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Tomás Rincón y la elite: Llegar sin quedarse

Diciembre de 2016 y enero de 2017 fueron dos meses de noticias muy agradables y esperanzadoras para el fútbol criollo que se expone en otras tierras. Alejandro Guerra formaba parte del once ideal de América en la prestigiosa votación del diario El País de Uruguay tras ganar la Copa Libertadores y alcanzar la final de la Sudamericana con Atlético Nacional y pocos días después, Tomás Rincón dejaba el Genoa, tras una espectacular primera vuelta, para fichar nada menos que por la Juventus de Turín. 8 millones de euros de por medio, hacían del venezolano el fichaje más importante del invierno en la Serie A, llegando a un equipo que está, indudablemente, en el top 5 mundial.

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Fotografía: AP

De entrada, se cumplía un sueño que siempre tuvo la Venezuela futbolera: tener a uno de los nuestros en un club de la élite del orbe. Llegar. Estar. Dar el paso. Bien ganado, Rincón explotó en Italia su esencia futbolística tras un paso dubitativo pero extenso en el Hamburgo alemán. En el equipo genovés se convirtió rápidamente en uno de los medios mixtos más apreciados del campeonato italiano. Visión de juego, marca, precisión, sacrificio y desdoble han sido sus características que lo llevaron a ser capitán de la selección nacional y a destacar en un fútbol tan exigente como el italiano. Las pretendientes aparecieron rápidamente: Juventus, Roma y Milan entraron en puja por sus servicios y terminó siendo el poderoso cuadro de Turín el que se lo llevara.
Ahora la duda: ¿Realmente necesitaba Allegri de Rincón? Pareciera que no. Los números del tachirense en la Juve fueron muy modestos y no porque haya desentonado. Llegó en invierno, con un equipo ya rodado y en el punto más alto de su estado de forma en la campaña, difícil ganarse el lugar. Sin Vidal ni Pirlo, quizá su presencia intentó recuperar características que ambos aportaron al mediocampo, pero en cancha no tuvo el tiempo suficiente para demostrar su valía, lo que invita a pensar que en el entrenamiento, en el camerino y en el día a día, futbolísticamente el venezolano no superó a sus pares, léase los Lemina, Khedira, Marchisio, Sturaro o Pjanic.
Hacer grupo no es hacer equipo y al volante criollo evidentemente le costó enormidad acoplarse al funcionamiento de una maquinaria hecha para otra cosa que no fuera ganar todo lo que jugara. Tenerlo como un recambio que ofreciera seguridad en los últimos minutos terminó siendo su papel, en un semestre donde se jugaban la vida en los tres frentes que disputaban. Solo le dio mayor profundidad al banquillo en una posición poblada, pero muy exigida. Para más INRI, llegó en verano el uruguayo Bentancur, lo que invita a pensar que el norte de Italia prefirieron dar luz a un futuro crack que mantener al venezolano.
También surge otra posibilidad partiendo de las conjeturas: ante la amenaza de la Roma con llevarse un jugador interesante para reforzar su zona media y siendo el equipo de la loba el más serio rival del cuadro trasalpino en la pasada campaña en la lucha por el título, quitárselo era también una jugada válida. Debilitar al contrario es una práctica común entre los poderosos clubes del viejo continente y la Juventus le metió el pie a la Roma desde su grandeza, para impedir que potenciara su plantilla. Créalo, esos movimientos ocurren. ¿Mal negocio? Ni tanto: La Juve lo vende ahora al Torino por tres millones de euros (en calidad de préstamo) y puede adquirirlo por seis millones si juega 19 partidos. Hasta un millón en la operación matemática estaría recuperando.
Lo cierto es que Tomás ha sido el primer nativo, formado futbolísticamente en el país, que ha llegado a la cúspide en las aspiraciones personales y profesionales de fichar por un gigante, un logro extraordinario y que se debe resaltar en la historia de los traspasos y la progresión evidente del jugador venezolano. Un esfuerzo realmente indescriptible para dar un paso tan grande. Sin embargo, la materia pendiente ahora es más alta y más difícil: mantenerse, tener continuidad, destacar. No se pide que sea una figura rutilante, sino aportar más que algunos minutos de buen juego en ciertos partidos. Sin quitar ningún mérito a lo logrado, ese paso aún no lo ha dado uno de los nuestros. El mismo Rincón aún puede hacerlo y hay otros que vienen pisando fuerte para superarle, como Yangel Herrera, que a sus 19 años ha superado etapas que muchos consagrados con bandera brasileña o argentina ni siquiera pudieron cumplir.
Hace poco conversaba con Luis Manuel Seijas para un programa radial y le consultaba a qué se debía que la mejor generación de futbolistas en Venezuela no haya logrado algo trascendental con la selección y éste daba en el clavo: “El futbolista sigue sin formarse bien desde el comienzo. No es un tema de progresar afuera individualmente, es cuestión de la formación integral que se recibe desde muy pequeño”. Y es que nunca se pone en duda las capacidades y talentos individuales que los jugadores criollos muestran en el extranjero, sino que hay elementos que no se pueden medir con una simple mirada: el carácter, la actitud, la personalidad, la seriedad, el criterio ganador, entender el fútbol como un todo y no como una profesión o mero medio de sustento. Son cualidades que se pueden moldear afuera de las fronteras pero que deben ser inculcadas desde el primer contacto del niño con el balón para que crezca con esa visión que le servirá para consolidarse en la alta competencia.
¿El pasaporte? Hace rato que eso ya no es impedimento, pero no cabe duda que al futbolista venezolano le cuesta más a muchos otros poder pisar con dos pies de hierro en la élite mundial. Para ser un fuera de serie se debe cumplir con muchos requisitos y en la hoja de vida de los de acá, hay muchos espacios que faltan por completar.]]>

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