nanosegundo después de que se publique este artículo, ya habrá algún lector quejándose en las redes sociales: “El deporte no debe ensuciarse con la política”. Es una falacia. En su sentido más amplio, política quiere decir todo lo relativo a la ciudadanía, a la vida en sociedad. Apenas salimos de nuestras casas y le vemos la carátula a otras personas en la esquina, en realidad, ya estamos haciendo política.

Publicidad
FOTOGRAFÍA: AP | ARCHIVO

La negación a meterse en los cochinos asuntos políticos también es una forma de hacer política. La antipolítica no es sino un camuflaje cuyo objetivo es desplazar a los políticos profesionales, con el añadido de que se presenta a sí misma de manera deshonesta, de manera similar a algunos supuestos socialistas que aseguran estar defendiendo a las clases trabajadoras. Por lo menos los capitalistas te roban de frente.

Así que desconfíe de todo aquel que diga: “No metamos la política en esto”. Es imposible. El único que pudo hacer eso fue Will Smith cuando se quedó solo en la Tierra.

Desde este viernes 10 en el estadio Charros de Jalisco, Venezuela inicia ante Puerto Rico su participación en el cuarto Clásico Mundial de Beisbol. La Vinotinto es una superpotencia de este deporte, al menos si lo medimos por número de grandeligas. En principio tendrá dificultades con el pitcheo, pues se le han caído Carlos Carrasco, Júnior Guerra y unos cuantos relevistas.

Pero no es imposible que la novena dirigida por Omar Vizquel gane su primer título. En un portal de apuestas de Las Vegas, aparece de cuarta favorita. La naturaleza del beisbol es impredecible.

¿Un triunfo en el Clásico Mundial de Beisbol terminará de apuntalar al gobierno de Nicolás Maduro, que logró sacar los tres outs y llegar a 2017 después de que el Consejo Nacional Electoral le cantara un strike con las bases llenas al referéndum revocatorio? ¿La celebración nos hará olvidar el costo de la canasta básica? ¿Y si la final es contra Estados Unidos y les ganamos?

Hay quien sostiene que lo que tenemos en Venezuela es un tipo de régimen autoritario no convencional. Y no sería la primera ni la última vez que un triunfo deportivo apuntala o al menos le echa una mano a un régimen autoritario de derecha o de izquierda. Ocurrió con el nazismo en los Juegos Olímpicos Berlín 1936: todo el mundo los recuerda por las hazañas de Jesse Owens, pero en realidad Alemania se impuso en el medallero. Ocurrió con el régimen fascista de Mussolini en el Mundial de fútbol Italia 1934, y con el gobierno militar argentino en 1978. Guardando las distancias, hay quien le atribuye ese rol a los títulos internacionales del Real Madrid durante la dictadura de Francisco Franco.

Ocurrió con la Copa América Venezuela 2007 organizada por Chávez, a cuya inauguración asistieron personas tan poco neutros como Evo Morales y Diego Maradona. Ocurrió con las medallas de oro de potencias del desaparecido bloque comunista como la Unión Soviética, Alemania Democrática o Cuba.

“Sumamente improbable”

Pero, ¿y si ocurriera el otro escenario? ¿Por ejemplo, una eliminación vergonzosa en la misma primera ronda que alimente todavía más el escepticismo de la gente? ¿O un título de Venezuela que se voltee contra Maduro? Después de todo, Miguel Cabrera, que llegó a asistir a una caimanera con el presidente a principios de 2014 y se ha erigido como una especie de líder espiritual del grupo, se ha mostrado bastante crítico últimamente con la situación del país y fue quizás el principal responsable de que el mánager Omar Vizquel (cuya imagen está muy vinculada a Empresas Polar) se mantuviera en su cargo luego del conflicto con el gerente general Carlos Guillén (muy cercano al chavismo) del pasado noviembre.

¿Y si Cabrera, Vizquel y otros jugadores aprovecharan un hipotético triunfo para demandar reformas o pedir elecciones? Nada se pierde con plantear escenarios,

“Suponiendo que ganen el Clásico Mundial, que ya lo veo difícil, la utilización del triunfo con fines políticos por parte de Maduro es altísimamente improbable”, sostiene Ignacio Ávalos Gutiérrez, uno de los pocos sociólogos venezolanos que se ha metido de frente con el tema deportivo.

“Es que no hay cómo. Ninguna alegría compensa la dimensión de la crisis política y social. Si miras la realidad de las encuestas, de la inflación o de los niños comiendo basura, no hay forma de que el gobierno le saque partido épico a un título de la selección de beisbol. Por supuesto, Maduro va a inventar que es un logro de la revolución, al igual que las medallas olímpicas, pero será un relámpago. El abrazo de encuentro afectivo entre los venezolanos durará un minuto, y de inmediato la gente volverá a lo suyo, a su drama de todos los días.

Además el beisbol nunca ha sido un deporte cuya naturaleza se preste mucho a expresiones de nacionalismo”, agrega.

Por supuesto, que el Clásico de Beisbol no es el Mundial de Fútbol. Todavía es un torneo bastante disfuncional, “como si le dijeran a Lionel Messi que sólo puede jugar 10 minutos por Argentina”, hace la comparación Ávalos, que añade: “Muchos de mis alumnos universitarios ni siquiera saben del torneo o desconocen los horarios”.

A pesar de que es organizado por las Grandes Ligas, los propios equipos que juegan en la MLB están poniendo toda clase de trabas a la participación de sus peloteros, y se ha asomado el rumor de que, si la edición de 2017 no es rentable económicamente, será la última.

La fecha de marzo es muy mala porque interrumpe los tradicionales entrenamientos de primavera y muchos jugadores prefieren concentrarse en su acondicionamiento para la temporada. Un sector de la prensa especializada estadounidense ha propuesto que, en caso de sobrevivir, debería sustituir al desfalleciente Juego de las Estrellas y celebrarse con un formato breve durante una pausa en julio que se alargue a dos semanas.

“Existe una muy fundamentada teoría de que el deporte, al igual que la religión, es un opio para los pueblos.

Pero quizás ha dejado de ocurrir con la misma intensidad en nuestros tiempos, con excepciones como Rusia, con ese régimen tan inclasificable de Putin que ha metido la mano hasta en los asuntos de dopaje para reforzar su nacionalismo, o China, que ha dejado en ridículo a Marx con algo que no se le ocurrió a más nadie: un capitalismo de Estado controlado de manera férrea por un partido comunista. Pero mi impresión es que pasa cada vez menos en Venezuela. Sobreponernos a lo que estamos viviendo es muy fregado. Ya ni siquiera nueve innings sirven para escaparte de la realidad”, concluye Ávalos.

Cambio una victoria de la Vino-Azul en Guadalajara por una bolsa CLAP que traiga Harina Pan en vez de una marca mexicana.

Publicidad
Publicidad