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Papá Tite

Liderazgo. Esa es la conclusión que la mayoría extrajo luego que Tite pidiera a Neymar que no contestara una provocadora opinión del técnico Juan Carlos Osorio tras la victoria de Brasil sobre México en octavos de final del Mundial. Neymar, un enfant terrible, indomable para muchos dirigentes, técnicos y compañeros, asumió sin chistar la opinión de su seleccionador. Y no se muestra incómodo. Le gusta. Tite es más que un técnico

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Fotografía: AFP

Ascendencia. Queda evidenciado que el grupo respeta las opiniones de su líder, de su técnico. Pero se demuestra además, que no existe enfrentamiento de pareceres. Lo que dice el líder es así, no es de otra manera. Y se convence el grupo que es así. No es que piensen que está equivocado pero hay que apoyarlo. No. Todos los subordinados están seguros que lo que decide Tite es santa palabra, no hay equívoco.
Pude verlo en persona en ocasión del partido eliminatorio entre Venezuela y Brasil en Mérida. En la rueda de prensa que antes del juego en el Metropolitano, me llamó poderosamente la atención la capacidad de manejar cada pregunta ante la prensa sin contestar con algo comprometedor o que signifique una crítica. Defendía a su grupo de manera íntegra, y celosamente también sus conceptos.
10 de noviembre de 2017. Después de derrotar a Japón en un amistoso contra Brasil, Neymar, que marcó un gol ese día, fue sometido a un “interrogatorio” en rueda de prensa en el que lo hacían culpable de un supuesto mal rollo en el camerino del Paris Saint Germain tras la llegada del ex Barcelona. Y Tite, a su lado, tal como hizo ante la prensa en el post partido ante México, asumió las balas. Puso su caparazón para que su jugador no fuera afectado y además, alabó su trabajo.
“Siempre hemos sido leales el uno con el otro”, dijo el seleccionador. No dijo que él está por encima de su jugador ni su palabra. No dijo que el astro del PSG le es leal. No. Tite se iguala, entiende la trascendencia del futbolista que dirige y habla de igualdad, de lealtad de uno para con el otro. Sabe que uno necesita del otro. Neymar, como un niño, rompió en llanto cuando su seleccionador lo defendió. “Él tiene la grandeza de dirigir un vestuario, como yo lo tengo”, remató, por si alguna duda, el hombre que en 25 partidos dirigidos al frente de la selección brasileña ha ganado 20, empatado cuatro y solo perdido uno (un amistoso).
Y no, Neymar no es un niño mimado. Es un futbolista que, pese a su grandeza, necesita ser querido. Eso lo sabe Tite. No le quede duda que algún reclamo le habrá hecho al jugador, como cuando dirigía a Corinthians y Neymar estaba aún en Santos: Tite fue otro de los que se quejó de las simulaciones del crack, pero luego puertas adentro, en casa, sin que nadie se entere, limaron asperezas.
Es lógico que con resultados favorables, todo marche bien. Sí, pero esto necesitó un comienzo y desde que Tite se hizo cargo de la selección hace dos años, instauró un modelo diferente en la dirección técnica de la pentacampeona. Es moderno. Espantó los falsos mitos del “jogo bonito” y sabe aprovechar las ventajas de tener a futbolistas en brillantes estados individuales, a quienes ha sabido sembrar el germen de trabajar para el colectivo por encima de cualquier interés personal.
Puede ser tan ofensivo como contragolpeador y letal a la vez. Siempre habló de un “Plan B” o “Plan C” en sus propuestas, generando una cantidad de alternativas en un mismo partido que hacen de Brasil un equipo multifacético. Y lo más importante: Papá Tite los ha convencido a todos que ese es el trabajo que traerá la felicidad a todos. Y todos, gracias a los resultados, están felices y cómodos. Cada jugador a su puesto y los que han sido readaptados, han encontrado que esa posición le beneficia una enormidad al colectivo.
Tiene un grupo de Whatsapp con sus futbolistas. Como un padre con su esposa e hijos. Como los grupos de familia, del colegio, de buenos amigos. Dicen que envía material para que los jugadores analicen distintos funcionamientos de otros equipos. Paulinho y Willian lo han dicho en público: “Es como un papá, más que un entrenador. Sabe controlarlo todo de buena forma, hace llegar el mensaje correctamente a sus jugadores”, dijo el extremo del Chelsea.
Cuando Paulinho era más joven tuvo una experiencia frustrante en Europa, en clubes de Lituania y Polonia. A su regreso a Brasil, deprimido, estuvo a punto de dejar el fútbol y fue Tite en Corinthians quien le devolvió el amor por su profesión: “Cada vez que hablo de él me emociono porque es como un padre para mí. Estamos unidos más allá del fútbol. Cuando fui a Tottenham y no me fue bien, muchas personas dejaron de creer en mí. La única que siempre confió en que triunfaría era él”, asegura.
Que Brasil ande bien no es solo porque sus jugadores son extraordinarios. Hay un sentido real de la relación en lo interno entre el técnico y sus jugadores. De respeto y convencimiento. Sin dudas. Desde el banquillo, hay una palabra santa a la que se le obedece tremendamente. Tite es algo más que un seleccionador. Tite es un padre en el plantel de Brasil.]]>

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