En la madrugada, por cierto, de vez en cuando también escuchas detonaciones de verdad.
Un domingo a las 2:00 de la madrugada, por donde yo vivo, siempre hay una rumba. Generalmente es la hora de la changa, después vendrá la hora de la bachata y después, cuando a la gente le importa menos el qué dirán, la del vallenato. Últimamente el mayor peligro (y el sonido de mejor fidelidad) lo tienen los automóviles, aunque generalmente vienen y en un rato se van. A veces tengo la impresión de que, donde yo vivo, a ningún vecino le molesta la música a todo volumen excepto a mí.
Un domingo ya casi a las 5:00 de la mañana, después de que Venezuela ha clasificado a la semifinal de un mundial de fútbol, puedes escuchar a Rafael Dudamel mandándole un mensaje a un hijo pequeño desde la península coreana a través de la televisión: “Me perdí tus días de crecimiento, pero estaba creando un futuro para ti”.
A las 2:00 de la mañana el Internet corre más rápido y me consta que es una buena hora para escribir. También para hacer transferencias bancarias.
Un domingo a las 2:00 de la mañana sientes que el país está en tregua. A esa hora, en ese día de la semana, sientes que es poco probable (aunque no imposible) que se produzca una sentencia de la Sala Constitucional del TSJ. Aunque puedes sentir escalofríos pensando en teorías de que, en ese mismo momento, está reunida una “sala situacional” de altos funcionarios gubernamentales tramando cosas. La célebre fobia de Mafalda: mientras nosotros dormimos, los rojos están trabajando.
Un domingo a las 2:00 de la madrugada, por donde yo vivo, antes había fiestas de transexuales cantando Ana Gabriel en la casa de enfrente. Últimamente ya no tienen ni para pagar las hormonas y a algún@ l@ he visto escarbando en la basura. Últimamente en esa misma casa pusieron una especie de gallinero vertical y hay un gallo desnutrido que canta con la regularidad de un reloj descompuesto.
En la madrugada, por donde yo vivo, también hay que estar pendiente de los choros y los “spider-man” que roban en los apartamentos. El año pasado me extrajeron un par de zapatos deportivos a través de una ventana.
Los domingos a las 2:00 de la madrugada, si sintonizas Unión Radio 90.3 FM en Caracas, probablemente escucharás uno de los mejores programas que se ha grabado jamás en la historia de la humanidad: Divagancias, con Laureano Márquez y Miguel Delgado Estévez. Generalmente son emisiones de hace unos cuantos años, pero no pierden un miligramo de complicidad ni sabiduría.
Un domingo de junio en la madrugada te preguntas si la selección sub-20 de Venezuela es demasiado buena o si Estados Unidos, su rival en los cuartos de final, era demasiado pata de palo, cuestionamiento totalmente válido y no necesariamente una traición a la patria: en gran medida, uno hace lo que el adversario le deja hacer.
Sucedió una madrugada de domingo que la selección sub-20 de la Pequeña Venecia perdió su imbatilidad pero ganó 2-1 en la prórroga un partido que debió haber ganado en góndola en los 90 minutos, y que, como suele ocurrir, también pudo perder por una acción aislada a última hora.
Sucedió de madrugada que Sergio Córdova jugó un partido que jamás olvidará porque increíblemente se perdió al menos siete ocasiones de gol. Ocurrió que algunos que nos montamos tarde en el tren de la sub-20 pudimos apreciar más la estatura no sólo de centímetros de los centrales Ferraresi y Velásquez.
Se hizo historia un domingo de madrugada y no sé qué porcentaje de la gente de Venezuela se enteró. Pero pasarán el domingo hablando de que se puede soñar de manera 100% legítima con un título de campeón y ese pensamiento será como una madrugada en medio de otras preocupaciones.]]>