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Un crudo análisis del sorteo de Libertadores y Sudamericana

Yo tengo un hándicap como hombre, un hándicap masculino y es que no sé bailar. Me pasa que cada vez que llega diciembre, me emociono: hay ambiente de festividad, la temperatura de Caracas es sumamente agradable, descanso, hay bonos y las fiestas de celebración. Me gusta todo y busco disfrutarlo pero cuando en uno de esos festejos hay que bailar, me acomplejo enormemente. Me quiebro todo porque soy consciente de lo que puedo pasar es vergüenza.

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Fotografía: AFP

Algo así ocurre cada vez que llega el sorteo de Copa Libertadores y Copa Sudamericana para los clubes venezolanos. Llega diciembre, todos contentos con sus cupos internacionales. Para esta edición (2019), los que clasificaron a fase de grupos de la Libertadores (Zamora y Lara) tienen conocimiento que aseguran ya el ingreso de tres millones de dólares, Caracas 500 mil dólares y La Guaira 375 mil. Todos contentos porque hay dinero para seguir sosteniendo el proyecto. Akram Almatni, Gerente de Zamora, llegó a revelar que una clasificación a la máxima competición continental sirve para financiar la gestión del club por hasta dos años. Y así los que clasificaron a la Copa Sudamericana (Monagas, Zulia, Estudiantes de Mérida y Mineros de Guayana), que tendrán asegurados en sus arcas 300 mil de los verdes.

Es decir, en nuestro país, el crecimiento competitivo, estrictamente visto desde ese punto de vista, queda a un segundo plano cuando se habla de acudir a la Libertadores o Sudamericana. Generalmente, los equipos que alcanzan estos cupos, venden a sus mejores efectivos y afrontan los torneos internacionales con un plantel de menor monta que aquel que le dio la clasificación. Es la realidad (no criticable, en lo absoluto) de la gestión administrativa de las instituciones en Venezuela. El ingreso en moneda dura es prácticamente la única salvación para la supervivencia, ahora cuando el contrato internacional de derechos televisivos parece haber terminado en una deuda astronómica de la empresa con los clubes.

Sin embargo, hay un punto que debe respondérsele a la afición (sobre todo) y es el interés en trascender. Es el saber bailar en la fiesta decembrina. Obviamente hay un incentivo económico por fases que se avanzan y que los equipos salen a ganar cada partido, pero la realidad indica, año tras año que cada victoria es más una hazaña que parte de una planificación real de alcanzar el objetivo de superar a los contrarios, sean de alcurnia o modestos. No hay nivel para competir.

Es por ello que analizar el resultado de los sorteos de las competiciones internacionales sobre el hecho de la factibilidad de clasificar siempre será un hecho posible, pero que con el presupuesto de los últimos años no puede ser muy optimista. Hay tiempo suficiente para la pretemporada, para pensar en reforzarse adecuadamente (habrá plata para reponer la inversión). Alí Cañas en Zamora admitió que ya el hecho de clasificar a una Libertadores es algo natural, pero el hecho real de trascender, de ser competitivos en la escena internacional, es una necesidad. Hay un capital sumamente valioso que se debe conservar y seguir ampliando como lo es la afición, la masa social, los seguidores, que admiran la forma cómo se gestiona el club, pero que también quieren gritar goles y celebrar victorias contra rivales de otras latitudes.

Partiendo de resultados en la mano, es que podremos descifrar si el grupo que le tocó a Zamora o a Lara es realmente difícil. De entrada, ambos equipos no son favoritos para pasar de fase. Nacional, Cerro Porteño, Emelec, Huracán y Cruzeiro tienen mayor posibilidad de clasificar que los criollos. No hay que engañarse y pensar que Monagas o Zulia son superiores al rival boliviano que sea. La complicación parte de que son los equipos de nuestro país los más débiles del continente y que aquellas gestas de Caracas en 2007 y 2009, Minerven en 1994, Táchira en 2004 son solo eso, gestas, hazañas lejanas.

Por eso, analizar si un rival es más o menos complicado para trascender no es realista. Obviamente es un alivio que sea un boliviano y no un Palmeiras o River Plate el rival, lógico, pero con resultados históricos en mano, no se puede escapar a la realidad más cruda: somos los más débiles de Sudamérica.

Por eso, para que la felicidad sea plena en la fiesta y no haya cohibiciones, hay que aprender a bailar. Eso solo se logra aprendiendo y preparándose adecuadamente para asumir dicho reto. Es bueno ganar plata, pero también hay que agradar a la familia.

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