Muy poco de lo que sucedió en los Juegos Bolivarianos de Santa Marta llegó por sorpresa. Un año marcado por la falta de preparación, las suspensiones internacionales por deudas (que persistieron por varios meses en judo y lucha), los forfeits (en la Liga Mundial y el Grand Prix de voleibol, y hasta en el Mundial de Softbol), las fallas de planificación, las interferencias en la autonomía federativa, no podía terminar de otra forma. Sin embargo, la dimensión de la debacle superó incluso los pronósticos más negros, e hizo retroceder a Venezuela a niveles anteriores a la democracia.
Nuestro país había dominado el primer escalón del ciclo olímpico desde Barranquilla ’61, cuando una generación encabezada por los míticos “Superdotados” quebró la tradicional hegemonía de Perú, que ganó sin pausa desde que la justa se creó en 1938. En Trujillo 2013 la seguidilla terminó y Colombia logró imponerse por apenas cinco oros. Hoy añade 114 doradas a la diferencia con respecto a una delegación que se convirtió en espejo de un país que hace aguas por todos lados.
He aquí ocho claves para entender el descalabro venezolano en los Juegos Bolivarianos:
Barrida histórica
Dos hitos de leyenda firmados por el deporte nacional cayeron en Santa Marta: la mayor diferencia de medallas de oro y la mayor producción de áureas en Juegos Bolivarianos. Las 101 doradas con las que los nuestros superaron a Colombia en Barquisimeto ’81 pasan ahora a 119 de ventaja en la cima, pero esta vez a favor de los vecinos, y las 200 coronas de Sucre 2009 fueron superadas por las 213 que los dueños de casa produjeron esta vez.
Pronósticos fallidos
Ninguna autoridad deportiva se acercó a proyectar la dimensión de la caída. El ministro de Juventud y Deporte, Pedro Infante pronosticó que Venezuela estaría por encima de las 85 doradas y ese fue el único augurio que se cumplió. También vaticinó una diferencia de 40 medallas, sin indicar metal, y al final el bache fue de 119 doradas y 168 en total.
Por su parte, el presidente del Comité Olímpico Venezolano, Eduardo Álvarez, aspiraba a una producción de 116 áureas que no llegó (la delegación se detuvo en 94) y señalaba que entre Colombia y Venezuela acapararían 70 por ciento de las preseas. Al final, la producción combinada de los dos fue de 50,40% del total, lo que demuestra el desarrollo de otros países de la región como Chile, Ecuador o Perú, sede de los próximos Panamericanos. El pronóstico solo se cumplió parcialmente en el caso de las doradas, donde las 307 acumuladas entre criollos y neogranadinos representó el 65% del total de títulos repartidos.
Desarrollo integral
Otro de los mitos que cayeron definitivamente en estos Bolivarianos fue la vieja conseja de que Colombia basa su poderío en cuatro deportes: pesas, ciclismo, patinaje y atletismo, mientras que el deporte venezolano muestra un desarrollo más integral.
De hecho, Álvarez había invitado antes de los Juegos a que la evaluación final se hiciera sobre torneos ganados y no con base en la cuenta de medallas, que a su juicio los locales habían intervenido al aprobar en las condiciones de competencia un formato de halterofilia que entregaba tres doradas (al arranque, envión y total), y no una sola como ocurre en el resto del ciclo olímpico, y al eliminar del programa disciplinas que en el pasado habían sido favorables a Venezuela como wushu, billar y escalada.
Lo ocurrido en Santa Marta mostró exactamente lo contrario. Los vecinos dominaron 27 torneos: tiro con arco, bowling, boxeo, ciclismo BMX, de montaña, de ruta y de pista, clavados, esquí náutico, gimnasia artística y rítmica, golf, pesas, nado sincronizado, patinaje artístico y de velocidad, polo acuático, baloncesto, fútbol sala y de campo, rugby, squash, triatlón, atletismo, beisbol, canotaje y taekwondo, que desde su inclusión en los Bolivarianos nunca había sido dominado por un país distinto a Venezuela.
Los nuestros solo pudieron imponerse en 10 torneos y más que nunca mostraron su dependencia de los deportes de combate. Lucha, judo, esgrima y karate do sumaron entre los cuatro más del 30% del total de doradas. Las otras victorias llegaron en gimnasia de trampolín, aguas abiertas, natación, voleibol de cancha y de playa y softbol.
Colombia ganó las pesas y el atletismo, pero sin marcar las diferencias del pasado. De hecho, sobre la plataforma llegó la mayor producción de un solo deporte para Venezuela, con 14 doradas, mientras los locales lograban 28. En atletismo también se cerró el bache y los nuestros lograron producir 11 coronas, seis menos que el vecino.
La guagua en reversa
Venezuela logró ganar la esgrima, no sin antes pasar por el trago amargo de que su campeón olímpico, Rubén Limardo, quedara fuera del cuadro de medallas de la espada, eliminado por Gustavo Coqueco, un colombiano que cumplió una breve pasantía en su equipo de trabajo en Ludz, Polonia. Para colmo, su hermano Francisco tampoco pudo alcanzar un oro que se daba por descontado, y cayó ante otro neogranadino, Jhon Rodríguez.
Otra medallista olímpica, Stefany Hernández, cedió ante la gran favorita, Mariana Pajón, pero también tuvo que conformarse con escoltar a la ex campeona mundial juvenil, la ecuatoriana Doménica Azuero, tanto en la prueba contrarreloj como en la carrera. Fue el colofón de una temporada en la que confesó haber tenido “menos apoyo” en su preparación.
El boxeo, tradicional bastión de Venezuela, solo pudo ganar un oro, a través de Nalek Korbaj en los 81 kgs, mientras cedían en finales el ganador de un bronce en Río 2016 Yoel Finol y el poseedor de dos diplomas olímpicos Gabriel Maestre, y Colombia barría con ocho títulos.
Deportes a los que nuestro país había puesto nombre y apellido en los Juegos Bolivarianos, como el canotaje, la gimnasia rítmica o el taekwondo, fueron ganados por Colombia, que también se adueñó del baloncesto y hasta del polo acuático, deportes en los que Venezuela tiene ligas consolidadas.
Una disciplina, el tiro deportivo, fue el reflejo perfecto del retroceso: de 26 medallas en Trujillo 2013 (11 de ellas de oro) pasó a tres en Santa Marta, una plata y dos bronces. A sus dos atletas más destacados, Julio Iemma y Douglas Gómez, que entrenan en el Centro Mundial de Preparación de la ISSF en Hanover, Alemania, nunca les llegaron los boletos para sumarse a los Bolivarianos.
“Nosotros preparados y nos dejaron en Alemania sin respuesta”, lamentó Gómez a través de Twitter.
Edilio Centeno, residenciado en México, tuvo que plantarse en el aeropuerto a la espera de que llegara su boleto a Santa Marta, donde ganó una plata como parte del equipo de pistola de aire.
El resto de la selección viajó en jet privado “como sardinas en lata” (de acuerdo con la versión de un competidor que prefirió mantenerse anónimo), la misma madrugada del día que comenzaban a competir.
Falta de preparación
A la imprevisión en los trámites más elementales, como un visado a Canadá (que eliminó hace cuatro años sus oficinas consulares de Venezuela), este año se sumó la falta de conectividad aérea y la dificultad para disponer de divisas, agudizando aún más el rosario de carencias del alto rendimiento criollo.
Atletas como el dos veces olímpico Mervin Marcano (integrante del equipo de velocidad de ciclismo de pista ganador de un diploma) optaron por prepararse con sus propios recursos, y en su caso apoyado por la selección colombiana durante su concentración en Medellín.
Marcano cuenta que el equipo de velocidad olímpica no pudo realizar un trabajo conjunto, y que para colmo el entrenador asignado, el cubano Rafael Martínez, modificó a última hora la estructura de la terna, supuestamente por órdenes del planificador de Mindeporte, aunque éste negó esa versión cuando fue confrontado por los atletas.
Injerencia
Si bien la interferencia de Mindeporte no se pudo comprobar en el caso de ciclismo de pista, el resto del año transcurrió entre conflictos por el mando de las federaciones de softbol, triatlón, canotaje, tenis de mesa, boxeo, baloncesto y pesas, en los que intervinieron tanto el ministerio como el Tribunal Supremo de Justicia. En el caso del triatlón, la injerencia llegó al extremo de que los integrantes de la selección cuestionados por el IND fueron excluidos de la boletería para el traslado a los Juegos Sudamericanos de la Juventud. Otro tanto denunció en su momento el entrenador asistente del voleibol, Andrés Manzanillo, borrado del itinerario al Premundial, luego de un encontronazo con el planificador de su deporte.
Buena parte del deporte no logró trabajar en armonía durante 2017, y el resultado quedó demostrado en Santa Marta.
Las figuras
No todo fue negativo para Venezuela en los Bolivarianos. La lucha, que permaneció suspendida cinco meses por una deuda que tuvo que ser pagada dos veces por Mindeporte (luego de que un banco brasileño bloqueara la primera transferencia), ganó 11 doradas, incluyendo una de las más valiosas del evento, la de Nathaly Grimán en los 63 kgs, derrotando a la medallista mundial de bronce y dos veces ganadora de presea en Juegos Olímpicos, la gran figura local Jackeline Rentería.
El nadador Alberto Mestre hijo se encaminó con paso firme por la senda de su célebre padre y en su último año de juvenil ganó cuatro medallas de oro (tres de ellas como parte de relevos) y dos de plata.
La ciclista Lilibeth Chacón subió cinco veces al podio, dos de ellas a lo más alto. En la ruta logró prevalecer en un remate en el que las cuatro locales (entre ellas Ana Sanabria, su verdugo en la contrarreloj, en la Vuelta a Colombia y en el Tour Femenino) trabajaron juntas intentado infructuosamente quitarle el liderato.
En atletismo, Nercely Soto, que se quedó con las ganas de clasificar al Mundial de Atletismo luego de que Mindeporte fallara en hacerle una combinación aérea para viajar a España, se desquitó de un año de abandono ganando tres oros y un bronce. Se tituló en 200 m, 400 m planos y como parte del relevo 4×100 que revalidó su corona regional por delante del poderoso Ecuador.
Cumplieron Antonio Díaz, la abanderada Marianth Cuervo, la judoca Elvismar Rodríguez y la medallista mundial de garrocha Robeilys Peinado, el voleibol logró vengar su derrota del Premundial ante Chile, para quedarse con la medalla de oro, y la dupla de playa de José Gregorio Gómez y Rolando Hernández derrotó en la final a los octavos del mundo, los primos chilenos Sebastián y Esteban Grimalt.
Futuro incierto
Los Bolivarianos constituyen el primer escalón del ciclo olímpico, el evento con el nivel técnico más bajo de la ruta que conduce a Tokio 2020. Un comienzo tan deficitario es un terrible presagio de cara a justas que se volverán cada vez más exigentes. Que Venezuela logre recuperar algo de su poderío regional a tiempo para las citas del próximo año (los Sudamericanos de Cochabamba y los CAC de Barranquilla) es determinante para las opciones olímpicas.
Las fórmulas de clasificación se vuelven imposibles para un país cada vez menos dispuesto a invertir en deporte. Al atletismo, que ha aportado la mayor cantidad de cupos en las últimas dos citas olímpicas, ya no le bastará con hacer marcas mínimas, sino que definirá sus plazas por ranking. Solo los privilegiados que participen de manera estable en competencias puntuables lograrán pasar. Los nuevos deportes del programa olímpico tienen cuotas bajísimas de participación, que en el softbol se reduce apenas a seis equipos. El voleibol ya no tendrá repechajes ni oportunidades de que los grandes del área se clasifiquen antes del Preolímpico Sudamericano. Las pesas también cambiarán de formato, a uno de clasificación individual y no por la posición mundial de los equipos.
A la luz de lo ocurrido en Santa Marta, cabe preguntarse si regresará el tamaño de las delegaciones olímpicas a la estrechez de tiempos que parecían superados, o será posible rescatar a la “Generación de Oro”.
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