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En las manos de Dudamel (Bis)

No encuentro explicación alguna del porqué nosotros los venezolanos somos tan renuentes a reconocer los méritos que alguien tiene para cumplir con algún objetivo o haber conquistado un logro. Creo a veces que no es un caso exclusivo de nuestro coterráneos, sino de la sociedad en general. Para destruir y criticar estamos al pie del cañón (ahora más con la voz pública de las redes sociales), pero para reconocer las capacidades nos cuesta Dios y su ayuda.

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“La gente no repara que cuando un dedo acusa los otros cuatro le apuntan a sí mismo”, reza el dicho, pero sin culpar a nadie por lo que piense o diga, lo que ha alcanzado Rafael Dudamel con las selecciones formativas del país es digno de darle un lugar importante en el crecimiento del fútbol venezolano. Si bien la actual selección Sub 20 tiene mucho por delante para al menos emular a la de 2017, la clasificación a dos mundiales (Sub 17 y Sub 20) y el buen fútbol mostrado por la mejor selección de las ocho que participan en el Suramericano Sub 20 de Chile, es producto del buen hacer del seleccionador.
Es clave que para que Dudamel y su cuerpo técnico haya alcanzado todo esto, se haya podido dar el apoyo brindado por la FVF en cuanto a los temas de planificación de la preparación de los seleccionados. En los dos últimos procesos Sub 20, la treintena de módulos en cada uno y la participación en distintas competiciones de carácter internacional han sido fundamentales para que las plantillas lleguen con el suficiente rodaje y experiencia de conjunto a disputar los torneos de clasificación continental y mundial. Y si asumimos el quiebre tácito de las arcas del ente federativo, el reconocimiento es doble.
De igual manera, la norma que hace obligatoria la titularidad de un futbolista juvenil en el campeonato del fútbol rentado venezolano es el otro dardo en el centro la diana que permite que la camada se prepare y tome los minutos necesarios para alistarse en la más alta competencia y llegue con un blindaje necesario para enfrentar a selecciones que no están tan bien preparadas pero cuentan con naturaleza innata de talento. Algunos, incluso, han visto minutos en torneos continentales como la Copa Libertadores o Sudamericana, inmejorable para brindar ritmo internacional a beneficio del colectivo.
Visto ese positivo contexto, el trabajo técnico tiene un valor encomiable. Rafael Dudamel ha recogido el talento de procesos anteriores para pulirlo, perfeccionarlo y ponerlo a la orden de un grupo, siempre muy por encima en el interés que lo individual. Si bien la labor de escauteo queda para otros, dedica todo el tiempo necesario para identificar las piezas adecuadas para lo que necesita.
Es sabido que Dudamel no elude las virtudes técnicas de sus dirigidos pero para él, la clave está en la capacidad física que tenga el muchacho para encarar la dura exigencia de jugar día por medio. Hay futbolistas de gran calidad que se han quedado en los cortes (Esli García, Danny Pérez en la actual generación, por ejemplo) por el simple hecho de no dar la talla en relación al resto en cuanto a la exigente preparación. Y si a eso sumamos la importancia de “hacer grupo”, de ser gente, de dominar las emociones y el comportamiento, el manejo que tiene el yaracuyano sobre su grupo es realmente exigente. Para muestra, la madura reacción de Pablo Bonilla al insulto del rival chileno.
Muchos han criticado algunas ausencias pero el fútbol y el tiempo terminan dando la razón a Dudamel. El equipo en cada partido termina siendo superior al rival en cuanto a arresto físico. Desde el minuto 70 en adelante comienza a notarse la superioridad venezolana al estar cada muchacho preparado para tan alta exigencia. La talla y el músculo es vital también en el perfil que suele elegir (salvo contadas excepciones) y no es de extrañar que cada futbolista que forma parte del proceso termina el año y medio de trabajo convertido en un portento de músculo y fibra.
Las decisiones en el campo, en elegir los elementos adecuados y las variantes tácticas precisas, también es un punto para el seleccionador. Durante este Suramericano nos sorprendió utilizando a jugadores que quizá no son tan deslumbrantes en nombre que otros y cada uno ha terminado siendo figura. Nos ha convertido a Rommel Ibarra en el mejor volante 5 de todo el campeonato, en Anzola como el mejor escudero de Makoun, en Yriarte en un futbolista total, en Jesús Vargas en la más grata sorpresa del torneo. Y no inventó con los consagrados Makoun, Sosa, Hurtado y Cásseres, la base esquelética de un equipo que ha tenido que trabajar el doble que la anterior generación para adecuarse a ser competitiva. Y hoy es el equipo que mejor fútbol practica en el torneo.
Por eso, considero que se puede dar un voto de confianza a las decisiones del seleccionador. Eso sin apelar a las charreteras que tiene un finalista de Copa Libertadores y un subcampeón del mundo en el banquillo. Si esos méritos tienen valor, entonces Dudamel, que no es infalible y puede equivocarse, es quien tiene el conocimiento pleno para saber qué se debe hacer de aquí en adelante, en el hexagonal, y el alcanzar el objetivo próximo de acudir nuevamente a un Mundial de la categoría.
El 29 de diciembre de 2015, antes que se hiciera cargo de la selección absoluta, escribíamos en este mismo espacio de opinión que estábamos en las manos de Dudamel. Hoy, unos días más después de tres años, la afirmación tiene más vigencia que nunca.]]>

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